Pasa con las noticias sobre crímenes como con la comida chatarra, que nos llena pero no nos alimenta. Cuando vemos en los noticieros televisivos las informaciones sobre atracos, asesinatos, venganzas pasionales, pensamos por un momento que nos estamos informando. Si reflexionamos con cuidado, descubriremos que en realidad sólo nos estamos (¿nos están?) distrayendo. Pero claro, ¿a quién no le gusta distraerse?. En “Primicia mortal”, el primer largometraje del guionista Dan Gilroy, uno tiene la impresión de que la historia intenta prevenirnos de ese afán por imágenes impactantes, cada día más frecuente e invasivo y que además critica a los medios de comunicación, uniéndose así a películas valiosísimas como “Network”, o a algunas menos impactantes pero interesantes, como “Mad city” o la peruana “Tinta roja”. Pero si uno deja pasar las horas y repasa la trama, descubrirá que no hay tales ideas. Igual que ocurre con la realidad que retrata, “Primicia mortal” confunde apariencia con contenido, se disfraza de película reflexiva sin preocuparse por serlo.
Jake Gyllenhaal encarna aquí a Louis Bloom y es claro para todos desde la primera secuencia, cuando lo detienen por robar chatarra, que estamos ante un monstruo. No puede ser otra cosa un tipo que recita en cada diálogo una parrafada de frases de superación corporativa para disfrazar su profundo desprecio por las personas y su falta de empatía. Cuando Bloom descubre que se pueden conseguir dólares llegando donde ocurren los delitos o los accidentes y vendiéndole las imágenes a alguna de las cadenas locales, enfoca toda su energía en triunfar en la actividad. Eso lo pondrá en contacto con Nina, la productora de noticias interpretada por Rene Russo, que aprovechará el desprecio por las normas que muestra Bloom para alimentar su rating.
El camino al triunfo, incluso cuando es en bajada, tiene varios pasos. En cada uno de ellos Bloom hará algo peor, algo más despreciable, mientras mira sin parpadear, con esos ojos saltones que la perdida de peso de Gyllenhaal para el papel sólo resalta. Pero aparte del trabajo físico y de voz, que es destacable, el guión tiene una carencia grave frente a Bloom: nunca nos dice ni por qué es como es ni qué es lo que lo guía, cuál es su ambición. Insinúan que es el dinero, pero si es así, ¿por qué esa ingenuidad como de Edward Manos de Tijera, que Gyllenhaal le inyecta? ¿Y entonces para qué esa especie de chantaje sexual en el que se embarca y que nunca acaba de mostrarse?
Gilroy consigue mantenernos atentos con algunos momentos de humor negro y con sus imágenes bien logradas, especialmente en el atraco que funciona como clímax de la película, gracias al talento de Robert Elswit, el director de fotografía usualmente al servicio de Paul Thomas Anderson. Si no fuera por eso, “Primicia mortal” dejaría de ser interesante mucho antes del fin, cuando entendemos que no hay ninguna teoría importante detrás de la historia, que estamos ante un sicópata de segunda, en una trama de tercera.