En noviembre del año pasado, el grupo asesor del gobierno británico en temas relacionados con el nuevo coronavirus anunció que había identificado una nueva variante del microorganismo, que podría ser responsable del crecimiento en el número de contagios en el país. Las instituciones Imperial College de Londres, la Universidad de Edimburgo, el servicio inglés de salud Public Health England (PHE), el Instituto Wellcome Sanger, la Universidad de Birmingham y el Consorcio covid-19 Genomics UK se pusieron a investigar qué pasaba y publicaron, el pasado 31 de diciembre, algunas conclusiones de lo que se sabe sobre esta variante.
Lo primero, y que seguro usted más ha escuchado, es que es más transmisible, no es más letal ni hace que las personas enfermen de forma más grave. El informe cita que “la nueva variante tiene una ventaja de transmisión de 0,4 a 0,7 en el número de reproducciones”. Se propaga con mayor facilidad, en análisis de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades Infecciosas (CDC) y la Organización Mundial de la Salud, esta variante tiene un aumento estimado de su transmisibilidad entre el 40 y 70 %.
Otro hallazgo es que la nueva variante, llamada B.1.1.7, es más común en menores de 20 años por el alto registro en el número de casos que se empezó a ver en este grupo de edad. “Sin embargo, es demasiado pronto para determinar el mecanismo detrás de este cambio, según los investigadores. Explican que puede haber sido influenciado en parte por las variantes difundidas coincidiendo con un período en el que el cierre estaba vigente pero las escuelas estaban abiertas. Se está investigando más a fondo la naturaleza específica de cualquier cambio en la forma en que el virus afecta a este grupo”, se lee en la investigación.
¿Es normal?
Hasta el momento se han encontrado 23 mutaciones del Sars-CoV-2 desde la primera detectada en Wuhan, secuenciada hace un año. De esas 23, 17 sucedieron en un periodo muy corto de tiempo, y eso fue lo que encendió las alarmas de los investigadores en Reino Unido para empezar a seguirle la pista a una posible nueva variante, explica Jaime Acosta, magíster en microbiología médica y enfermedades infecciosas.
Acosta explica que todos los virus mutan. Es un proceso que sucede cuando su material genético (ARN) se está replicando dentro de la célula. “No es que estos organismos tengan planeado mutar sino que son como accidentes biológicos. Cuando se están replicando puede haber errores, se escribe mal el ARN, no son planificadas, y cuando los virus entran en una célula tienen el riesgo de mutar. No necesariamente tiene que pasar, pero se puede dar, es una probabilidad que depende del azar”, dice el investigador.
Aunque hay cambios en la estructura del virus, se considera que esas mutaciones no son un riesgo epidemiológico, clínico ni biológico, acota Estefanía Espín, docente de genética y magíster en biotecnología médica. Sin embargo, después de cierto número de mutaciones se pueden dar variantes de un virus o cepas. Y ahí hay una diferencia importante para entender lo que está pasando con la pandemia.
Una variante es una forma del virus que adquiere cambios en su material genético por el proceso de replicación y que puede tener implicaciones en la estructura del virus, explica Dámaris Intriago, magíster en medicina molecular graduada del Imperial College de Londres y docente de la maestría en Biomedicina de la Universidad Internacional SEK del Ecuador. Por ejemplo, según el informe citado al inicio del artículo, “la ausencia de la corona del gen S en una prueba de PCR por lo demás positiva parece ser un marcador muy específico para el linaje B117, que ahora ha sido designado como Variante de Preocupación (VOC) 202012/01 por la Salud Pública de Inglaterra”.
Una cepa, continúa Intriago, se da cuando hay una gran cantidad de mutaciones de un mismo virus y eso implica cambios profundos y drásticos en la forma de transmisión. Sobre la frecuencia con la que esto sucede, Jaime Acosta, da algunos ejemplos: “Es posible que se generen nuevas cepas, pero no es tan frecuente. Influenza, específicamente, es un virus que muta y tiene nuevas cepas cada cierto tiempo. En el caso de los coronavirus, los beta, hay tres cepas, el Sars, el Mers y el Sars-CoV-2. Ese salto para poder considerarse cepa se está dando entre 8 o 9 años y estos van a seguir cambiando, la diferencia entre una cepa y variante es que en la última el cambio genético es mínimo. En cambio, entre las cepas hay muy pocas semejanzas”. Por eso, las nuevas del Sars-CoV-2 son variantes, no cepas.
La preocupación no protege
Hay varias hipótesis sobre por qué esas 17 mutaciones sucedieron en tan poco tiempo y por qué se generó esta variante más transmisible, cuenta la biotecnóloga Estefanía Espín. Ninguna de ellas dice que el virus fue creado en un laboratorio para que cambiara y fuera imposible de controlar. Hay dos principales, mencionadas por Espín, que están todavía en investigación.
La primera es que hay pacientes que tienen el sistema inmunológico tan debilitado que su cuerpo no puede reaccionar rápidamente al virus y este se puede seguir replicando hasta en cinco meses. Eso le da al virus mayor probabilidad de tener una mutación porque son más veces las que copia su material genético.
La otra tiene que ver con la idea de que el virus estuvo en un reservorio animal y pudo ser transmitido a los humanos, como sucedió con los visones que fueron sacrificados en Dinamarca a mediados de diciembre. De hecho, el pasado 11 de enero, el Laboratorio Nacional de Servicios Veterinarios del Departamento de Agricultura de EE.UU. confirmó que dos chimpancés del zoológico de San Diego, en California, habían dado positivo para el Sars-CoV-2. “Es motivo de preocupación por la zoonosis y sabemos que los coronavirus tienen esta característica”, acota Espin.
En Colombia, según el Instituto Nacional de Salud y el Ministerio de Salud, todavía no se ha detectado la variante británica. Sin embargo, el Minsalud anunció el pasado 14 de enero que hay al menos 29 variantes del Sars-CoV-2 circulando en el país.
Los tres investigadores consultados para este artículo concuerdan en que la variante británica, y otras más contagiosas detectadas recientemente en Sudáfrica y Brasil, son una muestra de que entre menos posibilidad se le dé al virus de reproducirse, menos probabilidad hay de que mute y haya una nueva variante o cepa. Es decir, si el virus no tiene un hospedero, no tendrá dónde replicarse ni dónde mutar.
Por eso evitar contagiarse es ayudar también a controlar la pandemia. No olvide que aunque ya hay una vacuna esta solo ayudará a manejar parcialmente la covid-19 porque no se hará una vacunación masiva ni global, sino por fases y grupos prioritarios, así que es posible que el virus siga circulando, dice Espin. Las normas de autocuidado siguen vigentes: la mascarilla bien puesta, el lavado de manos constante, los espacios ventilados y el distanciamiento físico. “Mientras menos posibilidad le demos al virus, menos probabilidad tenemos de que siga mutando”, señala la investigadora.