Que el mensaje de reconciliación, y sobre todo el del humanismo integral que predica el Papa Francisco, les pueda llegar a las Farc y permear las conciencias de sus combatientes resulta algo por lo menos esperanzador. Aunque parece que ello no podrá ocurrir por ahora de manera directa, según informó ayer el portavoz del Vaticano, Ciro Beneditinni, al descartar un encuentro del Santo Padre con la delegación guerrillera, en su visita a Cuba.
Para las Farc resulta importante, es seguro, en la perspectiva del reconocimiento y la legitimidad que transmite una figura como la de Francisco, en especial por el papel crucial que ha venido jugando el Pontífice en el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y comerciales entre Estados Unidos y la isla. La de Francisco es una imagen de primer orden y palpitante en la búsqueda actual de solución a conflictos en el mundo, incluido también el de Siria.
Por eso “Carlos Antonio Lozada”, uno de los voceros de las Farc en La Habana, acaba de ratificar la relevancia que tiene una reunión con el Papa, la misma que si pudiera darse “sería extraordinaria”, según declaraciones del número dos de esa guerrilla “Iván Márquez”, dadas también a comienzos de agosto.
“Hablamos -sostuvo Lozada- sobre la posibilidad de que cuando el Papa haga presencia aquí en La Habana pueda recibir a la Mesa (...) una decisión del Vaticano y por supuesto del Estado Cubano”. Pero por ahora las probabilidades son casi nulas, a juzgar por la respuesta oficial: “En la agenda papal del viaje a Cuba no está previsto ningún encuentro entre el Santo Padre y representantes de las Farc”.
Para la guerrilla, el Gobierno y la sociedad colombianos se trata de un apoyo -ya expresado- fundamental, pero que encarnado en la figura misma del Pontífice sería un empujón de optimismo y por supuesto de fe en lograr el fin del conflicto armado interno. Pero hay algo mucho más sustancial y de fondo en el mensaje y la aparición tan energética del Papa en el contexto de la negociación con las Farc: su mensaje de exigencia de respeto a los millones de afectados por la confrontación.
Lo dijo en abril pasado, al anunciar su deseo de visitar Colombia y en el ánimo de apoyar los esfuerzos por la paz. Lo dijo en un mensaje que alude claramente a su exigencia de justicia y reparación a favor de las víctimas, un tema frente al que las Farc han sido particularmente duras y sordas, inconsecuentes e incluso irónicas.
En la voz del Papa se advierte, como creemos la mayoría de los colombianos, que una paz a cualquier precio y en especial con impunidad sería bastante inviable e insana. Entonces, dijo en su mensaje: “Hay que arriesgarse a cimentar la paz desde las víctimas, con un compromiso permanente para que se restaure su dignidad, se reconozca su dolor y se repare el daño sufrido. El Papa manifiesta gran afecto, cercanía y solidaridad, a quienes han padecido las consecuencias del conflicto armado en todas sus expresiones”.
Por eso aquel diálogo por ahora postergado tendría tanto valor para alimentar no solo la convicción de que la paz es necesaria y alcanzable en el país, sino para afianzar la idea de que haya “una justicia justa” ante el tamaño del dolor de los delitos de lesa humanidad y de los crímenes de guerra cometidos por una organización que hoy negocia su inserción en la legalidad.
Es ideal que Francisco, en algún momento, pueda hablarles al oído y confesarles su devoción por los que sufren... entre ellos, los que sufren los fusiles y las bombas de las Farc .
Regístrate al newsletter