Después de los momentos de protesta que se vivieron en la primera semana del paro nacional y del retiro de la reforma tributaria por parte del Gobierno, aquel está teniendo un segundo tiempo. Las manifestaciones continúan pacíficas en el día, pero se desdoblan en furiosas asonadas por la noche. También ha sucedido que al paro se han sumado los indígenas, taxistas y transportadores, quienes han agregado el ingrediente de los bloqueos dentro y fuera de las ciudades, en una deriva muy peligrosa.
Los bloqueos están sitiando a las ciudades por alimentos, medicinas, oxígeno y combustibles. Los que los están instigando quieren sacar provecho económico de esa situación y están tomando de rehenes a los habitantes de pueblos y ciudades. Las más afectadas han sido Cali, Medellín, Villavicencio, Bucaramanga y Bogotá, pero el desabastecimiento se está sintiendo también en Boyacá y en los municipios de la sabana de Bogotá (Chía, Cajicá, La Calera, entre otros) .
Las consecuencias de los bloqueos sobre la economía son muy complicados y dañinos. No están llegando insumos para la producción y algunas empresas, como Alpina, han tenido que suspender su actividad productiva agobiadas por la situación. El riesgo y la violencia están afectando los sistemas de transporte, y para los trabajadores es una proeza llegar a los lugares de trabajo.
De otra parte, los precios de los alimentos están empezando a subir por la escasez, como lo han reportado las centrales de abastos. Se conforma lo que se conoce como un choque de oferta, con reducción de la oferta de alimentos e inflación. Con millonarias pérdidas para los productores agrícolas y para aquellos transportadores que no se sumaron al paro y quieren movilizar los productos.
También se está poniendo en peligro la reactivación de la economía por la incertidumbre que se está provocando en medio del caos y la parálisis. La actividad productiva está a media marcha desde que comenzó el paro y se ha ido ralentizando aún más con el paso del tiempo, a medida que persisten los bloqueos. Sin olvidar los efectos sobre el empleo y el bienestar de los hogares que se harán sentir en el mediano plazo. Como decía un camionero, con franqueza y sin censura, entrevistado por un noticiero de televisión, la idea es afectar la economía. A fe que lo están logrando y el costo que vamos a tener que pagar todos por ese segundo aire del paro va a ser muy alto.
Hay que recordar que el bloqueo de vías está prohibido por la ley. Levantar los bloqueos debe ser un requisito para dialogar, el tráfico de personas y bienes no puede comprometerse y se debe volver a la normalidad cuanto antes. Al diálogo, tan necesario, no se va a poder llegar si el comité de paro no logra que sus bases cesen esas acciones. Esa, por cierto, parece ser una más de las dificultades en esta espiral en que entró la protesta social legítima: saber con quién se puede hablar, en realidad, para poder avanzar en una solución.
Solo si todos los actores sociales que están participando en la protesta se sienten representados por sus líderes se puede tener interlocutores legítimos para superar este impasse. Ojalá escuchen el clamor ciudadano que pide que se levanten los bloqueos y se llegue a una solución de consenso que nos favorezca a todos y permita de una vez por todas superar esta crisis en paz