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Cerca de mil millones de personas viven con un trastorno mental, informó la Organización Mundial de la Salud (OMS) el pasado mes de agosto, subrayando las repercusiones que ha tenido la pandemia en la salud mental.
La emergencia por la covid-19 ha exacerbado los síntomas relacionados con la enfermedad mental, comenta la psicóloga Cecilia María Díaz Soto, estudiante de doctorado en Ciencias de la Salud de la Universidad CES. Recuerda el confinamiento, la percepción del riesgo, el difícil acceso a los servicios de salud, los cambios en la convivencia, y en hábitos y rutinas, la pérdida de seres queridos -por el virus u otras causas-, y la modificación de rituales para elaborar el duelo.
Ante la crisis es “indiscutible” que se intensifiquen los síntomas de quienes ya tienen un diagnóstico de un trastorno mental, opina el psicoanalista y psicólogo clínico Andrés Felipe Palacio Pérez. Y aclara, frente a las demás personas, que se puede presentar cierta sintomatología y no necesariamente estar enfermo.
Entre las enfermedades o trastornos mentales más comunes en estos tiempos, según Díaz, están la depresión, la ansiedad, el estrés postraumático, los trastornos por consumo de sustancias, las adicciones y el Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC). Palacio agrega, además, que ha habido un aumento “de lo que muchos llamamos fobia social”, y de los casos de paranoia y formas extremas de esquizofrenia y psicosis.
El psicólogo afirma que, por lo general, las personas que tienen un diagnóstico de trastorno mental son cuidadas por sus propios familiares. Al respecto, su colega y psicoanalista Juan José Martínez Torres destaca que en los trastornos mentales más graves, en muchos casos, “el pronóstico del paciente depende en gran medida de la familia”.
Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos, entre las personas que pueden responder con mayor intensidad al estrés de una crisis como la pandemia, están quienes tienen a su cargo el cuidado de seres queridos, y personas con enfermedades mentales preexistentes o que tienen un trastorno por abuso de sustancias.
¿Qué hacer?
Los psicólogos comparten algunas recomendaciones para quienes conviven o comparten con quienes sufren este tipo de enfermedad.
Díaz asegura que es necesario conocer las características del trastorno mental: cómo se puede presentar, cuáles son los principales riesgos y cómo se puede acompañar.
En esa línea, Martínez explica que es común que no se entiendan los trastornos mentales. “Muchas veces las personas creen que la persona afectada no se levanta de la cama porque no quiere o tiene pereza, o creen que las cosas se resuelven simplemente echándole ganas o rezando o haciendo alguna cosa que se le imponga desde otro lugar, y regularmente no es de esa manera”.
El psicoanalista hace un llamado a “entender que esa persona tiene un modo singular de estar en el mundo, que con frecuencia es muy difícil de llevar, mucho más difícil que la existencia de cualquiera de los demás que no padecemos la enfermedad mental”.
Para Palacio, la clave está en escuchar bien, es decir, sin juzgar y con empatía ante el sufrimiento o malestar del otro. “Escucharnos para entendernos. Sin desvalorizar, sin subestimar, sin negar las preocupaciones, las emociones y los pensamientos. Muchas veces se escucha a personas en la calle que dicen que están deprimidas o tristes y sus mismos familiares o conocidos les dicen: ‘No, no seas tonto, trata de estar feliz, de estar contento’, pero esa no es la manera de escuchar”.
Al mismo tiempo se recomienda reconocer que los síntomas de una enfermedad mental son reales, afirma Martínez: “La persona que la padece no se los está inventando (los síntomas), no está evitando las cosas de la vida cotidiana, es decir, son síntomas a los que es fundamental darles la importancia que tiene cualquier otro tipo de padecimiento”.
“Es muy importante no culpabilizar al paciente o a las personas cercanas por el padecimiento, buscar ayuda profesional siempre, ya sea por psicología o psiquiatría, y seguir las indicaciones”, comenta, por su parte, la psicóloga Díaz.
También se sugiere mantener una continuidad en los procesos médicos, psiquiátricos, psicoterapéuticos y psicológicos que tenga la persona diagnosticada. “Si alguien presenta una sintomatología, debe atenderse, pero si ya tiene un diagnóstico de algún trastorno, lo más idóneo sería mantener el tratamiento lo más constante posible”, explica Palacio. No obstante, recuerda que esta sugerencia puede dificultarse debido a lo que hoy ocurre con la atención en la salud, por la pandemia.
A su vez, Díaz recomienda usar las líneas telefónicas de atención en salud mental dispuestas por las entidades gubernamentales y de salud, y las universidades.
Buscar apoyo y proteger su salud mental
Construir y consolidar redes de apoyo para quienes cuidan a las personas diagnosticadas es otra de las recomendaciones. Palacio explica que se pueden establecer las redes de apoyo a través de familiares, amigos y conocidos de la persona que tiene el diagnóstico del trastorno. Esto, con el fin de que dichas redes, además de servir en la atención de quien tiene la enfermedad, cuiden a quienes están a cargo del paciente.
“El síndrome del cuidador sucede constantemente con personas que tienen a su cargo a familiares o conocidos, o incluso con personas a las que se les paga por velar por esos cuidados. Por eso la recomendación es generar la red de apoyo, para tener muy en cuenta a quienes están alrededor de la persona diagnosticada”, reitera Palacio.
Las redes de apoyo pueden trascender a la familia y las amistades, recuerda Martínez. En ese sentido, sugiere fortalecer redes de apoyo institucionales.
Un cuidador de salud, según se lee en la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, ayuda a una persona que necesita asistencia para cuidarse. “Algunos cuidadores son informales. Suelen ser familiares o amigos. Otros son profesionales remunerados. Los cuidadores pueden brindar atención en el hogar, en un hospital u otro entorno de atención médica”, se lee en su portal web. Se precisa, además, que los cuidadores tienen funciones como ayudar con tareas diarias (baño, alimentación o toma de medicamentos); organizar actividades y la atención médica, y tomar decisiones sanitarias y financieras.
El trabajo del cuidador de salud puede ser gratificante, pero también estresante y, en ocasiones, abrumador, se añade en la página web. “Puede ayudar a fortalecer la relación con un ser querido o sentir satisfacción al ayudar a una persona. Pero el cuidado también (...) puede implicar satisfacer demandas complejas sin ningún tipo de capacitación o ayuda (...). Puede estar dejando de lado sus necesidades y sentimientos, lo que no es bueno para su salud a largo plazo”. Según ese portal, el estrés del cuidador a largo plazo puede aumentar el riesgo de sufrir problemas de salud como depresión y ansiedad.
Por esa razón, Palacio insiste en que los familiares o amigos que cuidan o conviven con personas que tienen el diagnóstico de algún trastorno mental, deben cuidar su salud mental. Si es necesario, propone Martínez, se debe iniciar un proceso terapéutico. “Sería ideal que tanto el paciente como los cuidadores pudieran llevar el proceso terapéutico. Indudablemente, cuidar a un enfermo es una de las tareas más desgastantes que hay en el mundo”, concluye.