¿Para qué el regreso de las bandas clásicas? Esta es una pregunta que quizá ni deba hacerse: ¿Para qué? Para el recuerdo, para estar de nuevo con los amigos que se han ido, para cantar como antes lo hacíamos o para entonar lo que no debe ser olvidado. Para sentir la efervescencia de la sangre juvenil, para recordar por qué estas bandas llevan la etiqueta de “clásicas”, porque no es solo por el tiempo, también es por la grandeza. Para reafirmar de qué estamos hechos, sobre qué estamos parados y para dónde va el sonido.
En fin, por muchas cosas, además de la felicidad de ver bandas, revivir recuerdos, escuchar sonidos y recrear momentos que uno adora, admira y hacen parte de su vida.
Ahora es más que común ver el regreso de grupos que llevan años de inactividad, que fueron y siguen siendo grandes por el recuerdo. Son referentes e inspiraciones que alguna vez dijeron adiós y ahora anuncian su regreso a los escenarios y causan emoción.
El mundo del rock está lleno de estas historias: Black Sabbath, Led Zeppelin, Pink Floyd, Guns N Roses, Slowdive. Y para no irnos lejos, el caso de Bajo Tierra, Ultrágeno, Nadie, Juanita Dientes Verdes, Krönös, Ekhymosis, Poligamia, Morfonia, y hasta los mismos Aterciopelados. Estas son solo algunas agrupaciones que se fueron y que regresaron, y a mí me alegra, no saben cuanto.
Salté, lloré y canté con Bajo Tierra, con Aterciopelados soñé vivir de nuevo esas postales sonoras para el recuerdo, con Poligamia recordé mis primeros sonidos de rock colombiano, con Nadie me metí al pogo, y así, con muchos otros proyectos. Todos emocionan.
Sin embargo, luego de la euforia y la alegría, llega también la nostalgia y las preguntas, el pensar que solo es una emoción momentánea que se desvanece con la realidad. Por eso es importante que los regresos estén respaldados con música, y no la música del ayer, sino la propuesta del hoy.
Lo digo porque en la retina, en los oídos y en el corazón, tenemos los buenos recuerdos. Esos momentos vitales, de vigencia, de ansiedad por la composición y por el sonido actual, pero en muchas ocasiones (no necesariamente el caso de las bandas que cité anteriormente), tienen como objetivo recrear el pasado. No tienen presente porque es una ilusión, ni futuro porque ellos mismos saben que no va a pasar nada más.
Si es ese el caso, para eso tenemos los grupos tributo que tienen un fin único, y lo cumplen muy bien, ni más, ni menos, solo lo justo y necesario. Lo que sí es claro es que de las bandas que regresan, queremos los clásicos, los recuerdos, la esencia, y también conocer cómo se reinventan, cuál es su nueva piel, saber cómo se proyectan y, sobre todo, cómo perciben la vida en la actualidad.
Esto es lo más justo con los fanáticos reales que buscan eternidad en el sonido, es lo más justo con el que paga una boleta y con el que fideliza un nombre de una banda, como si fuera su propio apellido.
Queremos más música nueva, para que esos “regresos” sí merezcan la fiesta, la compra, la emoción, la euforia y la permanencia en el tiempo, no solo humo que llega, nos ensucia de felicidad y luego se marcha dejándonos la ropa con rezagos de la fiesta que fue y que probablemente no volverá a sonar.
Si no es así, mejor empecemos a llamar a las cosas por su nombre: reencuentro.
No hay nada más que decir.
A componer, si así lo quieren, ustedes saben muy bien cómo se hace.