Se ha presentado una reciente controversia sobre el aumento del costo del dólar en Colombia. El hecho de que en el pasado muchos políticos atribuyeron la anterior devaluación del peso colombiano, en 2015-6, cuando cayeron los precios del petróleo, a las políticas públicas del gobierno de entonces, les ha sido enrostrado, para mostrarles su yerro. Al tiempo, les repiten la idea errada de que es el partidismo político el que explica el valor de la moneda colombiana.
Algunos de estos políticos porfían en su respuesta: la última explicación del más reciente ciclo devaluacionista que se inició hacia mayo del año pasado, ha sido atribuida a un supuesto proceso de desindustrialización. Otra variante de este síndrome lo atribuye al litigio en la jurisdicción constitucional sobre la ley de financiamiento.
No hay que ir tan lejos. Son las causas externas a las condiciones fundamentales internas de la economía colombiana (guerra comercial, sobrecalentamiento de Estados Unidos, presión sobre la Fed) las que explican el fortalecimiento global del dólar. Por fortuna, nuestra tasa de cambio flexible nos ha permitido ajustarnos bien a esta difícil coyuntura como lo hicimos en el 2016. La alternativa es un ciclo recesivo autoinfligido de austeridad fiscal. ¿Será eso lo que quieren?.