Esta es la historia que cuenta el periodista y miembro de la Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina Carlos Dáguer, en su nuevo libro De brazo en brazo: la odisea de una vacuna. EL COLOMBIANO habló con el escritor sobre la parada de la campaña en Antioquia y el legado de esta hazaña médica.
¿Cómo fue el contexto de la llegada a Nueva Granada de la primera campaña de vacunación?
“En 1796, el médico inglés Edward Jenner descubrió la primera vacuna de la historia, la de la viruela. Esta viene de la vaca y el método para conservar ese fluido consistía en tomarlo directamente de los pezones de la vaca, de las pústulas de la infección e inocularlo en el brazo de un niño. El menor quedaba vacunado y al décimo día generaba otra pústula que se podía pinchar y sacar de ahí nuevo pus, el cual se pasaba a otro niño y así sucesivamente.
En 1802 se presentó una epidemia en Santafé de Bogotá y entre el cabildo de la villa, osea, lo que equivale al Concejo, y el virrey Pedro Mendinueta, la máxima autoridad del virreinato, se generó una discusión sobre el manejo de los recursos de la epidemia. Por eso, los miembros del cabildo enviaron una carta al rey Carlos IV de España quejándose sobre la situación, y él aprovechó eso para enviar una expedición a América que trajera la vacuna contra la viruela. El 30 de noviembre de 1803 zarpó una expedición de La Coruña con 22 niños vacuníferos, que eran esos que les inoculaban el pus de vaca en el brazo para mantener vivo el fluido. Luego de naufragar en el río Magdalena, el cirujano José Salvany Lleopart, de subdirector, cuatro niños vacuníferos y cuatro vacunadores llegaron a Barranquilla el 14 de mayo de 1804”.
Más tarde, ese mismo año, llega la campaña a Antioquia. ¿Cuáles fueron las particularidadesde la vacunación en esta zona comparada con el resto de Nueva Granada?
“Desde entonces ya Antioquia mostraba cierta vocación a la autonomía mucho mayor que la que tenían otras provincias. En julio de 1804, cuando la expedición estaba en Mompox, el subdirector Salvany se encuentra con cuatro antioqueños, Joaquín Sañudo, José Rodríguez Obeso, José del Valle y Juan Francisco Villar, con los que acuerda un plan para llevar la vacuna a Antioquia. El 28 de septiembre, Salvany llegó a Nare, por el occidente del Magdalena, donde lo estaban esperando tres cargueros y dos niños esclavos enviados desde Rionegro por el médico Juan Carrasquilla. Los dos esclavos fueron vacunados cuatro días después para que Salvany continuara con su expidición hacia Santafé de Bogotá.
Carrasquilla, al recibir el mensaje de estos cuatro señores que se reunieron en Mompox con Salvany, se alistó para recibir la campaña en el Río Nare. El primer elemento de Antioquia es que los expedicionarios no tuvieron que adentrarse en la provincia porque aquí armaron su propia estrategia para la vacuna. El 5 de octubre comenzó la vacunación en Medellín.
El gobernador de Antioquia de ese momento, Víctor Salcedo, regañó a Carrasquilla por la creencia de que el médico estaba infectando a la población con la viruela. Pero luego el gobernante, ubicado en Santafé de Antioquia –la capital de la provincia– envió a un sangrador con dos niños para llevar la vacuna a ese lugar”.
¿Existen registros de cuántas personas fueron vacunadas en la campaña?
“Sí, yo creo que las cifras fueron infladas. Por ejemplo, José Ignacio Pombo, un amigo de José Celestino Mutis, planteó la idea de que las cifras de la expedición eran exageradas. Cuando los expedicionarios se encontraban en Santafé de Bogotá, plantearon que habían vacunado a 50.000 personas en las dos rutas que realizaron para ir de Cartagena hacia la capital. Y después, en un informe que envió Salvany desde Arequipa, Perú, al virrey Antonio José Amar y Borbón, se afirmó que en Nueva Granada fueron vacunadas 100.433 personas. Eso significaba que una de cada 20 o una de cada 30 había sido vacunada en esa gesta. Pero siempre hubo desconfianza en esas cifras”.
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Pero, aun así, ¿usted la calificaría como una campaña exitosa?
“Totalmente, porque deja un legado muy profundo en nuestra historia de la salud pública y de nuestras instituciones. Creo que el éxito se debe a una orden muy clara por parte de la corona española de recibir a sus expedicionarios y de la instrucción dada a los curas para que, desde los púlpitos, promovieran la vacunación.
Además, la campaña deja algo que, a la larga, termina siendo más importante que la misma vacuna: la creación de las juntas de vacunación, que serían las primeras instituciones de salud pública del Virreinato y, después, de la República.
Las primeras instituciones de salud de la República, después de la independencia, se llamaron Juntas de Vacuna y Sanidad. Con ese nombre se mantuvieron hasta comienzos del siglo XX.
A Nueva Granada la vacuna contra la viruela llegó en 1804, a pesar de que las versiones sobre su entrada al territorio no coincidan. Sin embargo, en ese momento no se consolidó una campaña de vacunación porque no se logró preservar el biológico. El gran mérito de la campaña fue la creación de las Juntas de Vacuna, una estrategia clara para preservar el fluido.
En conclusión, al dejar un legado de institucionalidad en salud pública, uno puede considerar que la campaña fue exitosa”.