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Los científicos han sido claros en que la pandemia solo terminará cuando se cuente con una vacuna segura y eficaz contra el coronavirus. Aunque ya hay algunos tratamientos prometedores en prueba, que reducen el riesgo de muerte de los pacientes contagiados y atenúan los estragos de la enfermedad, solo con la vacuna la población estará realmente protegida.
Esto ha llevado a que se redoblen los esfuerzos para conseguir esa anhelada vacuna. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), a la fecha hay 25 candidatas a vacuna en evaluación clínica en diferentes etapas y 141 en fase de preevaluación clínica. Existen varios tipos de tecnología que compiten para obtener la vacuna y por los fondos para la investigación, y ya se ven los primeros resultados, de acuerdo con las publicaciones médicas especializadas como la británica The Lancet.
Por ahora, las pruebas de algunas candidatas de vacuna dan señales de que hay una luz al final del túnel, pero todavía falta mucho camino por recorrer. Incluso algunos advierten que no está garantizado un resultado. En todo caso, falta determinar si su uso puede generalizarse sin riesgos y si sirven para inmunizar a la población, y por cuánto tiempo. Es por eso por lo que, en el proceso de obtención de una vacuna, el 70 % del tiempo es consagrado a los controles de calidad y de seguridad. Un proceso que en este caso tomará entre 12 y 16 meses, según los expertos, lo que lleva a que a mediados de 2021 se contaría con la vacuna, ya de por si un tiempo excepcionalmente corto.
El gran desafío, una vez se tenga la vacuna, es definir a quien se inocula primero. Lo ideal sería que la vacuna fuera un bien público mundial, con principios aceptados por todos, disponible para todos los países y para cada uno de sus ciudadanos, y financiado en su desarrollo por la comunidad internacional. Se debería dar una distribución equitativa entregándola a los organismos internacionales para llevar a cabo esa tarea.
Sin embargo, la realidad es muy diferente. Está no solamente el hecho de que en todo el proceso están involucradas las patentes que posibilitan la explotación económica de un descubrimiento, sino que, como señala el Financial Times, los acuerdos para la producción y distribución de vacunas que se están dando entre países ricos y las empresas farmacéuticas están dejando a la deriva a los países más pobres. Con el riesgo, además, de que se presenten abusos en los precios, desabastecimiento y falta de responsabilidad frente a posibles efectos colaterales.
Así las cosas, Colombia tiene urgentemente que avanzar en su estrategia para acceder a la vacuna. Clave el apoyo a la OMS y la ONU y a sus iniciativas para buscar una solución multilateral para garantizar un acceso equitativo a las vacunas, pero esta no puede ser la única salida y el Gobierno va a tener que jugarse otras cartas porque Colombia es un país de ingreso medio y deberá pagar por ese acceso.
La opción que queda es ir al mercado por la vacuna de inmediato. Habrá que celebrar contratos con información todavía incompleta y tomar decisiones complejas, que entiendan los órganos de control, acerca de a cuáles empresas farmacéuticas acudir y en cuáles condiciones financieras. Si todo sale bien, será necesario identificar a quienes se beneficiaría primero con la vacuna; afortunadamente, para ello existen protocolos internacionales .