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Una bocanada al otro lado del muro

26 de enero de 2019
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En junio de 2015, dos prisioneros de la correccional del condado de Clinton, al norte de los Estados Unidos, protagonizaron una fuga espectacular. Richard Matt, de 49 años, y David Sweat, de 35, purgaban largas condenas en un pabellón en el que gozaban de algunas comodidades. Tenían televisión en sus celdas, acceso a llamadas telefónicas y podían contrabandear implementos para hacer más pasable el encierro: pinturas, libros, revistas, comida.

Ambos habían cometido brutales homicidios y de ninguna manera tenían posibilidad de recuperar su libertad. Matt estaba condenado de 25 años a cadena perpetua por asesinar y descuartizar a un viejo. Sweat debía permanecer en prisión de por vida. Sin nada que perder, fraguaron un plan para evadirse del presidio. Engatusaron a un guardia y a una empleada para conseguir herramientas, cortaron las paredes de metal de sus celdas, se escabulleron por laberintos de tuberías y profundos sótanos, rompieron muros de ladrillo y penetraron en ductos de ventilación a través de los cuales reptaron hasta su libertad. Fue una tarea laboriosa que realizaron durante meses.

Si el plan hubiera resultado al pie de la letra, Joyce Mitchell, empleada del taller de modistería, los hubiera recogido durante la noche y los tres, enzarzados en un tórrido triángulo amoroso, habrían conducido rumbo hacia alguna frontera. Sin embargo, Mitchell no apareció y los prófugos tuvieron que marchar a través de las montañas con la intención de alcanzar la frontera con Canadá. Cuando los guardias advirtieron su ausencia, se prendieron las alarmas y empezó el show mediático. Las características de la fuga recordaron la hazaña de los presos que desaparecieron de Alcatraz en 1962. También fue inevitable la comparación con la evasión que protagonizó Tim Robbins en la película Sueños de Fuga (1994), basada en una novela de Stephen King.

Las historias de escapes tienen un encanto ante el cual sucumbimos sin que nos duela pasarnos por unas horas al lado oscuro.

Era natural entonces que esa historia verdadera de los fugitivos Matt y Sweat se convirtiera en material para la industria audiovisual. Escape de Dannemora se estrenó en noviembre de 2018. La miniserie de siete episodios reúne un elenco estelar. Benicio del Toro en el papel del sagaz Richard Matt. El aluvión de talento inesperado que es Paul Dano interpreta al escurridizo David Sweat. Y Patricia Arquette, rubia platino que vivió un esplendor efímero en los años noventa, es el núcleo volátil, incandescente y sobrecogedor que termina de completar la fuerza gravitacional de una historia que succiona con la violencia de un agujero negro.

Quienes deciden fugarse deben actuar con el sigilo de los gatos. Se vuelven prudentes y silenciosos. Los ojos se afilan primero que las herramientas para ver la brecha en el concreto impenetrable, descubrir los puntos ciegos de los centinelas, reconocer al eslabón débil, percibir en la oscuridad el brillo al final de un túnel que primero se cava en la imaginación. En Escape de Dannemora nos envuelve ese sigilo y andamos en puntas de pie para no romper el hilo tenso sobre el que se desliza la trama. Sabemos cómo terminará la cacería humana que se desata y antes de juzgar los crímenes de los fugitivos, queremos compartir con ellos una bocanada de aire fresco al otro lado del muro que los contiene.

Otra sorpresa de la serie es la dirección de Ben Stiller, quien enfoca las cámaras sobre los protagonistas con un sentido de la compasión que permite reconocer sus almas desmanteladas, especialmente la de Joyce Mitchell, mujer de anhelos fallidos cuyo apetito amoroso es el hilo de Ariadna que se tiende entre los presos y el mundo exterior.

Aunque de ninguna manera estamos ante retratos condescendientes. La serie no pretende redimir a los criminales ni borrar sus delitos, el relato de su evasión se concentra en revelar esa fuerza salvaje que despierta en el ser humano cuando a su alrededor se erigen los barrotes de una jaula: una fuerza innata del espíritu que en ocasiones funda una hermandad entre los depredadores y las presas.

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