La impunidad es un mal que corroe a distintas sociedades y de eso sabemos mucho en Colombia. Genera una sensación de injusticia e impotencia por la que cada pueblo clama a su manera y así ha ocurrido por estos días en Chile. El terremoto político que se desató en el país austral a causa del indulto que el presidente Gabriel Boric concedió a 13 condenados, le ha costado, por lo pronto, perder a su ministra de Justicia y a su Jefe de Gabinete y ver cómo su grado de aprobación descendió al 25%. Esto hace inevitable preguntarse si lo mismo podría ocurrirle al presidente Gustavo Petro en nuestro país.
Aparentemente los dos gobiernos comparten una característica sobre la que ya se ha comentado bastante y es la improvisación. Se dice que el día de la publicación de los indultos en Chile era tal el desorden que los listados iban y venían con nombres que entraban y salían, hasta que se tomó la decisión de indultarlos a todos. Y de la misma manera que ocurre aquí, que los funcionarios hacen comentarios constantemente como si no hubiera una mínima reflexión, la portavoz del gobierno chileno salió a decir que “si el presidente hubiera tenido todos los elementos a la vista, la situación hubiera sido distinta”. Resulta francamente inaudita esta confirmación oficial del caos en medio del cual se tomó semejante decisión.
Ahora la oposición chilena exige la revocación de los indultos pues aunque el presidente tiene facultad discrecional para concederlos, según los líderes opositores no se puede ejercer con tal grado de arbitrariedad. Y lo que es aún más grave, todos los partidos se levantaron de la mesa de negociaciones donde se intentaba dialogar sobre el tema que más preocupa a la ciudadanía: el acoso del narcotráfico, la delincuencia y el crimen organizado.
Lo anterior convierte este momento en uno de los más difíciles para Boric, ya que su desaprobación en enero subió 9 puntos y llegó al 70%.
En el caso colombiano, la medida de indulto de Petro cobija a 171 presos de la Primera Línea, decisión tan polémica que ha generado enfrentamientos con la Procuradora y el Fiscal General. Es tal la preocupación internacional que ha desatado esta medida del gobierno colombiano, que 20 expresidentes de diferentes países firmaron una carta en la que alertaban sobre los riesgos de esa decisión, entre ellos Felipe Calderón (México), Mauricio Macri (Argentina) y Sebastián Piñera (Chile). La respuesta de Petro fue preguntarse “¿por qué a la extrema derecha iberoamericana le da tanta fobia que los jóvenes puedan ser libres?”. Olvida Petro, o tal vez oculta adrede, que la impunidad y el miedo a la inseguridad de los ciudadanos no son cuestiones de derechas o izquierdas, sino más bien de sentido de justicia y de un básico instinto de protección.
Aún no han salido encuestas, al menos de firmas serias, que midan la imagen de Petro luego del anuncio de la liberación de los Primera Línea, y ahora de los capos de bandas criminales. Falta ver si su imagen, que ya se había visto golpeada en la encuesta Invamer de diciembre cuando tuvo un 48% de favorabilidad, se verá afectada o no.
La semejanza de la coyuntura política tanto en Chile como en Colombia es innegable. La violencia y virulencia manifestadas en ciertos momentos del conflicto social también se parece. Todo como consecuencia de una polarización que los políticos exacerbaron al límite para conseguir resultados favorables que les permitieran acceder al poder. La decisión de los dos presidentes de indultar a personajes a quienes se les comprobó que atacaron a las autoridades, a ciudadanos indefensos y a bienes y propiedades tanto públicas como privadas también es semejante. De hecho, en los dos países se llamaron Primera Línea. Porque cada vez es más claro que las protestas de Colombia en 2021 fueron, según las evidencias, una copia del modus operandi de Chile.
Tal vez la diferencia ahora es que para Petro puede ser mejor el escenario que para Boric, pues al fin y al cabo, tras varios procesos de negociación los colombianos, lamentablemente, ya poco se espantan cuando ven la impunidad.
El caso chileno parece que no ha tocado fondo. Cada vez es más fuerte el descontento con el desempeño de Boric. Y no es solo porque las expectativas y las esperanzas fueran muy grandes, sino porque las dificultades de la gente no solo no han disminuido, sino que por el contrario han aumentado, y la sociedad está cada vez más atomizada. Esos son los peligros de dividir para vencer y prometer el cambio para que al final todo siga igual .