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Leer el momento “El fotógrafo de Minamata”, de Andrew Levitas

06 de junio de 2022
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Hay un problema con el momento en que ocurren ciertas cosas, lo que los angloparlantes llaman el timing. Habrá quien se niegue a ver “El fotógrafo de Minamata” porque está protagonizada por Johnny Depp, quien pasa por el peor momento de imagen en su carrera. Se equivocan. Sobre todo porque de todas las artes, el cine es la más colectiva, la que es producto de un trabajo de equipo, y castigar a una producción como ésta, valiosa por su contenido y por su forma, únicamente por la participación de un actor, es hacerle el juego a ese espíritu de cancelación sorda e indignación ciega que se expande por el mar de las redes sociales y se convierte en señal, o más bien en cicatriz, de nuestra época.

El contenido y la forma de “El fotógrago de Minamata” son valiosos porque el episodio periodístico e histórico que narra el artista y director de cine Andrew Levitas, con soltura y habilidad, aunque con displicencia, merece ser alumbrado por los reflectores del cine comercial. W. Eugene Smith ya era un fotoperiodista reconocido, especialmente por su trabajo en Japón durante la Segunda Guerra Mundial, cuando aceptó ir en 1971, como corresponsal de la revista Life, para cubrir los efectos del derrame de metales pesados y el envenenamiento por mercurio que la productora química Chisso estaba generando sobre la población de Minamata. El hecho tiene especial trascendencia porque resalta la importancia que la visibilidad del buen periodismo puede aportar a la lucha contra la injusticia y contra el poder desmedido. Es la mirada incisiva, humanista, que aportó Smith, la que no podían soportar los ejecutivos de la Chisso, porque los ponía a observar de frente a sus víctimas, los obligaba a abrir los ojos frente al dolor que causaban, un dolor al que normalmente podían cerrarle la persiana desde sus oficinas de pisos altos.

El trabajo de Levitas es mejor cuando intenta transmitir emociones que cuando trata de narrar los hechos. Su sensibilidad de artista se transmite con intensidad en la composición de ciertas pausas de la historia, como cuando recrea la forma en que Smith tomó la foto más trascendental de su serie, “Tomoko and mother in the bath” (“El baño de Tomoko”) o cuando escoge el plano general, enorme como su poder, de la planta industrial de Chisso, para el momento en que intentan sobornar a Smith. En paralelo, los mejores instantes de Depp también ocurren en pausas, cuando se libra de los gestos de borracho a los que tanto partido les ha sacado en otras películas, para permitirse la sencillez y la simpleza, como al dejarse acariciar la barba por parte de Tomoko o al ser reconvenido por algunas actitudes por parte de Aileen, un personaje que no alcanza a ser presentado con la importancia que en realidad tuvo en los hechos.

Las buenas fotografías dependen de que el fotógrafo sepa leer el momento que retrata. Esos buenos momentos que posee no alcanzan para que “El fotógrafo de Minamata” sea perfecta, pero sí para que verla sea un aporte a nuestras almas, tan necesitadas como están de la belleza.

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