El gobierno del presidente Duque encontró un ambiente de país polarizado, por una discusión -que no es el momento de darla- pero por una negociación política que no recogió a las mayorías del país. En segundo lugar, con una oposición fuerte. Yo presidí el Congreso de la República en 2007, y hoy en día, la composición política del Congreso es totalmente diferente. Hay una oposición política fuerte, que muchas veces no es un discurso de buscar unas propuestas que vayan a llevar a soluciones reales de país, sino más bien con el ánimo de destruir.
Lo otro es una presión por la implementación del acuerdo con las Farc, acuerdo que diría, en lo personal, que es semifallido, y no por el gobierno del presidente Duque que ha respetado la institucionalidad, a pesar de que no compartimos mucha de la estructuración que se dio. Lo cierto del caso es que las Farc como tal no respondieron a quienes creyeron en ellas: unos sectores se apartaron del proceso y hoy en día son disidencias, son los más beligerantes en contra del liderazgo social, son los más activos en el narcotráfico. Y adicionalmente la institucionalidad que estaba prevista para una implementación a 10 años, terminó siendo una carga inicial para este Gobierno.