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El tigre de Amalfi: la caza de un jaguar que marcó la identidad de este pueblo de Antioquia

La historia del felino que mataron en 1949 ha sido retratada de todas las formas. Hoy se transforma el relato al de la conservación de las especies de felinos que habitan el territorio.

  • Amalfi, ubicado en el Nordeste antioqueño, tiene una identidad muy marcada con base en la historia de la caza de un jaguar al que llaman tigre. La imagen antigua es una foto enmarcada en la alcaldía del municipio. FOTOS Esneyder Gutiérrez
    Amalfi, ubicado en el Nordeste antioqueño, tiene una identidad muy marcada con base en la historia de la caza de un jaguar al que llaman tigre. La imagen antigua es una foto enmarcada en la alcaldía del municipio. FOTOS Esneyder Gutiérrez
  • El pueblo está lleno de distintos felinos que han marcado la historia y la idiosincrasia del pueblo. FOTOS Esneyder Gutiérrez
    El pueblo está lleno de distintos felinos que han marcado la historia y la idiosincrasia del pueblo. FOTOS Esneyder Gutiérrez
  • La imagen izquierda es la del jaguar cazado en 1949 y la de la derecha la del jaguar cazado en 1957. Ambas fotos están en la Alcaldía de Amalfi. FOTO Esneyder Gutiérrez
    La imagen izquierda es la del jaguar cazado en 1949 y la de la derecha la del jaguar cazado en 1957. Ambas fotos están en la Alcaldía de Amalfi. FOTO Esneyder Gutiérrez
  • Comparativo de la ocelote albina cuando fue hallada y cómo luce en el parque de la conservación. FOTOS Cortesía y Camilo Suárez
    Comparativo de la ocelote albina cuando fue hallada y cómo luce en el parque de la conservación. FOTOS Cortesía y Camilo Suárez
  • El jardín botánico es un atractivo natural de Amalfi, donde tienen un nacimiento de agua pura que abastece a todo el casco urbano. FOTOS Esneyder Gutiérrez
    El jardín botánico es un atractivo natural de Amalfi, donde tienen un nacimiento de agua pura que abastece a todo el casco urbano. FOTOS Esneyder Gutiérrez
06 de septiembre de 2025
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En el Caribe, el hombre enfrenta al diablo en un duelo de acordeón y al final sale victorioso, como un semidiós que, con sus limitaciones, venció a un ser superior. En las montañas del Nordeste de Antioquia también hay cuento, también hay leyenda. Pero esta leyenda, nace de un hecho conocido, verificable: la caza del “tigre” de Amalfi, tigre que no es tal, sino un jaguar, el gran felino americano. Así, el hombre antioqueño, de montaña, ducho en abrir monte, se enfrenta al tigre poderoso, ágil, elástico, fuerte, hasta vencerlo en duelo a muerte. La historia que marcó la identidad de un pueblo.

El jaguar, o el tigre, está puesto sobre una estructura de madera. Tiene la cara dolorida, la boca abierta, los ojos cerrados; da una honda impresión de dolor. Sus miembros están rígidos, cubiertos por la frialdad de la muerte. No se alcanza a ver herida ni sangre derramada, pero en la imagen de arriba están los verdugos, los que han acometido la caza: cinco hombres posan, uno con un machete y cuatro con escopetas, como observando al animal que ya no inspira temor, sino lástima. Las miradas de los hombres, bajo los sombreros, son impasibles, no hay júbilo por lo que consideran hazaña. La escena es, en suma, una estampa trágica.

La imagen está exhibida en la alcaldía municipal, en el museo etnográfico, en un libro. Es la original, la que dio vida al relato de hace 76 años, una leyenda casi, la inspiración de pinturas, esculturas, canciones, cuentos, obras de teatro, documentales. La anécdota más conocida en el pueblo, la que tiene de protagonistas a un jaguar, cinco campesinos, un cura y un alcalde.

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El tigre malo de Amalfi

Don Óscar Vásquez era niño cuando su padre, Antonio José Vásquez, se convirtió en uno de los campesinos que cazó a la fiera. Hoy cuenta la historia hasta donde se lo permite la memoria, tal como la recuerda de boca de su progenitor. El imponente animal era perseguido por Antonio José, sus hermanos Miguel y Arturo, y por Francisco Jaramillo y su hijo Abelardo. Relata don Óscar que le ponían trampas y siempre se salvaba, lo acechaban desde lo alto, le dejaban carnadas, pero se escabullía. Querían cazar al tigre porque se les había comido unas vacas y otros animales: “Una vez salió mi papá persiguiendo el rastro porque le mató una yegua, pero cuando el tigre cogió el monte se perdió (...) Mi papá se encontró con los otros cazadores, le metieron el día, pero no fueron capaces de matarlo, allá les mató a un perro”.

La persecución acabó en noviembre de 1949, con un tiro certero en la cabeza del jaguar. Los cazadores lo sacaron en una mula por el camino de herradura hasta el pueblo y allí se hizo el jolgorio. La narración de don Óscar la ha oído una y otra su nieta Manuela Durango Vásquez, la joven bibliotecaria del pueblo que tenía 2 años cuando falleció su bisabuelo Antonio José. Es una historia que se contó y se cuenta aún en todos los hogares. Le agregaron, tal vez magnificaron, algún detalle, pero los hechos concretos indican que el alcalde de la época tiró la casa por la ventana cuando llegaron con el tigre. Lo entraron a la alcaldía donde hicieron una fiesta en la que el mandatario se gastó $20 del erario público, hecho que le costó el puesto. “A mí también me comió el tigre”, habría sido un titular de prensa sobre la noticia de su destitución.

El relato oral pasó al escrito. Uno de los más famosos es el de José Rendón Builes, quien escribió que el padre de la época, Guillermo Yepes, ofreció recompensa a quien cazara a ese “feroz carnicero” y que, incluso, habían mandado a traer unos cazadores, que llegaron cuando ya los Vásquez y los Jaramillo caminaban con el jaguar muerto. En bancas del parque o mesas de la biblioteca hay quienes cuentan que el cura decía que el tigre era el diablo castigando a los que no pagaban diezmo. Unos dicen que el sacerdote no cumplió la recompensa y otros, que les dio la plata a los cazadores mandados a llevar al pueblo aun cuando los otros se les adelantaron. Se oye que el cuerpo del tigre lo embalsamaron, aunque nadie sabe a dónde fue a parar.

Pero la falta del cuerpo tieso de un jaguar al que llaman tigre no impidió que la leyenda se instalara en lo hondo de la identidad de Amalfi. No importa cuál sea la representación del tigre, plasmado en esculturas, pinturas, murales, negocios, jardines, casas, escuelas. Está en el imaginario colectivo, todo el pueblo está lleno de felinos. No obstante, algunos consideran que ha faltado una mirada que trascienda el folclore respecto a lo que simboliza el jaguar, el real animal que mataron esos campesinos: con su aire de deidad indígena, hijo del Sol y la Luna, animal sagrado que proviene directo de los dioses.

El pueblo está lleno de distintos felinos que han marcado la historia y la idiosincrasia del pueblo. FOTOS Esneyder Gutiérrez
El pueblo está lleno de distintos felinos que han marcado la historia y la idiosincrasia del pueblo. FOTOS Esneyder Gutiérrez

Un felino retratado en piezas como el soneto El ocaso del tigre, de Alberto Elías Ibarbo: Por la tétrica selva donde el viento rumora y pisando el silencio de la inédita playa, pasa el tigre expectante y la luz se desmaya en la piel del felino que la lumbre decora. Se desnuda la sombra y en la brisa que calla hay un dejo de zarpas acechando la hora; un relámpago cruza y el follaje se dora en bengalas que alternan como en una batalla. Se despierta el boscaje y se escucha un rugido palpitando en el eco que se aleja aterido despertando montañas que a lo lejos expiran. Ha caído en la trampa que le armó un campesino y en un vértigo triste como en un remolino se le apagan los ojos y las garras se estiran.

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El tigre es tan importante que algunos no olvidan el bochinche que se armó cuando un alcalde quiso quitar su escultura, que siempre había estado a un costado de la iglesia principal, para instalar una de la Madre Laura en 2019. Al animal lo movieron unos metros, muy cerca de la santa, que en los últimos años se han empeñado en ratificar como otro referente del pueblo: allí vivió, dicen que 10 años intermitentes, en la vereda La Viborita, donde residía la familia de su tía, la también religiosa María Jesús Upegui Moreno; allí hizo la confirmación; en esa tierra, cuentan, a la santa le llegó el llamado de Dios.

El jaguar para conservar

Adrián Arango nació tres décadas después de cazado el tigre. Es músico y gestor cultural; creó una de las canciones sobre el felino, en 2005, cuando el alcalde de entonces mandó a hacer uno de los monumentos del parque. Quiso llevar la historia al ritmo tropical parrandero. En esa época, El tigre malo era la más popular: En Amalfi hay un tigre que está causando mucho pavor, está acabando con las vaquitas y los novillos de don Ramón. El cura dice que da mil pesos o mil quinientos al cazador, el que lo mate o lo coja vivo para que acabe la matazón.

La canción tal vez ya existía cuando ocurrió en el municipio otra derrota mortal a un jaguar. EL COLOMBIANO reseñó la noticia en marzo de 1957 como un hecho similar al del 49: mataron al animal con tiros de escopeta y hasta machete porque se comió unas reses. La imagen que acompaña el suceso muestra a un campesino menudo, de sombrero, descalzo, con el pantalón bien sujetado con la correa y el carriel terciado. A su lado, colgando, el jaguar muerto, otra vez con la boca abierta, con una mueca de dolor, de angustiosa agonía; es enorme, gana al campesino en peso, estirado como está es más alto, más fornido.

La imagen izquierda es la del jaguar cazado en 1949 y la de la derecha la del jaguar cazado en 1957. Ambas fotos están en la Alcaldía de Amalfi. FOTO Esneyder Gutiérrez
La imagen izquierda es la del jaguar cazado en 1949 y la de la derecha la del jaguar cazado en 1957. Ambas fotos están en la Alcaldía de Amalfi. FOTO Esneyder Gutiérrez

Las dos cazas bien podrían haber inspirado la canción de Adrián, pero que trata sobre el del 49 y que llamó El tigre de Amalfi. En un tono más jocoso habla de cincuenta vacas, cien novillos, treinta caballos y diez marranos devorados por la fiera. Lo de los marranos no es cierto, dice, tampoco la cantidad de animales que el jaguar se zampó. ¿Qué más da otra variación en la historia? Porque lo que se ha dicho año tras año desde hace 76 no puede estar intacto.

Por ejemplo, ahora todos saben que no era un tigre sino un jaguar, la misma especie que Adrián vio con unos compañeros por una vía del municipio hace casi 12 años. El relato no refleja tanto la hermosura en las palabras como en la expresión del narrador: “El tigre se vino galopando adelante de la volqueta en la que íbamos; unos perritos a lado y lado corriendo, y ese tigre corriéndole a la volqueta. Miró para un lado, miró para el otro, y por ahí a 200 metros de donde lo encontramos, se agachó y se tiró por un alambrado, una cosa hermosa. Nos bajamos a mirar, vimos en VIP a esa belleza de animal. Se fue tranquilo, por toda la manguita y pasó la quebrada”.

Poco más de un mes después, al felino lo mataron porque lo vieron acechando el ganado. Ya no fue un hecho como el del 49, de recocijo y orgullo. Empezaban a tomar conciencia de la importancia de preservar la especie. Es normal que se acerque a la vida humana en busca de alimento por el desplazamiento de sus propios hábitats por causas como la tala de árboles. Lo dicen, cada uno en sus palabras, Manuela, Adrián, don Óscar; lo dice el secretario de Desarrollo Económico Sostenible y Ambiental de Amalfi, Juan Carlos Cortés, para explicar el esfuerzo por preservar al jaguar y otros cinco felinos con presencia en el territorio: dos especies de tigrillos, el ocelote, el yaguarundí y el puma.

Tienen casi 2.000 hectáreas de preservación; corredores biológicos, entre ellos el del jaguar; cámaras trampa que han captado varias especies. “En 1949 se celebraba como un trofeo cazarlos. Hoy es un trofeo tenerlos para preservarlos”, dice el secretario. El otro frente es sensibilizar a la gente sobre la riqueza del jaguar en el municipio, de las funciones que cumple en el ecosistema, que comprendan que es imperante la mirada de conservación.

Así vivieron, en 2021, otro emblemático hecho: la primera ocelote albina de la que había registro en el mundo, según el Área Metropolitana del Valle de Aburrá (AMVA). Una familia la tenía en su finca y la entregó de forma voluntaria. Estaba diminuta, delgada, la trasladaron de Amalfi a Medellín, donde sigue, en el Parque de la Conservación, prácticamente ciega, pero protegida y en buenas condiciones.

Comparativo de la ocelote albina cuando fue hallada y cómo luce en el parque de la conservación. FOTOS Cortesía y Camilo Suárez
Comparativo de la ocelote albina cuando fue hallada y cómo luce en el parque de la conservación. FOTOS Cortesía y Camilo Suárez

Acciones cruciales, dice Juan Carlos Carvajal, secretario de Planeación de Amalfi, quien ve en la imagen de ese jaguar convertido en tigre la oportunidad de fortalecer la protección de las especies, pero también de incentivar el turismo, desde la identidad y la riqueza natural y cultural de este municipio donde sigue preponderando la minería del oro como la vocación económica, con otros renglones como café, cacao, caña, ganadería y productos de pancoger.

Piensan que les falta visibilidad, pero que tienen potencial para recibir visitantes que quieran conocer el jardín botánico, oasis de árboles frondosos y raíces emergiendo de la tierra, donde encontraron una mariposa endémica, Pierella helvina amalfi, y donde queda la Fuente de San Ignacio, nacimiento de agua pura con caudal entre 160 y 200 litros por segundo, que abastece a todo el casco urbano; dicen, como si fuera otro dato de identidad colectiva, que es el nacimiento de la segunda quebrada más corta del mundo, que la primera está en Boston. O a quienes quieran conocer los petroglifos descubiertos en las veredas durante las obras de los embalses Porce II y III. O hacer tours en fincas de cacao o café.

El jardín botánico es un atractivo natural de Amalfi, donde tienen un nacimiento de agua pura que abastece a todo el casco urbano. FOTOS Esneyder Gutiérrez
El jardín botánico es un atractivo natural de Amalfi, donde tienen un nacimiento de agua pura que abastece a todo el casco urbano. FOTOS Esneyder Gutiérrez

O visitar la Sala Arqueológica, un pequeño museo que resguarda vestigios de enorme valor; donde está la primera bicicleta que llegó del Reino Unido en avión, en 1955, trece años después del primer aterrizaje en este municipio que primero tuvo aeropuerto que vía a Medellín; y donde se conservan discos y reconocimientos del artista Camilo García, oriundo de esa tierra y que le dio vida a la música serenata con el Dueto de Antaño.

Anyi Restrepo, auxiliar en Turismo, advierte que tienen además tres cerros tutelares con historias particulares, que pueden hacer caminatas ecológicas o rutas en bicicleta en un pueblo que dice tener más bicicletas que personas. Están convencidos de que no pueden dejar que persista sobre el municipio una mirada única de violencia, porque es más que la cuna de los exparamilitares Castaño o el escenario de problemas de orden público como el ataque al helicóptero de la Policía que dejó 13 muertos en la vereda Los Toros.

Para obtener el título de antropóloga en la Universidad de Antioquia, Alejandra Santamaría hizo el trabajo de grado sobre el tigre de Amalfi. Aunque nació en Medellín tiene familia allí y cuando era niña se fascinaba con la finca de su tío abuelo León Quintero, donde recuerda una pancarta con esa historia. Estando en la universidad, quiso responder preguntas sobre el rol del animal en la memoria colectiva de Amalfi, y tras dos años de investigación, entrevistas, conversaciones, lecturas, sacó conclusiones.

“El tigre de Amalfi se comporta desde la antropología como un mito fundacional, que revela códigos morales y una atmósfera cultural que los amalfitanos han seguido a lo largo del tiempo. También muestra cómo esos códigos morales se van transformando, pero siempre está la base. El tigre cobra sentido porque materializa lo que históricamente se venía construyendo en medio de la colonización antioqueña, a partir de la identidad antioqueña, de personas berracas, echadas para adelante, que pueden conquistar la naturaleza”, dice.

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Para ella, con el episodio del 49, los amalfitanos pudieron demostrar a Antioquia y al país que eran fuertes. La otra parte de la historia la cuenta el cambio que se ha dado por los discursos de conservación del jaguar, es decir, la leyenda tiene una presencia muy importante en las nuevas generaciones de Amalfi, pero no de la manera de antaño. Alejandra lo cataloga como “uno de los mitos fundacionales que tenemos en Colombia que todavía sigue en construcción”.

Mientras tanto, todo el que llegue a Amalfi verá los tigres. Incluso, es posible, la imagen de aquel que retrató Pedro Nel Gómez en la obra Conquista de los Andes y el tigre de Amalfi: cuatro peones que cargan el cuerpo del jaguar con una mueca que llora, que ríe, que espanta. Es el cuerpo de un ser superior caído en desgracia, que yace bajo las manos de cuatro mortales que le cazaron.

Pero, aparte de los cazadores hay dos hombres más, al parecer capataces que dan órdenes, que celebran la caída del semidiós. La interpretación de la pintura del artista se abre a las posibilidades. La de hoy es una sola: si en el pasado quien vencía al tigre era el héroe, ahora lo es quien conserva al jaguar.

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