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“En el mundo les va a ir muy mal, pero tengan coraje”: Federico Carrasquilla

Con motivo de la Semana Santa buscamos al padre Federico Carrasquilla para escuchar sus reflexiones sobre lo que fue para él seguir la vida de Jesús y sus experiencias en los barrios populares de Medellín en más de 50 años.

  • El padre Federico Carrasquilla vivió en los barrios pobres de Medellín, en sintonía con las ideas de los curas obreros europeos. FOTO cortesía
    El padre Federico Carrasquilla vivió en los barrios pobres de Medellín, en sintonía con las ideas de los curas obreros europeos. FOTO cortesía
23 de marzo de 2024
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Federico Carrasquilla acaba de cumplir 89 años y, aunque es probable que en sectores de Medellín no lo hayan oído mencionar, ha sido en los últimos 50 años una suerte de personaje legendario en algunos barrios populares de la ciudad.

Carrasquilla, desde cuando se ordenó y después de hacer su doctorado en Teología en Bélgica, no se sentía cómodo con el molde tradicional del sacerdote. Por eso decidió, como opción de vida, irse a vivir con los pobres, como pobre, y entre muchos otros logros terminó convirtiéndose en motor para construir el barrio Popular 1.

El padre Fede, como muchos lo llaman, o Fede simplemente, vivió y participó de la histórica Conferencia de Medellín, en 1968, que marcó un antes y un después para la iglesia en América Latina, pues fue aquí donde se acuñó el concepto de Teología de la Liberación que entendían como “el compromiso de la iglesia por los más oprimidos”. El movimiento despertó grandes polémicas, y fue incluso perseguido, porque para otros era una incitación a la lucha de clases. El debate, 56 años después, sigue abierto.

Los siguientes son algunos extractos de una conversación con el padre Fede, desde la casa en la que vive ahora en Bello, que construyó con una cooperativa, al lado de la cárcel de Bellavista.

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Padre Federico, desde su mirada, ¿cuál es el mensaje para vivir esta Semana Santa?

“Yo diría que centremos la atención ante todo en lo humano. Lo religioso hoy no es lo más importante, lo más importante es lo humano. Recordemos que todos los sufrimientos de Jesús no son de una persona individual, son sufrimientos de toda la humanidad y un sufrimiento que quedó vencido por la Resurrección. Escuchemos lo que les dijo Jesús a los discípulos antes de que lo agarraran preso: en el mundo les va a ir muy mal, pero tengan coraje, yo vencí al mundo. Mantengamos viva la esperanza y si miramos de cerquita hay muchos motivos de esperanza”.

Usted habla de Jesús y en su trabajo de sacerdote quiso vivir como él lo hizo, como pobre. ¿Por eso llegó usted a los barrios populares?

“Fíjate que a mi lo de ser sacerdote no me decía nada. Por eso cuando terminé en el seminario empecé a estudiar filosofía y me encantó. Cuando terminé mis estudios me entró la crisis porque no sabía para dónde iba, me decía que si tenía que salir de sotana, no me veía. Imagínate que en 1955 yo descubrí una cosa rara para esa época y era que ser sacerdote no consistía en decir misa ni administrar sacramentos, sino dedicarle la vida a Jesús, al proyecto de Jesús. En el Evangelio veía que Jesús era inseparable del pobre: nació pobre, vivió pobre, familia pobre, los amigos pobres, murió pobre, resucitó pobre. Y yo concluí ahí, entonces yo debo vivir mi sacerdocio unido a lo de Jesús, que es con los pobres”.

¿Y usted como llegó a ser sacerdote?

“Sí, mira, nací en Itagüí, de una familia de clase media. Mi papá era farmaceuta y muy, muy religioso, y a mí me dio por pedirle a mi papá que me permitiera hacer el bachillerato en el seminario. La razón para que un niño de 11 años pida ir al seminario debe ser una razón muy rara. Mi papá y mi mamá eran un par de santos, pero los dos tenían una espiritualidad muy distinta. Mi mamá era de novenas, de medallas, de sacrificios, de ofrendas al Señor. Mi papá toda la vida iba a la iglesia a hacer una hora de adoración. Yo le pregunté una vez a mi papá ¿eso de rezar qué es? Y él dijo conversar con Jesús y el Santísimo Sacramento. Y eso a mí me quedó marcado por vida. Para mí rezar no es lo que hacía mi mamá, era conversar con el Santísimo”.

¿Y luego qué pasó?

“Cuando terminé me enviaron a estudiar Teología en Roma. Y allá llegué por casualidad al seminario francés y en ese tiempo estaba en boga el movimiento de un sacerdote francés que lo canonizó el Papa, Carlos de Foucauld, que se dedicó a la vida en Nazaret”.

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¿Y fue ahí donde decidió hacer ese voto radical de pobreza?

“Lo que a mí me interesaba era Jesús y descubrí que Jesús era inseparable del pobre: nació pobre, vivió pobre, familia pobre, los amigos pobres, murió pobre, resucitó pobre. Y yo dije, ah, entonces yo debo vivir mi sacerdocio unido a lo de Jesús que es con los pobres. Pero se me planteó la pregunta: ¿por qué Jesús fue pobre, si es que a nadie le gusta ser pobre? Porque lo original de Jesús no es que trabajó por los pobres, sino que él fue pobre y pobre como la gente del pueblo. Entonces dije, cómo es posible que ser pobre es una cosa mala, porque ser pobre sociológicamente es carecer de bienes. Y toda carencia es mala. Entonces, ¿por qué Jesús propone ser pobre para su vida y lo propuso a los demás? Entonces él no pudo haber escogido eso por malo. O una de dos, o él vio al pobre de otra manera o nos está tomando el pelo”.

Y resolvió que él miró el pobre de otra manera...

“A nadie le gusta ser pobre, tener carencias, entonces entendí que Jesús veía al pobre como el hermano, no como al que le faltan cosas. Lo aprecié desde una relación. Lo que distingue al hombre del animal es la relación. El hombre nació por una relación y es una relación amorosa. Eso a mí me abrió todo el horizonte porque yo dije, exacto, ser pobre es una manera de ser persona. Y el Evangelio es un proyecto de persona y está centrado en una relación. Entonces, ahí encontré yo la unidad. En que lo mío era el pobre”.

Ahí encontró su destino...

“Sí, ahí me dije voy a dedicar no a trabajar por el pobre para que salga de pobre, sino para que él descubra su identidad, que es una manera de ser persona, porque al pobre lo que le robaron fue su identidad”.

¿Al llegar al barrio cómo lo aplicó?

“Dije, me voy a dedicar no a hacer obras sociales sino a crear un espacio donde el pobre pueda recuperar su identidad, porque al pobre no lo han dejado ser sujeto, el pobre todo lo mira desde abajo. Regresé de Europa luego de hacer el doctorado con una tesis del marxismo de Sartre, porque vi que la dos filosofías que iban a orientar la sociedad eran el marxismo y el existencialismo. Y yo dije esto no lo puede saber nadie, porque si yo vengo diciendo que el marxismo tiene algo bueno, me matan. Yo vine aquí y ahí mismo empecé a buscar un barrio pobre donde yo pudiera realizar eso que yo quería, que era dedicarle mi vida a crear un espacio donde el pobre descubra su identidad de pobre como valor.

Empecé a buscar para dónde irme y estaba empezando el barrio Popular, la primera invasión grande de Medellín. Entonces yo le pedí al obispo que me dejara ir a trabajar con los jóvenes, pero me pidió que primero debía enseñar. Durante cinco años lo hice y cuando me dio el permiso me fui donde ellos, con la idea de que lucharan, no contra la pobreza, sino por realizar sus valores; no para ser ricos, sino para luchar contra lo que los destruye”.

¿Y cómo fue ese proceso?

“Mi decisión fue irme a vivir allá, dejé la Universidad, con la intención de estar entre ellos, caminar con ellos, no para hacer las cosas desde arriba... era un cura viviendo entre los pobres. Me organizaron una piececita al lado de la sacristía y ahí tenía la cama, el escritorio y no más”.

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¿En esa época el Popular 1 era una invasión?

“Estaba empezando la que fue la primera gran invasión de Medellín. Las otras habían sido focos de miseria como las que había al lado del Cementerio Universal. Cuando llegué me ofrecieron que querían hacerme una casa, pero yo les pedí que no, que con la pieza era suficiente y la comida que me la dieran en alguna de las casas de ellos. Y para conseguir alguna cosa, pero más que todo como presencia en medio de ellos, un amigo que tenía una carpintería me enseñó a manejar un torno, entonces eso fue genial porque trabajaba a raticos, pero lo primero para mí era caminar con ellos, estar con ellos”.

Fue una especie de voto de pobreza muy genuino...

“A mí eso del voto no me gusta mucho, porque suena a obligación. Vos no haces voto de ser periodista”.

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En esa época se generó todo un espíritu revolucionario en los barrios, ¿le tocó vivir a eso?

“Eso empezó después de la Conferencia de la Celam en Medellín, en el 68. Pero antes, cuando vine de Europa, yo empecé a hablar de los pobres cuando nadie lo hacía. Yo empecé a vivir en medio de ellos y la gente allí me decía, padre en qué nos puede ayudar. Yo les preguntaba, y ¿qué tienen ustedes? Y me decían que nada. Ah, entonces yo tampoco tengo nada, mejor sentémonos a llorar que no hay nada que hacer aquí, parece que no tienen manos, no tienen pies, no tienen amigos. Me pedían una escuela y yo les respondía que esos no eran mis niños, que buscaran cómo resolverlo. Yo me decía si la gente se mueve, me quedo aquí. Y si no me vuelvo para la Universidad”.

¿Y la gente se movió?

“Claro. Como a los ocho días vinieron a decirme que habían ido a la Secretaría de Educación pero que ni los habían dejado entrar. Entonces les dije, ahora sí el papel mío es pedir la cita, pero ustedes van y ustedes hablan. Nos recibieron muy formales, pero yo no hablé nada, fueron ellos, entonces yo vi que sí era posible que el pobre asumiera su situación”.

¿Fue como un motorcito?

“Sí, pero siempre actuaba después de que apareciera primero una acción de ellos. Yo me iba los domingos a reemplazar al padre Vicente Mejía, el párroco de Villa del Socorro, que fue el que fundó el Popular, el que incitó a la gente a la invasión. La gente no entendía nada de invasión”.

¿El padre Vicente Mejía que luego se fue un tiempo del país amenazado, no?

“Sí, hablaba muy bonito y peleaba con la policía. Entonces yo me di cuenta que la pelea con la policía no tenía sentido. ¿Por qué? Porque la policía llegaba y allá no había calles, ni luz, ni agua ni nada, eran puros ranchos, y venían a tumbar los ranchos que eran de lata o cartón o tela asfáltica y eso no se lo podían llevar. Entonces lo dejaban ahí. Por lo tanto no tenía sentido que la gente peleara”.

Entonces, ¿qué hizo, qué se le ocurrió?

“La gente fue la que consiguió todo. ¿Cómo? Pues yo les decía que cuando llegara la policía a tumbar el rancho me llamaran. Y yo llegaba. Lo mío no ha sido la violencia, estoy vacunado por el estudio y más que todo por la visión, tal vez cristiana. La única violencia que hay que respetar es la violencia del pobre, que es el estallido de una opresión. Vos cuando te sentís oprimido siempre reaccionas con violencia”.

¿Qué hacía cuando lo llamaban?

“Era muy cómico. Yo me paraba frente a un rancho, ahí de sotana y me decía el tipo, padre quítese y no me quitaba hasta que después lo hacía y tumbaban el rancho. Y la gente me decía, pero padre y el rancho, entonces les respondía, quién vive aquí, ellos o nosotros. Deje que lo tumbe a ver quién se cansa primero, ellos de tumbar el rancho o ustedes de reconstruirlo. Porque en realidad, yo lo que intuí es que la Policía no podía permitir era que construyeran en material. Y eso funcionó. Después cogieron otro tiro y era que la Policía se entraba a la casa de la gente y les quitaban todas las cositas de valor que porque eso era robado. Entonces la gente peleaba, se los llevaban a la cárcel y los dejaban una semana allá. Para frenar eso, cuando llegaba la Policía, yo salía a saludarlos y me decían, padre es que esta gente es muy ladrona, no tienen recibos, y yo les respondía que esas cosas me las habían dado a mi y yo se las había dado”.

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Digamos usted justificaba que los pobres ocuparan un territorio que en teoría no era de ellos, era una invasión. Y también que eventualmente, si tomaban cosas que no eran de ellos, usted trataba de protegerlos...

“La idea mía no era protegerlos, a mi todo lo que huela a paternalismo me molesta. Precisamente lo malo de la pobreza es que te crea impotencia. No digo que sea válido pero si tiene necesidad y hay la posibilidad, sin que a ellos los perjudique que lo agarren, eso es problema de ellos. Pero yo nunca salí a decir invadan terrenos. Yo iba a la marcha de ellos y los alentaba a que asumieran su responsabilidad. Por ejemplo, un día estaba un piquete de la policía y empezaban a insultar a la gente. Entonces yo me hice al lado del policía y me cogió uno y me pegó un empujón y me tiró al suelo, y me gritaba: usted, qué se cree, cura, hijo de puta. Entonces la gente se puso tan nerviosa y me preguntaban qué hacían. Entonces volteo y les hago gestos de que se queden callados porque a lo mejor era verdad: mi mamá era una santa, pero en su vida privada nadie lo sabe. Y se pusieron a reír. Yo les dije, no ve que lo que buscan es provocarlos, no se dejen provocar. Entonces eso no les funcionó”

¿Había mucha arbitrariedad de la Fuerza Pública?

“Pero era normal porque esos terrenos eran de unos dueños que les pagaban a la Policía para que no dejaran construir. En todo caso, ya la Policía no tenía razón de tumbar los ranchos ni de molestar. Entonces, luego la gente venía a pedirme para que les ayudara a que abrieran las calles y yo los mandé a la Secretaría de Gobierno, pero allá no les resolvieron porque les dijeron que hacerlo era justificar la invasión. Todos desanimados volvieron donde mi y yo los mandé a hablar con los dueños de las tierras, y ellos decían, pero ¿cómo vamos a negociar si no tenemos nada? Pues negocien las mejoras que ustedes han hecho contra el valor del terreno. Me parece que eran un terreno de 6 por 10 a 5.000 pesos, que en ese tiempo era mucha plata. Yo traté siempre de explicarle a la gente que todos los días había que luchar un poquito, no por estar en contra, o por quitarle la tierra a nadie, sino para que les reconozcan el derecho a tener casa. La mirada es distinta. No es que tenga derecho a quitarle el terreno a alguien, es que tienen derecho a una casa”.

¿Y en qué termino esa discusión con los dueños de la tierra para construir los Populares?

“Cuando ellos le dijeron que les vendieran por 4.500, el tipo se enojó y los echó, pero fueron a la alcaldía y ya lograron que el Secretario de Gobierno les abriera las calles porque el dueño no había querido negociar, pudiendo hacerlo. Antes de eso también había un asunto con la luz. Yo les preguntaba si estaban viviendo muy tranquilos en esos tugurios a oscuras. En la misa era muy aburridor porque se apagaban las lámparas cuatro veces y entonces les preguntaba a ellos qué podíamos hacer. Todos se miraban y respondían que no había energía. Entonces yo comentaba que en el barrio vecino sí había energía, pero ellos decían que no iban a robarla. Yo les decía, pero no es robarla, es traerla para acá. ¿A ver quién de ustedes es capaz de traer eso? Y empezaron a alzar la mano. Bueno, si quieren que la traigamos, hagamos una coleta para comprar el alambre”.

Usted lo que les aportaba era el cerebro....

“Eso, y como pasaba todo el tiempo metido con ellos, yo me sabía toda la necesidad de la gente y buscaba a ver qué podían hacer. Allí estuve 20 años”.

Y estando allá casi se muere, ¿cómo fue esa historia?

“Sí, sí, al principio. Yo llegue a vivir como pobre, trabajar como pobre en una carpintería, comer como pobre y corté todas las seguridades que yo tenía. Pero para la gente allá era otra cosa. Por ejemplo a los ocho días de haber llegado estaba almorzando en una casa, eso para ellos era una cosa de otro mundo, un sacerdote de sotana comiendo en las casas de ellos. Y entonces me decía la señora, padre, ¿cómo se siente? Le dije, yo aquí, como en el paraíso, estoy feliz, esto es lo que yo estoy buscando en mi vida. Me contó entonces que la gente comentaba que yo no iba a durar ni ocho días allá y que no me veían como uno de ellos. Eso sonó como una palmada en el estómago y siempre me lo decían por todos lados, que yo era ni tenía tipo de pobre”.

Mejor dicho, lo estaban discriminando...

“Cualquier cosa que yo decía, me decían es que aquí la vida es muy dura y que yo en cualquier momento me podía ir. Entonces, la primera vez que me enfermé, yo no tenía seguro de nada porque había cortado todo. Me negué a que me llevaran el médico, porque a ellos no se lo llevaban, tampoco permití que me llevaran en un carro porque a ellos nos los llevaban en carro y ni calles había, entonces me arrastraron por el sendero y me subieron a un bus. Cuando llegué a Policlínica, la señora que me llevaba se puso a gritar, llegó el padre de Villa del Socorro y me trajeron una camilla y me entraron antes de un poco de gente que llevaba horas esperando atención. Y ahí sentí que lo que yo estaba haciendo viviendo como pobre era como una comedia”.

Nadie lo trataba “como pobre”...

“Son cosas muy duras, porque es quitarte todo lo que tenías en la cabeza. Yo salí de ahí y dije esto no funciona. Yo haciendo una comedia tonta, que ni ellos mismos me creían. Me fui a hacer unos retiros y ahí descubrí dos cosas. Primero que como ciudadano, mi compromiso es con el pobre. Pero como cristiano, mi compromiso es con Jesús, que fue pobre. Y segundo, que yo estaba partiendo de mis ideas y no de las de ellos, que yo no le seguía el ritmo a ellos, sino que estaba imponiendo mis ideas”.

En esa época hubo mucha violencia en el Popular: las milicias, las bandas, tiempos de Pablo Escobar, ¿cómo logró sobrevivir?

“Primero nunca me metí a atacar las bandas y nunca hablaba de ellas. Yo ayudaba a la gente a ver cómo se defendían sin utilizar la violencia y creo que eso fue lo que me salvó a mí, porque yo dije, yo no tengo que luchar contra eso porque es que yo no estoy sufriendo nada. Los que están sufriendo son ellos, yo tengo es que acompañarlos a ellos. En el pobre ustedes encuentran lo mejor de la condición humana y lo peor de la condición humana”.

Después de su trabajo en los años 50 y 60, ¿cómo ha sentido que ha cambiado Medellín, las comunidades populares?

“Eso ha cambiado ciento por ciento. Yo lo veo muy bueno, porque lo que estamos cambiando es 12.000 años de praxis. Y Marx, que no es ningún bobo, dijo una frase que es genial, que una idea de mil años se cambia en 5 minutos. A mí me parece que ahora hay un cambio enorme en el espectro ideológico, por ejemplo, cada vez va creciendo más la idea de que con violencia no. Hoy estamos frente a tres pilares: el primero es partir de que el poder está en el de abajo, eso no se ha reconocido. Lo que pasa es que él no se ha dado cuenta y no ha buscado elaborarlo. El segundo es la esencia de la persona en la relación, trabajar todos por lo que es colectivo, la solidaridad. Todo lo comunitario de la esencia de la persona no es ser racional, sino ser relacional. Y el tercero es acentuar todo lo humano. Lo que hay que defender ahora es lo humano, no lo religioso. La primera actitud, es lo humano. Por ejemplo la cuestión religiosa hoy hay que plantearla de otra manera totalmente distinta, lo fundamental es la persona, el más pobre, el más débil. Y desde ahí nace la actitud religiosa”.

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