Un año antes, cuando usted salía de casa normalmente, volvía a eso de las 6:00 de la tarde, o más, después de trabajar todo el día, y veía ese espacio en el hogar como un momento de descanso y dispersión. Sin embargo, hoy es diferente, ya la casa es además el gimnasio, el lugar de trabajo, la universidad. Todo converge en el mismo lugar.
Según el Ministerio de Salud, la salud mental es uno de los principales retos durante la pandemia: “Las afectaciones en el talento humano en salud, en las personas con covid-19 y sus familias y en la población general por el temor, la angustia y la ansiedad que genera la enfermedad o por afrontar el aislamiento”. En esto concuerda el psicólogo y docente universitario Rafael Hernández Gil, para él la situación del confinamiento provocó muchas afectaciones mentales porque fue algo repentino e inesperado.
¿Esto podría ocasionar conflictos familiares? La respuesta es sí, señala Natalia Saldarriaga, psicóloga clínica: “El miedo generalizado hace que cada persona reaccione de una manera diferente, algunos huyen y otros atacan”.
Esto se podría generar al pasar largas horas en casa, que la persona se desquite con quien tiene al lado y “no tiene que ver con la convivencia sino con situaciones disparadoras”, comenta Saldarriaga. Un ejemplo es cuando se siente muy cargado de trabajo y llega un familiar a preguntarle algo como por qué no lavaste los trastes y usted estalla. Ahí se está despertando el estrés acumulado del día.
Al miedo por la pandemia se suman factores como el cansancio, incremento de actividades escolares o laborales, reducción de la actividad física y la incertidumbre constante, por ejemplo el hecho de no saber si el toque de queda continúa o no, hace que los conflictos aumenten, y a esto se suma que está con quien convive mucho más cerca que hace un año atrás: “La estrategia que se utilizaba antes para liberar el estrés era salir a trabajar y cuando se llegaba en la noche ya el conflicto se había calmado un poco, pero ahora la saturación del encuentro hace que el sujeto no tenga espacio para poderse calmar y pensar en otras cosas”, dice Julieth Zapata Restrepo, directora de maestría en psicología clínica de la Universidad de San Buenaventura.
Pero no todo es culpa de la pandemia, esto hizo que salieran a flote problemas y situaciones que ya venían de tiempo atrás, pero que aún no habían sido resueltos. Así lo plantea Saldarriaga: “No podemos decir que el confinamiento trajo problemas como divorcios, maltrato y discusiones, sino que toda la adversidad que hay alrededor de esto hace que el problema se vuelva visible y se enfrente porque no hay cómo escapar de él”.
Incluso los problemas pueden ir desde mucho tiempo atrás, desde la infancia y la crianza se aprenden ciertas costumbres. “La teoría del apego ha planteado que la sensación de seguridad y las estrategias de regulación emocional se construyen en la infancia en un vínculo con un cuidador disponible emocionalmente, predecible y seguro. Las formas en las que yo haya aprendido a responder al estrés en la infancia se pondrán en juego en situaciones difíciles como las que hemos vivido en los últimos meses”, explica Zapata.
Según ella, en algunas familias estas construcciones se han realizado desde estrategias inseguras, como estar todo el tiempo controlando al otro, vigilando en exceso o tener la necesidad de estar con esa persona para sentirse bien, mientras que en otros grupos familiares lo que se hace es evitar la situaciones difíciles, no hablar de las emociones y refugiarse en el trabajo o estudio para no sentirse mal. Esto determina desde la infancia cómo se va a afrontar las situaciones difíciles a futuro.