Por esa personalidad bifurcada de los Globos de Oro, en la que premian por un lado las comedias y por otro lado los dramas, sus estatuillas en actuación no son suficiente garantía de calidad. Sin embargo, cuando este premio, muy comercial, se combina con un reconocimiento a la mejor actuación en Cannes, se convierte ahora sí en una muy buena razón para apreciar alguna interpretación. En este caso, la que nos brinda sin tapujos y con una intensidad no tan común en ella, Diane Kruger, cuya evidente belleza física ha hecho que en el pasado no le prestemos la atención que se merece como actriz. Un error que podemos compensar yendo a ver En la penumbra, la película de Fatih Akin en la que encarna a Katja Sekerci, una mujer normal, esposa y madre de familia, que vive en Hamburgo y es la parte rubia de un matrimonio interétnico, como los que se ven en cualquier urbe globalizada.
Kruger nos pone de su parte de inmediato, gracias a la ternura espontánea que vemos en todas sus relaciones: es una mamá cariñosa, una hermana cálida, una esposa divertida. Por eso el contraste impacta tanto a los espectadores, que ven cómo esa mujer se derrumba emocionalmente cuando pierde a su familia. Akin escribe un guion que le permite a Kruger todo el lucimiento: pelea con su madre y su suegra por los reproches guardados y racistas que salen a flote ante la nueva situación; batalla con un Estado que intenta culpar a su marido de su destino; se rinde ante la desesperación y busca en las drogas una ventana para escapar de la sensación de ahogo que la consume. Cualquier premio es irreprochable ante el concierto interpretativo que Kruger es capaz de tocar frente a nosotros.
Sin embargo, la película no está a la altura de su protagonista, porque Akin no logra que el elemento mejor desarrollado de la historia, la progresiva transformación de la tristeza de Katja en deseo de venganza, se acomode al ritmo frío y reposado que decide utilizar para contarnos las vicisitudes del juicio a los posibles victimarios. Se entiende el ánimo crítico de Akin, pues busca alertarnos sobre cómo los extremismos no necesariamente vienen de “otro lado” y la peor violencia puede estarse gestando a la vuelta de la esquina, pero esta parte de la cinta parece hecha incluso por otro director de fotografía, de lo distinta que es, y ese desbalance afecta la conexión con la trama. Lo que no se pierde nunca es la intensidad de Kruger, que continúa mostrándonos más y más facetas de su personaje, al que llevará al final a una decisión que dividirá opiniones, pero que no nos dejará indiferentes, y eso permite que En la penumbra no se pierda del todo. El cine que genera discusiones, que no permite respuestas fáciles, siempre será bienvenido como tema de conversación.
Habrá que seguir la carrera de Kruger, pues con este personaje seguramente le llegarán papeles más interesantes que los de la rubia hermosa de siempre. Esta vez nos deja a todos con la boca abierta, pero por los motivos correctos.