Ella querendona y él algo tímido. Ella risueña y él con pose de muy serio. Ella pintora y él jardinero. Así son Berta Tulia Posada y Héctor de Jesús Hernández, dos adultos mayores que luego de experimentar la soledad hallaron el amor en un hogar geriátrico y después de dos años de noviazgo decidieron casarse.
La nupcias serán el próximo 17 de septiembre en la Colonia Belencito, un hogar para atención del adulto mayor de Medellín donde se conocieron y cuyos pasillos y jardines han sido testigos de una relación amplia en abrazos, en caminatas tomados de la mano y en risas y miradas compartidas y cargadas de esperanza y amor.
Desde que lo vio por primera vez, Berta, de 70 años, sintió el aleteo del amor rondar. “Ese día dije qué belleza de hombre, ¿será que es para mí?”, dice invadida en la ternura de sus 1,51 mts de estatura, su piel morena y sus ojos que delatan lo que se agita en su cuerpo cuando lo mira.
Él, nacido en Yarumal, con 61 años y apariencia de campesino de tierra fría, llevaba 15 años de soledad tras separarse de su primera compañera de vida, con la que tuvo dos hijos y de la que prefiere no hablar en presencia de Berta. “Yo me enamoré a la primera mirada y decidí darme otra oportunidad, porque ella me inspira confianza y me gusta como me trata”, confiesa. Cada palabra que él dice parece ser un mensaje para que ella entienda que ninguna se atravesará entre los dos, “porque a ella a veces le dan arrebatos (de celos) y yo sé cómo la controlo”.
Y nació el amor...
Se conocieron hace dos años. Berta, nacida en Amalfi, nunca tuvo esposo ni hijos y se pasó la vida trabajando en casas de familia, por lo que no sacó tiempo para el amor. “Muchos hombres llegaron y oportunidades tuve, pero a ninguno le creí los cuentos”.
Ella dice que lo ama por serio, “por colaborador, por alto y acuerpado y porque es muy detallista”. El día de su cumpleaños (26 de junio), Héctor le regaló un reloj igual a otro que compró para él. También le dio un celular para poderla llamar más seguido y fueron detalles así los que lograron que Berta le diera el sí a sus propuestas de amor.
“Cuando yo cumplí años (el 9 de enero) ella me dio una camiseta y un pantalón”, cuenta Héctor, que toda su vida fue camionero, pero un día lo echaron y llegó a un taller de carrocerías hasta que una chispa le cayó en sus ojos y lo dejó ciego, entonces, cansado de luchar y sin esperanzas de nada, se tiró a dormir en un camión.
Hace dos años la vida lo llevó a Belencito, donde de entrada conoció a Berta, que llevaba allí ocho años, y se propuso enamorarla. Allí, las directivas le tramitaron una cirugía para devolverle la vista y hoy él ve claro por uno de sus ojos. Sus horas se las pasa cuidando los jardines y cultivando una huerta, mientras ella asiste a sesiones de pintura.
Hace dos semanas decidieron casarse. La ceremonia la organiza la alcaldía a través de la Secretaría de Inclusión Social y las directivas de la Colonia. Se les ve felices, coquetos, con brillo en los ojos de ella y ansiedad en la mirada de él.
“No vamos a estar juntos hasta viejitos sino desde viejitos”, dice ella entre risas mientras cuenta los días que faltan para la boda, a la que quiere llegar vestida de blanco “y que pongan la marcha nupcial”