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Crónica: Esa Medellín que le dio paso a otra por la pandemia

Un recorrido por los vericuetos que emergieron o desaparecieron en Medellín en un año de la peste.

  • Puertas metálicas hasta el piso y carteles de “Arrienda” son usuales en el corredor peatonal de Junín, en el Centro. FOTO edwin bustamante
    Puertas metálicas hasta el piso y carteles de “Arrienda” son usuales en el corredor peatonal de Junín, en el Centro. FOTO edwin bustamante
  • El comercio informal se apodera de las esquinas y andenes del Centro. FOTO: EDWIN BUSTAMANTE
    El comercio informal se apodera de las esquinas y andenes del Centro. FOTO: EDWIN BUSTAMANTE
  • La necesidad de tener espacios al aire libre llevó a peatonalizar calles. Esta vía, la carrera 43B, entre las calles 8 y 9, se anexó al espacio público. FOTO: CAMILO SUÁREZ
    La necesidad de tener espacios al aire libre llevó a peatonalizar calles. Esta vía, la carrera 43B, entre las calles 8 y 9, se anexó al espacio público. FOTO: CAMILO SUÁREZ
  • Antioquia fue el segundo ente territorial con mayor número de solicitudes de insolvencia en 2020, según el informe de la Superintendencia de Sociedades (Bogotá lidera con 1.673), con 497 procesos: 148 en trámite, 207 en ejecución y 142 en liquidación. FOTO: EDWIN BUSTAMANTE
    Antioquia fue el segundo ente territorial con mayor número de solicitudes de insolvencia en 2020, según el informe de la Superintendencia de Sociedades (Bogotá lidera con 1.673), con 497 procesos: 148 en trámite, 207 en ejecución y 142 en liquidación. FOTO: EDWIN BUSTAMANTE
  • Óscar Herrera no pudo abrir más su cantina en Belén Rincón y por eso la convirtió en una tienda de mascotas. FOTO: MANUEL SALDARRIAGA
    Óscar Herrera no pudo abrir más su cantina en Belén Rincón y por eso la convirtió en una tienda de mascotas. FOTO: MANUEL SALDARRIAGA
20 de marzo de 2021
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Por Juan Diego Ortiz Jiménez

Un virus con ribetes de ciencia ficción puso en arriendo a media ciudad. Los espacios se adaptaron conforme ocurrió el torrente de acontecimientos que nos llevó a contener el aliento en el último año. A pesar de nuestros empeños, la muerte se convirtió en noticia común y corriente, y la lucha contra ella y sus intermitencias alteró el paisaje cotidiano.

Algunos cambios fueron más perceptibles que otros. Adhesivos de colores vivos en el suelo para intentar marcar las filas, lavamanos públicos en las estaciones del metro, vagones en los que ahora se pide viajar en silencio, maniquíes que empezaron a cubrir su rostro, plásticos para separar el interior de los taxis, dispensadores de pedal con tarritos de gel y atomizadores de alcohol por doquier.

Pero también mesas de restaurantes y sillas en salas de espera prohibidas con equis rojas o amarillas, separadores de plexiglass en cajas de supermercado, taquillas públicas, salas de belleza y salones de colegio. Emergieron avisos en acrílico en cuanta pared existe con órdenes perentorias que más bien parecen instrucciones de videojuego: “asiento anulado temporalmente”, “conserve la distancia”, “no juntarse”, “¡detente! punto de desinfección”.

Con razón dice la escritora española Irene Vallejo que aprendimos a vivir en un laberinto, desorientados, sin mapas ni brújulas, zarandeados por la incertidumbre, y convertidos en modernos minotauros, rendidos a “cierta monstruosidad perezosa y a una estética naufraga”.

Ahora se ven lejanas en el recuerdo las largas filas de busetas escolares, los niños medio dormidos esperando su transporte en las urbanizaciones o los almuerzos ejecutivos en los alrededores de zonas industriales. El teletrabajo migró el agite del mediodía a las cocinas de los hogares.

Otros actores aparecieron en ese paisaje urbano trayendo nuevos sonidos. Desde la serenata callejera que ameniza la media tarde con el Dueto de Antaño o los Pamperos, hasta el catálogo de productos ofrecidos con megáfono: “Huevos directamente de la finca a su mesa”, “Oído pueblo que llegaron los ricos y deliciosos tamales de Santa Elena”, “La gelatina blanca y negra” o “la mazamoooorra”.

Y los tiempos y aforos se relativizaron: el cementerio San Pedro tuvo 20 personas máximo para inhumaciones, exhumaciones y cremaciones, para la visita a los fallecidos solo podían ingresar por 30 minutos; las visitas conyugales en las cárceles apenas se van a reactivar después de un año sin abrazos, y desde esta semana se eliminaron los turnos y citas para ingresar a las bibliotecas públicas.

El hilarante espacio público

El Centro recupera de a poco su bullicio y hervor. Parados en cualquier esquina se escuchan los rodachines de carretas, los pitos de los automotores, la alerta del semáforo peatonal y los aplausos y voces impostadas de los pregoneros ofreciendo cuanto producto se imagine. En andenes, bahías y ciclorrutas prolifera la informalidad que se apodera del horizonte.

El comercio informal se apodera de las esquinas y andenes del Centro. FOTO: EDWIN BUSTAMANTE
El comercio informal se apodera de las esquinas y andenes del Centro. FOTO: EDWIN BUSTAMANTE

En coches de bebé, carritos de supermercado, carretas, canastas erguidas y sillas sin espaldar se ofertan cuadros con los rostros de Jesucristo y Marilyn Monroe, vidrios templados, veneno para ratas, bananos pecosos, rodajas de piña oro miel, pompones y girasoles, natilla en bolsa, candelabros brillantes, rascadores de espalda, controles universales, calendarios del Divino Niño y pregunte por lo que no vea.

“Aunque se ve gente en las calles, hay soledad. Algunas mañanas parecen domingos”, opina el taxista Jhon Vargas.

Es que el espacio público y sus transformaciones juegan un rol clave durante las pandemias. Las tendencias urbanas han ido de la mano de las enfermedades. En el libro X-Ray Architectura, de la española Beatriz Colomina, se reseña como a inicios del siglo XX los arquitectos se inspiraron en el diseño de sanatorios de tuberculosos para edificar espacios más higiénicos.

Cuenta Doris Tarchópulos, arquitecta con PhD en urbanismo y experta en planeación y crecimiento urbano, que la disciplina del urbanismo nació tras la epidemia del cólera que asoló a Europa en el siglo XIX durante la Industrialización. La migración del campo a la ciudad generó hacinamiento, lugares poco ventilados y consumo de agua no potable. “Nació el urbanismo para ordenar la ciudad y construir mejores sitios”, dice.

Sobre el proceso actual, anota Tarchópulos que el riesgo de contagio llevó primero a quitarle espacio al automóvil, porque la mayoría de usuarios del carro particular se fue a trabajar a casa, y dárselos al transporte unipersonal y a los restaurantes para que tuvieran servicios al aire libre y distancias seguras para la atención. Otro cambio, señala, es la recuperación paulatina de los parques públicos en desmedro de los centros comerciales que durante décadas fueron el espacio de esparcimiento por antonomasia. Volvieron a tener audiencia los aleteos de las palomas y los susurros de los árboles.

En efecto, en Medellín fueron peatonalizadas tres vías en El Poblado para consolidar espacios abiertos: la carrera 43B, entre las calles 8 y 9, en Astorga; la carrera 43E, entre las calles 11A y 12, en Manila; y la carrera 35, entre las calles 7 y 10, en Provenza.

Envigado también adoptó la medida en la Buena Mesa (carrera 44A entre calles 30 sur y 31 sur), sin embargo, según contó Gabriel Jaime Londoño, secretario de Desarrollo Económico, la intervención será permanente, para lo cual se destinarán $2.500 millones. En carpeta están proyectos similares en la vía contigua a la plaza de mercado y en un acceso de la iglesia El Trianón.

La necesidad de tener espacios al aire libre llevó a peatonalizar calles. Esta vía, la carrera 43B, entre las calles 8 y 9, se anexó al espacio público. FOTO: CAMILO SUÁREZ
La necesidad de tener espacios al aire libre llevó a peatonalizar calles. Esta vía, la carrera 43B, entre las calles 8 y 9, se anexó al espacio público. FOTO: CAMILO SUÁREZ

Una ciudad en arriendo

En La Castellana, en inmediaciones de la iglesia de Santa Gema, cerró después de 26 años el supermercado El Olímpico; en Carabobo, antes de llegar a la calle Colombia, se esfumó tras cuatro décadas la papelería Los Álvarez; y cerca del parque de Sabaneta, luego de 20 años de servicio, desapareció el bar Café Moreno.

“Debemos dar un paso más en tu historia tan llena de magia, sin pensarlo, llegó un momento de repente en el que la vida misma nos invita a cerrar un ciclo, a despedirnos, no sin antes guardar para nosotros todo lo preciado que construimos, nos queda para siempre tu nombre”, dice su publicación final en Facebook.

Francisco Javier Ramírez, entonces dueño del establecimiento, contó que Café Moreno no resistió el primer mes de cuarentena. “Tratamos de sobrevivir con domicilios pero el arrendamiento era demasiado alto, no era viable seguir así y por eso tomamos rápido la decisión para evitar desangrarnos”, rememora.

El negocio tenía, los fines de semana, once empleados. El mobiliario está guardado en una bodega a la espera de ver algún día de nuevo la luz.

Es que Antioquia fue el segundo ente territorial con mayor número de solicitudes de insolvencia en 2020, según el informe de la Superintendencia de Sociedades (Bogotá lidera con 1.673), con 497 procesos: 148 en trámite, 207 en ejecución y 142 en liquidación.

Por eso el cartel de “Arrienda” se replica para donde voltee la mirada. La Asociación de Centros Comerciales del Aburrá señala que en la subregión el número de locales desocupados permanece, en promedio, en el 20 %.

Claudia Jaramillo, directora ejecutiva de esa asociación, dijo que la vacancia varía dependiendo de la zona y del centro comercial: unos solo tienen dos locales disponibles, otros tienen hasta 40.

“El porcentaje de vacancia tiende a mejorar dado que los tráficos han aumentado”, apunta con esperanza.

De crisis y días de tedio dejados en el olvido es testigo el Palacio Nacional, en pleno Centro. Diseñado en 1924 por Agustín Goovaerts y declarado patrimonio histórico de la Nación en 1988, es centro comercial hace 28 años.

Jorge Alexis Muñoz tenía cuatro locales allí con ocho empleados, hoy atiende un solo local —el 9980— con un trabajador. “Tuvimos que cerrar tres meses, perdimos credibilidad con los proveedores y ya nos exigen pago de contado para nueva mercancía. Estamos moviendo inventarios viejos. Ojalá el peor momento haya pasado ya”, clama.

Antioquia fue el segundo ente territorial con mayor número de solicitudes de insolvencia en 2020, según el informe de la Superintendencia de Sociedades (Bogotá lidera con 1.673), con 497 procesos: 148 en trámite, 207 en ejecución y 142 en liquidación. FOTO: EDWIN BUSTAMANTE
Antioquia fue el segundo ente territorial con mayor número de solicitudes de insolvencia en 2020, según el informe de la Superintendencia de Sociedades (Bogotá lidera con 1.673), con 497 procesos: 148 en trámite, 207 en ejecución y 142 en liquidación. FOTO: EDWIN BUSTAMANTE

Otros levaron anclas y probaron en nuevos mares antes de claudicar. Es la historia que cuenta Óscar Herrera, cuando después de 33 años no pudo abrir más su cantina Bosques de Viena, un billar ubicado en Belén Rincón.

“Me dio berriondera cerrarlo, con este negocio levanté a mis hijos. Entonces hice un préstamo en el banco, cambié la decoración, compré la mercancía y sin saber nada me metí con productos de mascotas”, cuenta.

Entre bultos de comida y suvenires para perros y gatos, aún permanecen dos mesas de billar en la retaguardia. La esperanza es como una carambola a cinco bandas.

Óscar Herrera no pudo abrir más su cantina en Belén Rincón y por eso la convirtió en una tienda de mascotas. FOTO: MANUEL SALDARRIAGA
Óscar Herrera no pudo abrir más su cantina en Belén Rincón y por eso la convirtió en una tienda de mascotas. FOTO: MANUEL SALDARRIAGA

El paisaje se reconfiguró raudo y con la prisa de no sucumbir ante los acontecimientos. Tendremos que preguntar ahora qué quedaba antes en cada esquina para saber por dónde pisamos.

Parecemos atrapados en Orán, la ciudad argelina de la La Peste de Camus, y por esa suerte de eterno retorno en el que pendula la existencia no es posible nunca dar la guerra por ganada.

Así termina el libro y también este recorrido: “Oyendo los gritos que subían de la ciudad, Rieux tenía presente que esta alegría está siempre amenazada, pues sabía que esta muchedumbre dichosa ignoraba lo que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, que puede permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, que espera pacientemente en alcobas, en las bodegas, en las maletas, los pañuelos y los papeles, y que puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza de los hombres, despierte a sus ratas y las mande a morir en una ciudad dichosa”.

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