Con una mezcla de tristeza y esperanza, los habitantes de Mocoa, Putumayo, describen la destrucción provocada por las avalanchas ocurridas entre el viernes y el sábado pasados. El dolor se cuenta en las más de 270 víctimas mortales, la destrucción de 17 barrios y las pérdidas sociales y económicas que arrastró la tragedia. El optimismo, esa fortaleza para salir adelante que nos sorprende a todos, se descubre en las frases de los afectados que dicen esperar la solidaridad gubernamental y ciudadana para reconstruir su ciudad.
Sin amargura ni resentimiento, los testimonios de las víctimas hablan de un rincón del país que no existía en el imaginario del gobierno central ni de la gente de las grandes capitales. Allí confluyeron fenómenos de deforestación, lluvias de alta intensidad y duración y falta de planeación y control urbano, junto a ríos y quebradas, que hoy dejan muerte, destrucción y ruina. También el reto de renacer.
“Putumayo es un pueblo olvidado -le dijo el maestro de escuela Jairo Quintero a este diario-. Es muy triste que nos conozcan por esta tragedia, pero es una oportunidad para que el Gobierno Nacional y Colombia se acuerden de este territorio”.
Es un llamado que obliga a solidarizarnos con lo ocurrido y a dar voz y hacer eco de las hoy más que nunca inmensas necesidades que tienen los putumayenses. La mitad de Mocoa está sin energía y las bocatomas de los dos acueductos quedaron destruidas. Escasean los víveres porque, además de derribar tiendas de abarrotes y almacenes, la borrasca averió cuatro puentes y bloqueó vías principales.
El desastre en Putumayo, como lo manifestaran directivos de Corpoamazonía, plantea el deber de revisar con rigor técnico y previsivo los planes de ordenamiento territorial (POT) que en muchos municipios colombianos desconocen reglamentos y recomendaciones medioambientales y de ingeniería, cuyo efecto posterior es la alteración de los equilibrios y los trazados naturales y la vulneración de patrones estructurales que derivan en tragedias como la de Putumayo.
Los reportes de la Universidad Nacional advierten que desastres similares pueden ocurrir en 385 municipios del país, “si no se toman las medidas efectivas correspondientes”. Las variaciones climáticas cada vez más extremas sobre las cabeceras de ríos que luego cruzan valles y llanuras, donde confluyen otras quebradas, podrán provocar eventos similares al que hoy lamentamos.
Si el presidente Juan Manuel Santos anuncia que Mocoa será recuperada y quedará mejor que antes, el primer paso será obedecer a un POT que corrija las fallas de planeamiento urbano que, en parte, son causantes de la emergencia y que exigen reubicar el 80% de aquellos barrios.
Esta alerta deja como tarea inmediata intensificar los planes preventivos locales, de la mano del Ideam y de los organismos de prevención y atención de desastres, dada la temporada de lluvias que apenas comienza y que ya ocasionó otros daños en departamentos como Cauca y Valle e incluso en Antioquia.
No obstante, en estos momentos toda la atención, ayuda y disposición institucional y ciudadana deben estar con los habitantes de Mocoa. Esa solidaridad debe ser bien dirigida e invertida, mediante entidades de trayectoria y eficacia reconocidas que den el uso adecuado a las donaciones.
Mocoa necesita que Colombia la rodee y la ayude en horas tan difíciles.