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El corregimiento Labores, en Belmira, ya no aguanta otra época de terror

Un poblado en medio del triángulo clave de los Urabeños para mover droga. Van dos homicidios recientes.

  • La Policía de la subestación de Labores apenas consiguió medios de transporte este mes, para vigilar la cabecera y cuatro veredas. FOTOS JAIME PÉREZ, ENVIADO ESPECIAL
    La Policía de la subestación de Labores apenas consiguió medios de transporte este mes, para vigilar la cabecera y cuatro veredas. FOTOS JAIME PÉREZ, ENVIADO ESPECIAL
  • La cabecera de Labores tiene una vía principal que se recorre en 602 pasos. Las viviendas no superan los dos pisos de altura.
    La cabecera de Labores tiene una vía principal que se recorre en 602 pasos. Las viviendas no superan los dos pisos de altura.
  • La principal actividad económica es la ganadería lechera, por eso es común encontrarse a las vacas en plena vía, llevando cantinas.
    La principal actividad económica es la ganadería lechera, por eso es común encontrarse a las vacas en plena vía, llevando cantinas.
Labores en Belmira ya no aguanta otra época de terror
04 de diciembre de 2017
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Los ruidos de la noche en el corregimiento Labores escondieron las pisadas de un par de asesinos, que se arrimaron a la ventana e introdujeron una mano empuñando la pistola.

El agricultor Juan Diego Arango González no se dio cuenta porque le estaba sirviendo la cena a su madre, doña Nubia, quien aguardaba junto a la mesa, en su vivienda del sector La Florida.

Los primeros disparos derribaron al campesino. Luego los invasores violentaron el cerrojo, penetraron la casa y remataron a la víctima. Eran las 8:00 p.m. del 23 de agosto de 2017, cuando la violencia le arrebataba a Nubia su tercer hijo. Al primero lo mataron las autodefensas, el segundo fue enterrado en una fosa por desconocidos y el tercero dejaba de respirar ante sus ojos.

Los verdugos desaparecieron en la oscuridad, sembrando en los corazones del pequeño poblado la semilla de una nueva época de violencia.

Labores es un intrincado cruce de caminos por el que en las últimas tres décadas pasaron los subversivos que prometieron dejar la guerra, los paramilitares que buscaron derramar sangre, la paz que todos añoraban y el miedo que nadie quiere padecer.

En la actualidad, es el miedo el que permanece, esa incontrolable sensación que genera desconfianza hacia los desconocidos, infunde temor a la soledad del campo y revive en la mente las tragedias del pasado.

Dos asesinatos perpetrados por sicarios, amenazas latentes y tres desplazamientos forzados en apenas cuatro meses, son demasiado para una población de mil habitantes, acostumbrados en los años recientes a morirse de viejos.

La desgracia llegó con la paulatina influencia de la banda “los Urabeños” o “Clan del Golfo”, que hace rato tiene presencia en las localidades vecinas, y que ahora amenaza con aprovechar las condiciones estratégicas de este sitio para extender sus redes de narcotráfico y extorsión.

Labores es el único corregimiento de Belmira, en el norte de Antioquia. Aunque en el mapa pertenece a ese municipio, en la práctica las vías internas son tan subdesarrolladas, que es más fácil ingresar por otros pueblos como Santa Rosa de Osos, Entrerríos o San José de la Montaña.

Es por eso que para los lobos del crimen organizado parece una presa fácil, porque Labores es de todos y de nadie.

El ombligo del problema

Henry Alberto Henao Correa, de 35 años, ordeñaba una vaca en su predio de la vereda Quebraditas, cuando un proyectil lo impactó por el costado. Cayó vencido a la grama y murió junto a los bovinos que tanto quiso, el 18 de octubre.

Fue el segundo homicidio en Labores este año, después del caso de Juan Diego Arango. Según la Policía, ambos hechos fueron cometidos en la modalidad de sicariato. Aunque no hay denuncias formales, la comunidad los atribuye a la misma estructura ilegal.

“Son esos paracos que vienen de Occidente. Se hacen llamar ‘urabeños’ o ‘ gaitanistas’”, detalla un residente del corregimiento, y ruega que por favor no publiquen su nombre porque no quiere ser el tercer muerto del año.

Los asesinatos a manos de bandas son una novedad en Labores. El año pasado también hubo dos muertes, pero por motivos diferentes: a un hombre que recién había salido de la cárcel le dispararon cuando conducía una moto, al parecer por viejas rencillas, y a otro lo apuñalaron en un tropel de borrachos, de acuerdo con los registros policiales.

La situación presente es más compleja, pues tres familias (dos del área veredal y una de la cabecera) se desplazaron por temor. La gente narra que han circulado mensajes de texto por celular, en los que algunas personas fueron amenazadas, “les dan plazos para irse si no colaboran”.

Estos son los tormentos que la comunidad le relató al equipo de EL COLOMBIANO que visitó el área el pasado lunes. Viajamos dos horas desde Medellín hasta Santa Rosa de Osos, y de allí una hora y 20 minutos más por una carretera destapada.

La ganadería lechera y el cultivo de papa son las principales actividades económicas de esta zona de clima frío, por eso se ven más vacas que gente a medida que nos internamos en el verdusco paisaje y se marea la señal del teléfono. En cada tramo aparecen labriegos de cachetes colorados, que arrastran cantinas de leche y dicen: “siempre les falta pa’ llegar, déle por ahí que el camino los lleva”.

La cabecera corregimental es una calle con 84 viviendas, tan pequeña y compacta que basta dar 602 pasos para recorrerla de un extremo a otro. En el trayecto se ven cuatro tiendas, dos tabernas, una papelería, un hotel, un templo y un colegio de 365 alumnos, que ya perdió dos de bachillerato por cuenta de los citados desplazamientos.

Aquí no hay oro, ni coca ni un próspero comercio para explotar, ¿entonces por qué despierta el interés del crimen organizado?

Investigadores de la Policía y la Fiscalía explican, bajo reserva de identidad por tratarse de expedientes en curso, que Labores es el ombligo de un corredor en forma de triángulo, que conecta cuatro subregiones de Antioquia: el Valle de Aburrá, Occidente, Norte y Bajo Cauca (ver el mapa).

En cada una de esas subregiones, “los Urabeños” tienen bases establecidas o alianzas con bandas locales, que les permite acceder a los cultivos ilícitos y laboratorios de cocaína de Valdivia y Tarazá, los mercados para el microtráfico de drogas en Bello, las minas auríferas de Buriticá y los predios para el lavado de activos en Santa Fe de Antioquia, San Jerónimo y Sopetrán.

En esta área demarcada la facción hace presencia con dos subestructuras: el frente Bajo Cauca y el frente Occidente, siendo este último el que clavó sus garras en Belmira y Labores, sacando provecho de sus senderos veredales y rutas montañosas, tan numerosas y entrelazadas como la cabellera de una mujer.

Según la información de nóminas decomisada en allanamientos, cuenta con cerca de 636 integrantes, bajo las órdenes de alias “el Cole”, quien además tiene la misión de copar los territorios que las Farc dejaron en Ituango. Esto implica un movimiento soterrado de tropa ilegal, que infunde temor en los campesinos.

El pasado 29 de junio fue capturado Albeiro Fajardo Ramírez (“Bladimir”), presunto cabecilla de “los Urabeños” en Belmira. Una comisión del Ejército y el CTI lo arrestó en una finca de la vereda El Zancudito, donde tenía enterrados dos fusiles, una subametralladora, un revólver, una pistola, dos granadas y 550 municiones.

En su informe, la Cuarta Brigada reseñó: “la detención de ‘Bladimir’ es un fuerte golpe contra el ‘Clan del Golfo’ en el norte de Antioquia, debido a que a través de él se determinaban los asesinatos y pagos por acciones criminales (...). Exigía el pago de extorsiones que oscilaban entre los $20 y $30 millones a comerciantes, transportadores y ganaderos”.

La Dirección de Fiscalías contra la Criminalidad Organizada le imputó a Fajardo, de 39 años, el cargo de porte ilegal de armas, y este lo aceptó. La próxima audiencia será el 14 de diciembre, cuando el juez decidirá qué pena le pondrá.

¿Invadidos de nuevo?

“Nosotros sabemos que aquí hay mujeres que se tomaron fotos con guerrilleros. Si entramos a una casa y vemos esas fotos, ¡se mueren!”, advirtió el comandante paramilitar a la población, el 26 de octubre de 1996, cuando las Autodefensas llegaron a Labores.

El poblado había quedado estigmatizado, después de que un grupo de insurgentes del Epl se desmovilizara en su suelo el 1° de marzo de 1991.

“Ellos no delinquían aquí, solo vinieron para la reinserción, y dejaron una plaquita ahí junto a la iglesia”, narra un lugareño. La placa ya tiene las letras borrosas por el paso del tiempo, pero forzando la vista se lee: “Ejército Popular de Liberación agradece a la población de Labores, partícipe y testigo de nuevos senderos democráticos en Colombia”.

Los “paracos”, que arribaron a los cinco años, creyeron que allá vivían auxiliadores del enemigo, y su primer acto fue filar a varios hombres en una esquina y fusilar a uno.

Así empezó una ocupación de una década, en la que mataron, secuestraron y extorsionaron por doquier. Las fincas fueron tomadas por traquetos en camionetas de alta gama, cuyas fastuosas parrandas interrumpían la tranquilidad de los habitantes.

Un residente de memoria prodigiosa recuerda que el 17/12/97 hubo un triple homicidio y una de las víctimas fue el veterano tendero Tulio Zapata, apreciado por todos en el pueblo. “Eso provocó un desplazamiento masivo, casi la mitad de la gente se fue, decían que si habían matado a don Tulio, mataban a cualquiera”.

Las autodefensas partieron en 2005, mas estas historias regresaron a los corrillos de Labores de cuenta de las tristezas recientes.

Para su protección tienen una subestación de Policía inaugurada en 2016. Su sede es la edificación más moderna del corregimiento, pero los uniformados no son más de 15 y sus recursos escasean.

De hecho, no tenían motos hasta el mes pasado. Tuvieron que pedir prestadas dos a la Alcaldía de Ituango y la Gobernación les regaló otra hace dos semanas, gracias a lo cual pueden recorrer las cuatro veredas.

Lo hacen en grupos con escolta, pues la llegada de “los Urabeños” provoca resquemores ante un posible Plan Pistola. No es para menos, en este año la banda ha ejecutado 78 ataques contra la Policía en el país, matando a 23 e hiriendo a 74 uniformados.

Los policías aseveran que la problemática viene de afuera, y que se están coordinando con el Ejército para evitar que les coja ventaja. Y la comunidad espera más ayuda de las autoridades, porque Labores ya no aguanta otra época de terror.

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