La administración del expresidente Trump y los talibán llegaron a un acuerdo para dar por finalizada la presencia de dos décadas del ejército de EE. UU. en Afganistán. La toma del poder por parte de los talibán ha ocasionado un rápido e incontrolable éxodo de afganos que sienten que bajo este control sus vidas serán peores.
Aunque al presidente Joe Biden le tocó asumir la derrota, el fracaso es compartido. La estrepitosa caída de Kabul está cargada de simbolismo, puesto que, luego de gastar más de dos billones de dólares, y asumir un enorme costo en vidas, EE. UU. y la Otan fueron incapaces de consolidar un Estado de Derecho en Afganistán, en donde la división de los líderes tribales, la corrupción y la influencia del narcotráfico impidieron consolidar una unidad de mando o rumbo nacional.
El vacío de poder dejado por Occidente será prontamente llenado por los talibán, el Estado Islámico y otros grupos extremistas que deberán ser contenidos por los vecinos regionales de Afganistán, como Pakistán, India, China y Rusia. Estos eventos conducirán a un acto de equilibrio geoestratégico que podrá precipitar nuevas guerras o despliegues de fuerza por parte de las demás potencias. ¡Un polvorín!