Los caminos del Parque Arví —transitados hace siglos por indígenas que iban del Cauca al Magdalena— están hoy semivacíos, esperando aún a que vuelvan los visitantes perdidos desde 2020. En 2019, según cuentas de la entidad, 1.024.832 personas llegaron al lugar; en 2020, con la pandemia, solo 469.165 lo hicieron. Eso detonó la situación actual: el año pasado se cerró con pérdidas de $684 millones. El panorma financiero es asfixiante.
Beatriz Araque, directora de la Corporación Arví, cuenta que el parque estuvo cerrado seis meses, entre marzo y septiembre del año pasado. A pesar de eso, dice, ninguno de los 98 empleados de la entidad fue despedido. “Nuestros trabajadores son de la zona, personas mayores que, en su mayoría, no habían tenido acceso a un empleo formal en sus vidas. Afortunadamente pudimos mantenerlos”, precisa la directora.
La entrada al parque, al ser un espacio público, no se cobra. Los ingresos de la Corporación Parque Arví provienen de los servicios turísticos que ofrecen. Por ejemplo, en 2019 se vendieron 27.494 recorridos guiados. El año pasado fueron apenas 9.945. “En 2019 generamos excedentes por $621 millones. Al ser una entidad sin ánimo de lucro, los invertíamos de nuevo en el parque. Ahora estamos tratando de no quedarnos quietos, buscar otros métodos de financiamiento”, apunta Araque.
La Corporación Arví fue creada hace 11 años y, como dice la directora, es una entidad del conglomerado público de Medellín. Esteban Restrepo, secretario de Gobierno de la ciudad, le había dicho a este diario que la situación de las empresas del municipio es crítica. Metroparques, que administra los parques Norte y Juan Pablo II, perdió $18.000 millones en 2020. “La mayoría de las 36 empresas del conglomerado público perdieron plata. Plaza Mayor, por ejemplo, reportó pérdidas por $12.000 millones. Al Arví le transferimos $3.000 millones para afrontar la crisis”, había dicho Restrepo.
La directora de Arví confirma lo dicho por el secretario. De esos $3.000 millones, precisa, la entidad ha recibido $1.500. En junio, les dijeron, les estarían girando $1.000 más. “A pesar de las dificultades, somos muy optimistas en cuanto al futuro. Creemos que vamos a salir de esto y agradecemos la ayuda de la alcaldía”, remata Araque.
Tomar impulso
Yonson Valencia, líder de operaciones de Arví, comenta que los meses de cierre sirvieron para “reinventar el parque”. Por ejemplo, se dieron cuenta de que había un público que no se estaba cubriendo: aquellos que quieren ir solos, caminar desprevenidos y no contar con la compañía de un guía. “Creamos un producto llamado autoguiado. Es un bosque cercado, seguro, por el que se puede caminar con tranquilidad”, explica Valencia.
Durante el cierre, además, se restauraron y se renovaron varios espacios. Uno de ellos fue un aula ambiental, que se construyó en los seis meses de cierre. “Nos concentramos en la jardinería, en mejorarla cada día. Les dimos un nuevo aire a los espacios para la vuelta de los visitantes”, añade el líder de operaciones.
La directora, por su parte, agrega que la pandemia los obligó a pensar en negocios diferentes. Ahora celebran matrimonios, cosa que nunca habían hecho.
Otro de los negocios que se disparó con la pandemia, después de la reapertura, es el de la venta de planes familiares. Pueden adquirirse por la página web del parque. “No tenemos productos estandarizados, todo se hace a la medida del bolsillo y de la necesidad del cliente. Si una empresa quiere ir, coge un plan y miramos con ellos qué es lo que quiere. Eso nos ha permitido ser exitosos”, dice Araque. La venta de estos planes representa, según la entidad, entre el 20 y el 30 % de sus utilidades.
La directora añade que el parque incrementó, durante el cierre, las labores ambientales. Prueba de eso es que el año pasado se plantaron 6.000 árboles nativos y se recuperaron 8.270 que presentaban riesgos. En la parte arqueológica, otra de las apuestas de la corporación, se rescataron 3.654 fragmentos de piezas cerámicas y figuras prehispánicas.
Si bien la empresa no está en riesgo inminente por la crisis financiera, la directora dice que “la ciudad, sin el Arví, perdería un dinamizador del territorio de Santa Elena y el desarrollo humano y ambiental sostenible”.
Testimonios
La baja en los visitantes no ha golpeado solo a la corporación. Las personas que viven del turismo han sentido, fuerte, el coletazo económico. Carmen Gutiérrez ejemplifica esa situación. Lleva 13 años en el Arví, dedicada a la venta de pasteles de pollo, arepas con quesito, empanadas y jugos. Antes de la pandemia, dice, se hacía unos $300.000 en un día. Ahora logra vender, cuando mucho, $80.000. “Ya no es como antes. Ahora sobra mucho de lo que traigo y tengo que llevarlo y repartirlo en la familia”, dice Carmen.
La mujer, frente a sus productos, añade que durante el cierre se dedicó a sembrar maíz, arveja y frijol. Con eso puso frente a la crisis económica: “Sacábamos los productos y nos los cambiaban por otros. Los celadores del parque nos ayudaron mucho a sobrevivir”.
En Chorro Clarín, la zona para acampar, Sebastián Carvajal recoge la carpa en la que durmió las dos últimas noches. Dice que es la tercera vez que hace el plan y la primera en que estuvo solo, sin una sola carpa vecina. “Estuvimos solos, ni siquiera vimos pasar a los celadores. El parque está vacío. Yo vengo para alejarme de la ciudad, de la contaminación. Vengo a sentirme tranquilo”, remata el campista
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fragmentos de vasijas y piezas prehispánicas fueron rescatadas durante 2020.
