Todo el país, y Antioquia en especial, tiene los ojos puestos en Hidroituango. La megaobra que estaba prevista para comenzar a funcionar antes del fin de año, como potente factor generador de energía para toda Colombia, ha sufrido durante las últimas dos semanas una cadena de vicisitudes que han generado una crisis de grandes proporciones y frente a la cual se está trabajando a pleno rendimiento para reducir, en lo posible, sus graves efectos.
Empresas Públicas de Medellín está trabajando desde el primer momento, cuando se presentó el taponamiento de un primer túnel de evacuación de agua. Con posterioridad hubo dos taponamientos más, generando la acumulación de aguas del río Cauca, con el agravante de estar en una época de intensas lluvias. Pareciera que una combinación de factores se confabularan para hacer cada vez más difícil la gestión de los problemas acumulados en un lapso corto de tiempo.
En estos momentos, lo que hay que valorar y sopesar es eso: las soluciones que se tienen que tomar ante una sucesión de hechos como las de Hidroituango no son de aquellas que se aplican en la balanza dos o más opciones buenas. No. Son soluciones que tienen que definirse entre una opción mala o una peor. Ante ellas, lo responsable es optar por la menos mala. Eso fue lo que ocurrió al decidir abrir el paso de la corriente de agua por la sala de máquinas. Es una opción que nadie quiere, pero ante la realidad de las cosas, era la única que, con sano juicio técnico, se podía tomar.
Hay una corriente de solidaridad con EPM que hay que destacar. La solidez reputacional del grupo no surgió de improviso sino que es el resultado de décadas de trabajo serio, de profesionalidad indiscutible y, ante todo, de conexión con las comunidades como pocas entidades públicas, e incluso privadas, pueden acreditar. No en vano entidades crediticias internacionales la consideran una organización altamente fiable a la que se pueden otorgar créditos a los que empresas igualmente grandes no podrían acceder.
En Hidroituango hay una urgencia manifiesta de concurrir a soluciones inmediatas, y dejar trabajar a los que saben. Quienes tengan propósitos de enjuiciar y activar tribunales de responsabilidades se están precipitando. Consideramos que, tal como lo manifestó la Sociedad Antioqueña de Ingenieros y Arquitectos -SAI- ayer, una vez superada la emergencia, procederá en los espacios especializados pertinentes el estudio y análisis de lo que pasó para determinar las causas, desarrollar las investigaciones y evaluaciones técnicas para aclarar lo que pasó y asumir responsabilidades y aprender lecciones.
Es natural que haya un sentimiento de desolación y tristeza. Para el país, para Antioquia y para Medellín las pérdidas pueden ser enormes. Proyectos departamentales y metropolitanos pueden sufrir un serio revés. Inversiones proyectadas sobre los ingresos de la hidroeléctrica tendrán que ser revaluados o aplazados.
Por lo pronto, se ha hecho todo lo posible por proteger la integridad de los habitantes de las zonas ubicadas aguas abajo de la hidroeléctrica. Los alcaldes y comunidades están atentos y las entidades de gestión del riesgo no han descansado un minuto. Hay que enfrentar con realismo la calamidad y sus consecuencias, así como renovar la confianza en los gestores de la crisis, que hacen lo humana y técnicamente posible para que los daños puedan contenerse y recuperar con fuerza la ilusión del proyecto.