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Siempre supe que iba a volver a La Linda”: don Rodrigo Buitrago

Tras más de 10 años, en agosto concluyó retorno de 200 personas desplazadas de esta vereda de El Carmen de Viboral.

  • Don Rodrigo Buitrago junto a su esposa, unos de los 200 retornados a la vereda La Linda del Carmen de Viboral. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
    Don Rodrigo Buitrago junto a su esposa, unos de los 200 retornados a la vereda La Linda del Carmen de Viboral. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
  • Manifestación cívica en contra del conflicto armado en el oriente antioqueño. FOTO: Archivo
    Manifestación cívica en contra del conflicto armado en el oriente antioqueño. FOTO: Archivo
  • Don Rodrigo junto a la finca que alzó de nuevo luego de volver a la vereda. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
    Don Rodrigo junto a la finca que alzó de nuevo luego de volver a la vereda. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
  • Prácticamente despintado, pero todavía legible en la parte superior del muro, las siglas de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá ACCU todavía se ven en algunas fachadas. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
    Prácticamente despintado, pero todavía legible en la parte superior del muro, las siglas de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá ACCU todavía se ven en algunas fachadas. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
  • Don Rodrigo y su esposa contemplan una foto antigua de la finca de La Linda que fue volada por la guerrilla. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
    Don Rodrigo y su esposa contemplan una foto antigua de la finca de La Linda que fue volada por la guerrilla. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
  • Don Rodrigo junto a su esposa y sus hijas. Arriba, las fotos familiares de los Buitrago. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
    Don Rodrigo junto a su esposa y sus hijas. Arriba, las fotos familiares de los Buitrago. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
  • Siempre supe que iba a volver a La Linda”: don Rodrigo Buitrago
  • El punete construido para permitir el paso de los estudiantes a la escuela rural de la vereda. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
    El punete construido para permitir el paso de los estudiantes a la escuela rural de la vereda. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
  • El profesor Esneyder Gutiérrez junto a los únicos alumnos que hay en la escuela veredal. Atrás, un graffiti con un ave Fénix que representa el resurgir de La Linda Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
    El profesor Esneyder Gutiérrez junto a los únicos alumnos que hay en la escuela veredal. Atrás, un graffiti con un ave Fénix que representa el resurgir de La Linda Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
  • Una jornada de clases en el colegio rural de la vereda La Linda. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
    Una jornada de clases en el colegio rural de la vereda La Linda. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
07 de septiembre de 2025
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Las cosas como son. En Antioquia, hay zonas de montaña con carreteras complejas, a donde la luz apenas llegó hace poco tiempo y en donde las escuelas siguen sin tener internet. Sin embargo, pese a estos complejos panoramas, para muchos campesinos esos duros territorios son su hogar. Y tal vez por eso vemos veredas con bellos nombres, pues para estas personas son su tierra prometida, la que siempre está en sus corazones y a la que siempre se busca volver incluso cuando el fantasma de la guerra parece haber sido exorcizado.

La de hoy es la historia de la vereda La Linda, enclavada en las nubosas montañas entre La Unión y El Carmen de Viboral, y a la que recientemente cerca de 200 personas retornaron luego de haber sido desplazadas por la absurda guerra que sacudió el Oriente antioqueño.

La Linda es atravesada por una carretera que ofrece varios contrastes. Por un lado, algunas casas abandonadas comparten linderos con otras edificaciones modernas que se han levantado hace poco. Además, mientras en unas tierras la maleza crecida da cuenta de que no hay mayor movimiento, en otras los frondosos cultivos de fresas, tomate de árbol, papa y flores dominan el horizonte que a veces está moteado por vacas dóciles y hasta cabras. Todo ocurre en medio del silencio que acompaña el alterne entre la niebla y el sol de esa montaña.

Manifestación cívica en contra del conflicto armado en el oriente antioqueño. FOTO: Archivo
Manifestación cívica en contra del conflicto armado en el oriente antioqueño. FOTO: Archivo



Desde hace 10 años han venido llegando “graneaditos” los campesinos que tuvieron que salir a finales de la década de 1990 por cuenta de los combates armados en esta zona del departamento, a raíz de la lucha de los grupos violentos. Así lo recordó don Rodrigo Alonso Buitrago Orozco, uno de los labriegos retornados a La Linda junto a su familia.

“La vereda se ‘ensució’ como un río”

Pese a tener 81 años, don Rodrigo posee una agilidad, memoria y estado físico que ya envidiaría más de uno. Él es un hombre risueño y de ojos claros que transmiten sinceridad. También es poseedor de una gran amabilidad y generosidadm así como de una capacidad unica para contar historias.

Como uno de los patriarcas de La Linda, él y su familia fueron testigos excepcionales de la tragedia y la epopeya de la vereda, pues prácticamente –junto a sus allegados– fue de los últimos en salir de allí ante el embate de la guerra, y de los primeros en retornar cuando las cosas se calmaron. Así recordó el inicio de la diáspora.

“Vea, cuando llegó esa gente, la vereda se fue... como ‘ensuciando, ensuciando’... como si fuera un río. Uno por uno fue llegando de esa gente de la guerrilla. Empezamos a ver gente rara. Eso se fue cuajando, se fue cuajando... hasta que ya se cuajó la violencia...”, explicó a su modo don Rodrigo.

Buitrago comentó que si bien a él los armados nunca le dijeron que se fuera de su finca, la situación diaria se hacía insoportable pues tristemente la vereda estuvo en el ojo del huracán del conflicto en esa zona del Oriente.

Don Rodrigo junto a la finca que alzó de nuevo luego de volver a la vereda. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
Don Rodrigo junto a la finca que alzó de nuevo luego de volver a la vereda. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry



Como narraron otros vecinos, el tránsito de secuestrados por La Linda así como el reclutamiento de menores de edad y la serie de asesinatos ocurridos allí hicieron imposible vivir. Sin embargo, don Rodrigo y los suyos trataron de aguantar, motivados tal vez por la renuencia a dejar lo que era de ellos: su tierra.

Pero el culmen de la situación se dio en 2002. Según el texto Verde y ocre: montañas. Historia del conflicto armado en El Carmen de Viboral 1989-2003 –del historiador Juan Camilo Ramírez Betancur–, en marzo de ese año, los guerrilleros se tomaron La Linda usando como centro de operaciones la escuela rural. Ese día mataron a tres personas y ocasionaron el desplazamiento masivo de los habitantes de la vereda hacia La Unión.

“Cerca de las instalaciones de la escuela ese mismo grupo destruyó en su totalidad una pecera y una finca de propiedad de particulares. Ambas instalaciones fueron destruidas utilizando grandes cargas explosivas (el eco de la explosión se escuchó hasta en La Unión). Igualmente a su paso se hurtaron más de 100 reses de todos los habitantes de la región”, se lee en el documento sobre uno de los eventos que hasta hoy todavía recuerdan los vecinos de La Linda.

Prácticamente despintado, pero todavía legible en la parte superior del muro, las siglas de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá ACCU todavía se ven en algunas fachadas. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
Prácticamente despintado, pero todavía legible en la parte superior del muro, las siglas de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá ACCU todavía se ven en algunas fachadas. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry



De la memoria de don Rodrigo tampoco se borra el hecho de que los armados le hicieron saber que dos minas antipersona habían quedado cerca a su propiedad. Además, tras la llegada de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU) y del Ejército a La Linda, su humilde finca quedó en el medio de los combates que estos sostenían contra los guerrilleros, por lo que las balas zumbaban sobre las cabezas de la familia.

“Ellos se desafiaban de morro a morro. Y nosotros, en la mitad. Mi mamá cuenta que le tocaba meterse debajo de la cama con los niños y que al más pequeño le tapaba la boca para que no fuera a gritar”, comentó Aleida, una de las hijas de don Rodrigo quien también retornó a La Linda, sobre esa funesta época.

“¡Hasta ‘aviones’ de guerra hubo por acá!. Uno escuchaba esos helicópteros y esos combates a la madrugada y eso parecía la hora de llegada ¡No, que miedo y que zozobra!”, recordó él.

A raíz de la situación, los Buitrago estaban en la encrucijada de no querer abandonar la tierra, pero también salvaguardar la vida de todos, incluyendo los 13 hijos. Ante esto, don Rodrigo tuvo que tomar una dolorosa decisión: salir de La Linda. Él fue de los últimos en irse, según recordó.

“Cuando salimos desplazados, unos terminamos primero en Sevilla, en el Valle del Cauca, por allá donde una hija mía... Nos tocó repartir la familia por varias partes para no quedar ‘atarugados’. ¿Que qué sentí al dejar mi casa?... Sentí como una.... como una tristeza muy grande de tener que dejar esta tierrita que tanto sudor nos costó... Pero me tocaba porque yo soy responsable con mi hogar, porque yo sé que mi deber es cuidar a mi familia hasta el último día de mi vida”, comentó con la cabeza gacha y la voz algo apagada mientras se sumergía en el recuerdo de esa tristeza.

Como tantas familias del departamento, el desplazamiento de los Buitrago se extendió por varias zonas del país. Desde Sevilla y La Unión en el Valle, pasando por Tarazá, y terminando en La Unión, Antioquia. “Aunque estoy muy agradecido con mis hijos por recibirme, hay que decir que uno siempre andaba como aburrido... Es que uno no se amaña sino está en lo de uno y más yo por allá en esa tierra caliente sabiendo que pa’ mí lo mejor del mundo es la tierra fría”, comentó entre risas.

Volver a empezar

Cerca de una década después de salir de La Linda, aprovechando su estancia en el vecino La Unión, don Rodrigo comenzó a darle –con mucho cuidado– vueltas a su terruño. Al ver que la cosa estaba nuevamente tranquila, se le fue formando una idea en su cabeza que al final derivó en una decisión: volver a La Linda.

Don Rodrigo y su esposa contemplan una foto antigua de la finca de La Linda que fue volada por la guerrilla. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
Don Rodrigo y su esposa contemplan una foto antigua de la finca de La Linda que fue volada por la guerrilla. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry



–Me venía a dar ronda por acá y pues... Volver me hizo sentir como una paz, como una alegría de rescatar mi tierrita. Porque aunque en otras partes a muchos se les apoderaron de las fincas, la mía la encontré bien.

¿Bien? ¡Pues cómo bien, si la casa estaba caída!. Jajaja. Comentó la esposa de don Rodrigo terciando en la conversación con su punto de vista y con el peculiar estilo de las matronas paisas.

–¡Ah, eso sí! El rancho estaba caído, el techo se lo llevaron, eso se perdió. Pero ahí empecé a montarlo otra vez. En La Unión un señor me regaló “hojas”, un material finísimo, para entechar la casa y en un aserrío les comenté mi situación y me regalaron las tablas para volver a hacer la casa. Yo la verdad soy muy bendecido por Dios, porque la verdad no tengo con que pagarle a tanta gente que me ha colaborado.

La casa de don Rodrigo y su esposa está hecha sobre todo con tablas y plásticos; sin embargo, todo está tan bien dispuesto y organizado que el hogar posee una belleza surgida de esa sencillez campesina. La casa le brinda a quien la visita un ambiente acogedor también reforzado por la tranquila presencia de gallinas, patos, perros juguetones, hermosas flores y abejas que revolotean en ese pequeño paraíso que una vez fue epicentro del infierno de la guerra.

Don Rodrigo junto a su esposa y sus hijas. Arriba, las fotos familiares de los Buitrago. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
Don Rodrigo junto a su esposa y sus hijas. Arriba, las fotos familiares de los Buitrago. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry

El apoyo para el retorno

Sin proponérselo, el patriarca de los Buitrago se volvió en el embajador del retorno de La Linda. “Muchos vecinos de antes me llamaban y me preguntaban que cómo estaba el asunto por acá. Yo les decía que esto estaba muy sano, que iba a arrancar otra vez con la finca y que les contaba como me iba. Como me fue bien, les comenté y más gente se animó a volver. Luego me agradecían, me decían que les dí el ‘boleto’ para retornar”, recordó.

En 2015, al retorno graneado se sumó la Unidad para las Víctimas, sobre todo un funcionario de nombre Julián al que la comunidad le agradece mucho y cuyo esfuerzo fue también vital. Desde ese año se empezó el acercamiento con la comunidad para identificar si había un regreso que permitiera desarrollar proyectos para reactivar la vereda.

Siempre supe que iba a volver a La Linda”: don Rodrigo Buitrago



“Ante esto, llegamos a la vereda e inicialmente se socializó la Ley de Víctimas y de Restitución de Tierras y se les ofreció apoyo con el retorno. Los Planes de Retorno y Reubicación son proyectos a largo plazo, en los que se realizan acciones concertadas con comunidades y deben tener relación con los daños ocasionados en el conflicto. En La Linda, a raíz de la presencia de minas, se realizaron labores de desminado humanitario y también se hicieron labores de restablecimiento de proyectos productivos agrícolas y de mejoramientos de vivienda. En 2018 se inició el acompañamiento en firme y entre 2019 y 2020 se empezaron a implementar las acciones para el retorno las cuales terminaron en agosto de 2025”, comentaron desde la Unidad.

La Unidad también destacó que, con una inversión conjunta de $283 millones entre la entidad y la Alcaldía, se construyó un puente sobre la quebrada Los Olivos que permitió a los niños volver a la escuela que, según la entidad, ya hoy está recuperada y dotada de mobiliario. Además, la Unidad agregó que las vías terciarias recibieron mantenimiento, las familias accedieron a energía y pozos sépticos y a la zona llegaron brigadas de salud.

El punete construido para permitir el paso de los estudiantes a la escuela rural de la vereda. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
El punete construido para permitir el paso de los estudiantes a la escuela rural de la vereda. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry



“Y con insumos agropecuarios se fortalecieron los cultivos y huertas familiares que hoy producen papa, fresas, hortalizas y flores. Además, se aplicó una estrategia psicosocial para la recuperación emocional para afrontar los duelos y sufrimientos por la guerra”, añadió la Unidad.

Según la Unidad, al proceso de retorno y reubicación no solo se sumó gente de La Linda, sino otras familias (varias de ellas desplazadas de veredas vecinas e incluso de otros municipios, así como allegadas a los habitantes originales) que decidieron hacer de la vereda su nuevo hogar. Todos ellos, contando cerca de 10 familias de las que se fueron en 2002, suman unas 200 personas que volvieron a darle vida al sector.

De acuerdo con los cálculos de la Unidad, con el esfuerzo de la comunidad, de la Unidad, de las alcaldías y de la Gobernación, casi 1.200 víctimas de Antioquia han completado seis planes de retorno en el departamento. Entre ellos están los habitantes de las veredas Claritas, en Carolina del Príncipe; San Juan en San Roque; La Florida en el Carmen de Viboral; así como los de Bonilla y La Meseta en eEl Peñol.

“Algún vecino me decía que los primeros días del volver se sentía muy ‘escamoso’ (temeroso). Pero yo le decía que se imaginara que no había pasado nada de eso tan horrible. Y que mejor estuviera contento porque ya estábamos otra vez aquí”, comentó don Rodrigo.


Aún faltan cosas

Pero en La Linda, pese al optimismo de sus habitantes y el balance de la Unidad, todavía faltan muchas cosas para garantizar que los retornados sigan en el territorio. Así lo señala Esneyder Uribe, un profesor que pese a su juventud ya lleva 15 años en la zona educando a los alumnos de la escuela rural. Hoy apenas son cuatro niños, pero él espera que de seguir dándose el retorno sean muchos más.

El profesor Esneyder Gutiérrez junto a los únicos alumnos que hay en la escuela veredal. Atrás, un graffiti con un ave Fénix que representa el resurgir de La Linda Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
El profesor Esneyder Gutiérrez junto a los únicos alumnos que hay en la escuela veredal. Atrás, un graffiti con un ave Fénix que representa el resurgir de La Linda Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry



“Necesitamos oportunidades de trabajo; apoyo en agricultura y ganadería. Es por falta de trabajo que la gente que llega se vuelve y se va. Y en temas de educación, necesitamos apoyo también. Acá en La Linda falta un bachillerato rural así como mejoramiento de vías porque no es solo arreglarlas y ya, pues el invierno vuelve y las daña. Además de conectividad de internet para la escuela. Acá no hay ni señal de celular siquiera”, comentó.

Uribe también abogó por apoyos en mejoramiento de vivienda o construcción de nuevas para los retornados, pues agregó que quienes vuelven son sobre todo personas de escasos recursos que llegan a propiedades afectadas por el paso del tiempo y los estragos del conflicto.

Una jornada de clases en el colegio rural de la vereda La Linda. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry
Una jornada de clases en el colegio rural de la vereda La Linda. Foto: Andrés Camilo Suárez Echeverry



Por increíble que parezca, en dicho grupo está don Rodrigo, pues pese a ser uno de los abanderados del retorno, su humilde vivienda sigue esperando el apoyo gubernamental que por lo menos mejore su hogar y el de su hija, para así no tener que seguir poniendo “poncheras” sobre la cama para evitar que la lluvia le moje lo mucho o poco que aún conserva.

“No sé si mis palabras llegaran al presidente, al gobernador o al alcalde, o a quien sea. Pero yo sí espero al menos una ayuda para mejorar mi casa. Eso es lo único que pido”, comentó con timidez.

“¡Y que lleguen más niños a la escuela. Que los que había ya se crecieron!”, repuntó con otra sonrisa su esposa tal vez pensando sabiamente, como una buena matrona, en el futuro de La Linda.

Que bueno que tantos entes gubernamentales que sacan pecho por estas comunidades visitaran a don Rodrigo y le brindaran esa ayuda para que él y su familia pasen más cómodos su retorno.

Pese a las visicitudes acontecidas en un cuarto de siglo, y a la incertidumbre del futuro, don Rodrigo comentó que siempre tuvo algo presente, incluso en los días más duros de su desplazamiento: “Siempre supe que iba a volver a La Linda”.

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