Desde hace 25 años se observaba en todo el mundo una neta disminución de la pobreza extrema, (la de aquellas personas que viven con menos de 1,9 dólares al día). Sin embargo, esa cifra había comenzado a disminuir menos rápidamente porque en algunas regiones los conflictos y el calentamiento global afectaron a la población más vulnerable y eso impactó las cifras de pobreza.
De acuerdo con el Banco Mundial, más del 40 % de las personas pobres vive en países afectados por conflictos y ante la reducción de los medios de subsistencia y de la inversión que estos provocan, la población cae fácilmente en la pobreza extrema, con el riesgo de sufrir hambrunas. Las contiendas que estallaron en Siria y Yemen, por ejemplo, dispararon los indicadores de pobreza extrema en los agregados de Oriente Medio y Norte de África.
El cambio climático, por su parte, pone en peligro a las poblaciones pobres. En Asia meridional y África subsahariana, donde estas se concentran, las sequías y las inundaciones como consecuencia del cambio climático crean desastres humanitarios. Al acentuarse el calentamiento global, se espera un mayor efecto negativo sobre la pobreza.
La presencia del Covid-19 fue el elemento que dislocó drásticamente la tendencia a la reducción de la pobreza extrema que mostraban las cifras. Según los cálculos del Banco Mundial (Poverty and Shared Prosperity 2020), el aumento en la pobreza extrema como consecuencia de la pandemia puede estar entre 88 y 115 millones de personas en 2020 y puede ser de 150 millones en 2021. Los pobres extremos van a aumentar por primera vez en veinte años y llegarán a representar entre 9,1 y 9,4 % de la población mundial en 2020, los niveles de 2017.
El Covid-19 no solo está empujando a muchas personas de vuelta a la pobreza extrema de la que habían logrado salir, sino que también afecta a nuevos segmentos de la población, sostiene el Banco Mundial. Si bien, muchos de los nuevos pobres extremos se concentran en países que estaban ya luchando con las altas tasas de pobreza, los países de ingreso medio también están muy golpeados. Se estima que entre 72 y 94 millones de los nuevos pobres extremos provienen de esos países, más de las tres cuartas partes del total.
Esos nuevos pobres extremos tienen un origen diferente, se trata ahora sobre todo de habitantes de las ciudades, muchos de ellos vienen de los sectores de servicios informales, pero también de la industria, construcción y servicios formales, los más afectados por las medidas de confinamiento y aislamiento social.
Los estimativos del Banco Mundial para América Latina muestran que la crisis habría empujado a la pobreza extrema a 4,7 millones de latinoamericanos en 2020. La Cepal había advertido desde hace unos meses que la pobreza extrema se incrementaría principalmente en Brasil, Colombia, Ecuador, El Salvador y México. En nuestro país los pobres extremos, con ingresos mensuales menores a $117 mil, subirán de 10,9 a 14,3 % de la población.
La convergencia de la pandemia con las presiones de los conflictos y el cambio climático conformaron la tormenta perfecta para el aumento de la pobreza extrema. El Banco Mundial propone una acción colectiva para asegurar que los esfuerzos que se hicieron en el pasado para enfrentarla no se vengan abajo. Así mismo, será necesario que la política pública se modifique porque, como se detectó, los nuevos pobres extremos tienen orígenes y características diferentes a las conocidas.