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Arte que se hace en prisión: una oportunidad

Esta es la historia de dos hermanas que encontraron la forma de ayudar a los presos con sus emprendimientos, y por ende, a sus familias.

  • Juliana, Sara y Nelson Zuluaga crearon Made in Prison. Foto: Juan Antonio Sánchez
    Juliana, Sara y Nelson Zuluaga crearon Made in Prison. Foto: Juan Antonio Sánchez

Lo primero que se encuentra al recibir un pedido de Made in Prison es un sobre blanco con algunas palabras como amor, fortaleza, fe, alegría, esperanza, libertad, confianza y familia. No son elegidas al azar, son los mensajes y valores que defienden con su trabajo. El sobre está sellado con un sticker con una paloma. Es su logo y representa la libertad de los pájaros y la paz interior, y es hecha en origami, que es un trabajo manual que requiere dedicación, práctica, serenidad, artesanía, reflexión y paciencia.

Dentro, detrás de unos pequeños barrotes de cartón gris, se encuentra el producto, una manilla o aretas, tejidas a mano por personas privadas de su libertad, un producto cuyas ganancias ayudan a las familias de esas personas a soportar los gastos y desafíos que implica esa situación. Un producto 100 % Made in Prison.

Un padre

Cuando se le pregunta a Juliana Zuluaga, cofundadora y directora de esta iniciativa, por el origen de este proyecto, ella se remonta al 8 de enero de 2017. Ella y su hermana Sara Zuluaga, su socia y a quien se refiere como la parte racional del equipo, salieron con su papá Nelson Zuluaga, como hacían cada semana. “Sarita y yo somos muy cariñosas, somos muy expresivas, muy abrazadoras con mi papá”, y ese día lo fueron más que nunca, “como si supiéramos que no lo íbamos a volver a ver, lo abrazábamos mucho”.

Dos días después, en un día en el que nada les salía a las dos hermanas, recibieron una llamada anunciándoles algo que no podían creer: su papá había sido capturado por tráfico de estupefacientes.

Fue un momento de mucha angustia, de negación total, pero Sara logró tener la cabeza fría y conseguir hablar con él. Lo que más le impactó fue que él reconociera su culpa y no intentara justificarse.

Las primeras ventas

Con la primera visita, tanto Juliana como Sara se sorprendieron de ver lo tranquilo que estaba su papá, les contó que estaba haciendo manillas, incluso les había hecho una marcada con su nombre.

Ellas se ofrecieron a vender las que tenía extras y su papá les dijo que mejor vendieran las de sus compañeros que eran mucho mejores.

De ese primer grupo lograron que conocidos les compraran, también regalaron varias, pero al final, cuando terminaron con el inventario, le preguntaron a él cómo podían entregarle el dinero a su compañero Juan y este les dio el contacto de su familia. Llamaron a la esposa, quien les explicó que él era cabeza de familia y ella se levantaba cada mañana a recorrer el pueblo en el que vivía vendiendo las manillas por $1.000, máximo $3.000, lo que le ofreciera la gente. Hoy una manilla de Made in Prision está rondando los $40.000.

Cuando le entregaron el dinero, la señora agradecida les comentó que lo usaría para pagar el arriendo y en ese momento comprendieron que tenían que hacer algo. Si ayudaron a esa familia y si la salud mental de su padre estaba en perfecto estado, tenían que replicar y mejorar ese modelo para ayudar a más personas.

Para la nueva empresa asumieron dos desafíos: ayudar a las familias sin un proveedor y desestigmatizar a los presos como malas personas, sin hacer una apología del delito, sino reconociendo que cometieron un error.

Después de cuatro años han ayudado a 29 familias, como a la de don Jaime, que espera que cuando él salga utilicen la plata que han recogido para abrir una legumbrería, o la de Alejandro, quien las contactó a través de su esposa porque estaba deprimido después de cinco años encerrado, pero desde que empezó con ellas cambió su humor e incluso sueña con abrir su taller cuando salga de allí.

También han ampliado su área de cobertura y ahora trabajan con un grupo de presos en la cárcel de Bellavista en Medellín, donde realizan talleres, como “respiración enfocada al manejo de las emociones”, dictado por Walid Boudhiaf, récord mundial de apnea.

Además, han recibido reconocimientos como ser seleccionadas para el programa Emprender mujer del Impact Hub -Proantioquia y el premio a nivel nacional Publik 3i+e, con el que recibieron unas asesorías de Impact Hub y tres meses de publicidad en las pantallas de Publik como la de Plaza Mayor.

Un proyecto de los tres

El modelo de Made in Prison se basa en que las familias los busquen directamente, se conocen y les entregan los materiales para la manillas. Sus compañeros en la cárcel son los encargados de enseñarles las técnicas de tejido. Nelson, por su parte, se ocupa del control de calidad y de enviarlas. Juliana de todo el contacto con los clientes y de organizar trabajos de reflexión y formación con las familias y los reos. Sin embargo, debido a la legislación colombiana, para hacer este trabajo no podían visitar a su papá en la cárcel, por lo que decidieron como familia, y teniendo de objetivo hacer de Made in Prison su proyecto de vida, dejar de hacerlo y en ese momento “mi papá dejó de ser el centro de la situación”, cuenta Juliana.

El pasado 26 de mayo Nelson recuperó su libertad por una apelación, después de que le fuera negada dos veces la solicitud por un juez. Llamó a sus hijas para darles la sorpresa, y ahora están los tres juntos con la satisfacción de un sueño cumplido y con plena consciencia de que hay mucho trabajo por hacer. “El trabajo sigue y la idea es que él les enseñe cosas a los chicos dentro de la cárcel, que haga el control de calidad, que se vincule a Made in Prison desde afuera como lo hizo siempre desde dentro” .

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Miguel Bernal Carvajal

Periodista y magíster en Escrituras Creativas. Buzo de corazón, amante de los viajes, el arte y las buenas historias. También escribo cuentos.

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