¿Quién no ha sentido la desesperanza del desamor y la tristeza profunda de la pérdida? No me excluyo porque ahora las canciones me definen, me narran, me salvan, y justo una producción discográfica me tiene frente a una hoja en blanco tratando de contarles lo que generó en mí.
Naturaleza Sangre, año 2003, 16 de mayo. Fito Páez, el compositor, presentaba su décimo segundo álbum, una pieza cronista en su vida, un escupitajo musical lleno de dolor, de catarsis, de terapia, de desahogo y creación real y necesaria.
Conozco el disco desde su lanzamiento, como seguidor lo he disfrutado tanto que cada línea, cada riff, cada esquina musical de esa obra sonora, hace parte de mi educación sentimental y sonora, pero nunca lo había escuchado de inicio a fin con la intención de la composición de Páez. Ese fue mi ejercicio hace dos días, con las nubes como sombrero y con la represa de Guatapé y el Peñol como descansador de pantalla.
La vida de Fito Páez ha sido retratada en claros y oscuros en su producción discográfica. En sus discos y canciones vemos acontecimientos como cicatrices que marcaron su vida. Por ejemplo, en 1987, después del asesinato de su tía abuela y de su abuela en Rosario, publicó Ciudad de pobres corazones, un disco en el que es evidente su rabia y desesperanza. En 1992, se enamoró de la actriz argentina Cecilia Roth y compuso uno de los discos más vendidos de su país, El amor después del amor. En 2000 nació su hijo Martín y esto lo motivó con amor a escribir Rey Sol, lo mismo que la canción Margarita, dedicada a su hija Margarita Páez, y el tema Tu vida mi vida, dedicada a su actual pareja, Eugenia Kolodziej.
Lo mismo sucedió con Naturaleza Sangre, un trabajo de 14 canciones, grabado entre marzo y abril de 2003 en Buenos Aires. En este disco sin filtro, Fito se muestra vulnerable, triste, encerrado en lexatins, abrumado por la soledad de su reciente ruptura con la que era su esposa y además madre de su hijo, Cecilia Roth. Allí le canta a su ensimismamiento, a sus miedos, al dolor real del amor, y además, a la esperanza del regreso a la felicidad, a la experiencia de conocer nuevas personas y a la alegría de volver a su origen.
Un disco con la madurez personal, pues Fito tenía 40 años recién cumplidos, y también con la algarabía de su regreso a las distorsiones, al rock, a las letras crudas sin filtro.
Lo que hizo este disco en mí, entre lágrimas y recuerdos, lo puedo narrar como si fuera una terapia psicológica, no hay otra forma de describirlo. Además de hurgar en la herida, además de cantar entre lágrimas y pensar que la historia de un rockero megafamoso se parece a la mía, me sirvió para pensar que alguna de sus líneas, alguno de sus llantos, podía ser una voz de aliento para continuar disfrutando las canciones y la vida misma.
Este disco nació del dolor, se convirtió en obra cumbre y ahora narra las vidas, los amores y desamores de muchas personas en el mundo. Mi invitación es a que lo escuchen con la conciencia de la pérdida y la esperanza de un nuevo mañana, seguro encontrarán en él una linda historia por contar.
Gracias Fito por esta Naturaleza Sangre. Gracias a la música que me ha dado tanto.