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A medida que nos acercamos al año del comienzo de la pandemia del covid-19, se nos hace más presente que estamos ante una emergencia catastrófica de la educación ocasionada por los confinamientos que se presentaron en todo mundo, como una forma para controlar la expansión de la enfermedad. Con cada día de cierre los niños y jóvenes no pueden tener acceso a la educación presencial y se van retrasando en su educación, los más marginalizados son los que pagan un mayor precio por la situación. No podemos permitir empezar un segundo año en esta situación en que no hay aprendizaje para los niños y jóvenes. No se debe ahorrar ningún esfuerzo para abrir las escuelas o para priorizarlas en los planes de reapertura. El simbólico salón de clases de la pandemia (construido por la Unicef con 168 escritorios vacíos) representa los millones de centros de aprendizaje que han permanecido vacíos. Detrás de cada pupitre vacío se esconde la pérdida del potencial de un niño. No queremos puertas o edificios cerrados que oculten el hecho de que el futuro de nuestros niños y jóvenes está en pausa. Esa instalación del salón de la pandemia es un mensaje a los gobiernos: hay que priorizar la apertura de las escuelas .