En el tercer piso de un edificio en San Javier se esconde un sorprendente pesebre, debajo de él está la sala, el comedor y la biblioteca de una familia que, por más de diez años, ha dedicado días e inclusive semanas de diciembre a la representación original y creativa del nacimiento del Niño Dios.
Una tradición que para Maria Nidia Bahos, creadora del llamativo pesebre, existe en su familia “desde que tiene memoria”. Primero, en su tierra natal Liborina y, después, en Medellín, donde vive con su esposo y sus dos hijos.
No fue sino hasta que estos crecieron, que empezó a hacer escenarios más grandes, ya que antes por miedo a que se dañaran las piezas, armaba pesebres pequeños y sobrios. En esos años “yo era muy triste, porque no me parecían tan bonitos”.
Con el tiempo, empezó a “conseguir cositas”, porque “no son fáciles de conseguir y tienen un costo grande”, así que cada año agregaba elementos a su colección para después, con esmero y ayuda de sus amigos y familiares, colocarlos en “el mundo” que crea cada año para el recibimiento del Niño Dios.
El de este año les tomó ocho días, el cielo de algodón, la cascada con agua circulante, la villa tradicional, la de navidad y el nacimiento, son algunos de los ambientes del llamativo pesebre. En años anteriores se demoraban dos o tres días, pero “trabajando las 24 horas”.
Este, al que le estaban poniendo los últimos detalles este jueves, tiene dos inspiraciones, la primera, la vida de los habitantes de Belén, esas personas “comunes y corrientes” que vivían en casitas de teja. Y la segunda, la vida en Estados Unidos, Canadá, países “en los que viven llenos de nieve”.
Extranjeros que los han visitado han dicho que el pesebre es “igualito a cuando uno está allá, porque en el invierno solo se ven las luces”.
Para Bahos, el nacimiento es lo más importante, cada año trata de hacerlo de maneras distintas, pero con los mismos materiales para “conservar la historia que todos conocemos”. José y María reciben al salvador del mundo pintados con algunos de sus colores característicos, la madre de Dios destaca por su velo blanco marfil, que contrasta con su túnica azul y roja. El padre putativo viste tonalidades cafés que recuerdan su origen humilde y su confianza en los designios de Dios.
La familia Bahos tendrá en los lugares comunes de su vivienda el pesebre hasta finales de febrero de 2022. Mientras tanto, Maria Nidia se siente feliz “yo estoy reventada y cansada, pero no me duele nada”.
Según ella, es posible que cuando lo esté “desbaratando” se le ocurra cómo hacer el del próximo año.