Habría que preguntarse, y lo deben hacer también los candidatos, cuántos ciudadanos definen su voto partiendo de las miles de pancartas que inundan el espacio público. La ubicación de pancartas y afiches, así como la repartición de volantes, permiten que el ciudadano sepa quiénes están en las listas electorales y para cuál corporación se candidatizan, pero allí solo se leen eslóganes que condensan promesas de felicidad y progreso sin mayor pretensión de veracidad. En cambio, tal cantidad de material resulta abrumador, así sea una práctica habitual en todas las democracias, pues no faltará quien vote guiado solo por una fotografía.
En todo caso, vale la pena saber los candidatos y partidos que violan los topes establecidos para publicidad callejera.
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