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Pasaje en ventanilla. Un viaje maravilloso, de Todd Haynes

  • Pasaje en ventanilla. Un viaje maravilloso, de Todd Haynes
15 de marzo de 2018
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Que una película sea bella no implica que sea perfecta. Siendo justos, ni siquiera determina que sea buena. Pero la belleza formal sí es una de las razones por las que se puede disfrutar una obra cinematográfica a pesar de que en otros terrenos, como en el de su estructura narrativa, no logre satisfacer nuestras expectativas de la misma manera. Este es el caso de Un viaje maravilloso, la más reciente película de Todd Haynes, que comparte con obras previas de su director como Far from heaven o I´m not there, una meticulosa recreación de época y una propuesta fotográfica fascinante, pero que no logra cautivarnos ni comprometernos con su trama, como sí lo conseguía en su película anterior, la bellísima Carol. Un viaje maravilloso, que es la pobre traducción a la que han sometido al título original, Wonderstruck, se distingue de la obra anterior de Haynes, especialmente porque su intención es llegarle a un público familiar. Como ocurre con géneros como la comedia romántica, se suele pensar que el cine familiar es más fácil porque el espectro de su público es más amplio. Todo lo contrario. Pocas cosas más complicadas que hacer una buena película con clasificación para todos los públicos. Cuando no se peca por rebajar la complejidad de la historia a niveles absurdos, se falla en la construcción de personajes que escapen a arquetipos básicos. En Un viaje maravilloso, la debilidad está en la resolución del misterio planteado. Puede que en el libro ilustrado en el que está basada la cinta funcionara el desenlace, pues la belleza de los dibujos sirve para ocultar lo que no funciona en las palabras, pero acá se siente demasiado gratuito y apoyado en la casualidad como para que nos la creamos. Incluso siendo Brian Selznick (o tal vez por eso, por no darle el trabajo a un guionista con mayor recorrido) el autor de la novela original.

Lo que sí funciona es el viaje. La combinación de relatos entre lo que le ocurre a Rose, una niña que vive en la New York de los años veinte y que escapa de su casa para tratar de acercarse a una famosa actriz del cine mudo, y lo que le pasa a Ben, un niño que va en búsqueda de su padre, también a New York, pero en los años setenta. Haynes, con la ayuda de su editor, Affonso Gonçalves, crea una sensación mágica, de viaje en el tiempo, que nos mantiene pegados a las aventuras de los dos niños, separados por cincuenta años y una interrogante. New York aquí es amada por las magníficas imágenes de Edward Lachman, que hace que los animales de los dioramas del Museo de Historia Natural, parezcan estar vivos y nos miren y que una serie de flashbacks, que se narran en una combinación de animación artesanal y maquetas, sean lo más hermoso que veremos. Todo esto complementado con la música de Carter Burwell, que coquetea con los códigos del cine mudo para enfatizar acciones de los personajes y convertir muchas escenas en juegos.

Lástima que el destino no sea el deseado. Pero al menos el trayecto es tan bonito, que vale la pena viajar junto a la ventanilla.

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