Unos trotan, algunos se detienen a hacer sentadillas y otros se dejan absorber por la imponente vista de la ciudad que ofrece el cerro El Volador. Lo que muy pocos saben es que lo hacen sobre un cementerio indígena, donde, todavía hoy y de acuerdo con diferentes estudios arqueológicos, hay enterradas piezas cerámicas y restos humanos y de viviendas.
Las 108 hectáreas del cerro pertenecen a suelo urbano, con 42.000 metros cuadrados de zonas verdes y hábitat de más de 150 especies de animales, por lo que fue declarado, en 2010, una de las Áreas Urbanas Protegidas de Medellín.
Igual de importante son los méritos que le ganaron el puesto de Monumento Nacional en 1993, Bien de Interés Cultural de Carácter Nacional del Ministerio de Cultura de Colombia en 1998, y parte del Plan de Ordenamiento Territorial de Medellín.
Aún así, ciudadanos, arqueólogos, visitantes e, incluso, entidades públicas, han reconocido que no se están aprovechando ni dignificando los hallazgos ni las áreas con potencial arqueológico.
¿Qué se halló?
Los primeros acercamientos se hicieron por parte de estudiantes de Antropología de la Universidad de Antioquia, en la década de los 90. Determinaron que había 62 depresiones desde la base hasta la cima y evidencia de asentamientos indígenas en el margen de la quebrada La Iguaná.
Como luego explicaron los arqueólogos Helda Otero y Gustavo Santos, en él se conservaron sitios de vivienda y entierros humanos prehispánicos y un cementerio indígena de la época del contacto con los españoles, que permite aprender sobre las formas de vida y creencias de quienes habitaron la región desde hace 3.000 años.
A pesar de todo esto, los visitantes informaron que los espacios no cuentan con señalización ni información histórica y cultural, con guías ni con la protección y los recursos necesarios.
Museo en la vitrina
El Museo Universitario de la Universidad de Antioquia tiene algunas de las piezas encontradas en el cerro y, como explicó Herman Montoya, líder del Programa de Memorias y Patrimonio de Medellín, se prestaron 25 piezas originales que custodia la Secretaría de Cultura Ciudadana en El Volador.
Se trata de una vitrina con restos óseos y hallazgos cerámicos y herramientas de piedra que sirve como exhibición, pero que hace años se quebró y no ha sido reparada. Además, en el lugar hay una réplica de un esqueleto humano ubicado en un espacio con filtraciones de agua.
Al respecto, Montoya contó a este diario que la semana pasada se realizó una licitación para hacerle mantenimiento y recuperación a la vitrina y al espacio en el que se encuentra la réplica.
Además, agregó que, aunque “la arqueología no suele estar en el radar de política pública”, las secretarías de Medio Ambiente y Cultura Ciudadana han insistido en activar visitas guiadas y recorridos que dejaron de hacerse. “Hemos logrado recursos para la adecuación de la vitrina, pero falta aún el componente de divulgación”.
Cementerio desconocido
En 1990 y 1991, la Secretaría de Cultura Ciudadana registró la presencia de 10 tumbas de un cementerio indígena de la época de la Conquista española, entre los siglos XV y XVII, y otros hallazgos. La mayoría, ubicadas en la cima del cerro y todas desconocidas por gran parte de la ciudadanía.
El arqueólogo PhD Pablo Aristizábal, que ha desarrollado investigaciones en el cerro, explicó que El Volador fue utilizado como necrópolis y como sitio de vivienda de manera continua entre el año 1.100 antes de Cristo hasta el periodo posconquista en el siglo XVI después de Cristo.
Montoya contó que ese espacio no lo puede intervenir la Secretaría porque no fue su proyecto y porque corresponde a otras entidades, pero que sí es necesario dignificarlo.
A este concepto se sumó Nicolás Rivillas, subgerente de Diseño e Innovación de la Empresa de Desarrollo Urbano, EDU, al mencionar que es necesario conservar lo que existe porque “falta atención y cuidado por parte del Municipio y de los ciudadanos”.
Rivillas explicó que los cerros tienen un Plan de Manejo Ambiental, PMA, emitido por el Área Metropolitana, que da línea a las intervenciones y que, a partir de él, se crea el plan de Área de Preservación de Infraestructura, API, en el cual la EDU viene trabajando.
“El PMA de El Volador es más restrictivo. Dice que a lo que existe se le puede hacer mantenimiento pero no ampliar, generar zonas nuevas, agregar o construir, porque la vocación del cerro es paisajística y de conservación”.
Violeta Ramirez, profesional del Área Metropolitana, agregó que la cima tiene restricciones por parte del Instituto Colombiao de Antropología e Historia, Icanh. “Quisimos modificar la vitrina y quitar la base del Ejército, pero el Icanh no lo considera pertinente. Hacer intervenciones, incluso arbóreas, está prohibido hasta para nosotros”.
La EDU ya envió el plan API al Departamento Administrativo de Planeación, que hizo algunas observaciones en las que ya se está trabajando para radicarlo nuevamente esta semana. Una vez aprobado el plan, la EDU podrá comenzar con algunas adecuaciones físicas de mantenimiento.
Algunas de esas acciones son de reparación a la vía que conecta la base con la cima, señalización vial, mantenimiento al museo arqueológico, recuperación del mariposario, “que está en deterioro”, y la generación de programas deportivos, culturales y arqueológicos que conserven las estructuras ya existentes.
Por su parte, el arqueólogo Aristizábal mencionó que El Volador “es uno de los últimos conjuntos arqueológicos, que nos puede permitir un acercamiento al estudio de las poblaciones precolombinas asentadas en la ladera occidental del Valle de Aburrá”, que permitirán comprensión del pasado y creación de espacios públicos con identidad.
108
hectáreas del cerro tienen potencial arqueológico, según investigaciones.