La calvicie no es un obstáculo para caminar, cargar objetos de un lugar a otro, o en general, valerse por sí mismo. La falta de cabello no tiene consecuencias directas en la funcionalidad del cuerpo y sin embargo, puede llegar a afectar la calidad de vida de las personas, sobre todo a nivel psicológico.
Desde la medicina se han estudiado los efectos que puede tener la alopecia en la salud mental de quienes la sufren. De acuerdo con Ángela Londoño, coordinadora de Dermatología de la Universidad CES, “cuando hablamos en mayor medida de alopecias totales o universales (con las que se pierde todo el vello, incluido el de cejas y pestañas) encontramos que pueden afectar mucho la calidad de vida del paciente, y si estamos hablando de mujeres, mucho más”.
Añadido a esto, está que “la percepción de la gente hacia un paciente con alopecia suele ser que se trata de un paciente enfermo, poco saludable”, continúa la docente, y es tal el estigma que se ha encontrado que en la infancia y la adolescencia (cuando también puede aparecer esta condición) está vinculada con casos de discriminación y bullying.
¿De qué se trata?
Alopecia es un término general usado para referirse a la caída del cabello. No obstante, esta debe distinguirse en dos tipos principales: cicatricial y no cicatricial. La primera, explica la doctora Londoño, implica un daño irreparable en el tejido (que puede ilustrarse como una cicatrización) a partir del cual ya no puede nacer pelo. La segunda, y la más popular, hace referencia a condiciones que, si bien motivan la pérdida de cadejos, le permiten al folículo mantenerse con vida, por lo que ciertos tratamientos tópicos u orales logran darle solución al suceso.
Entre los hombres suele ser más común sufrir de alopecia androgénica (que es del tipo no cicatricial), complementa Alejandra Perafán Posada, dermatóloga de la Universidad El Bosque. En este tipo de condición el pelo comienza a tornarse pequeño, delgado, se “miniaturiza”, a causa de un descontrol hormonal.
En el caso de las mujeres suele ser más común la denominada alopecia areata (también del tipo no cicatricial y con la que está diagnosticada Jada Pinkett Smith), que consiste en que las defensas del cuerpo atacan al folículo piloso desencadenando que el pelo se caiga. “Los procesos de estrés son los disparadores más comunes, aunque también puede haber una predisposición genética o enfermedades autoinmunes”, apunta Londoño.