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Samuel Castro
Cuando “Toro”, el documental de Adriana Bernal-Mor y Ginna Ortega que se estrenó el jueves inauguró la edición 23 del Festival de Cine de Santa Fe de Antioquia el 8 de diciembre del 2022, hubo que advertirles a los papás que habían asistido con sus hijos que había algunas imágenes que podían escandalizar. Los organizadores se miraron nerviosos entre sí, cuando en la pantalla apareció un hombre desnudo con una erección prominente, sobre todo porque la inauguración se hizo en el parque principal, frente a la iglesia; pero nadie dijo nada y si pensaron en indignarse lo olvidaron rápidamente, subyugados por la conversación deslenguada, divertida y socarrona de Hernando Toro, el fotógrafo caldense que encontró su vocación artística y construyó su obra más reconocida estando preso por narcotráfico en la cárcel Modelo de Barcelona.
Los documentales biográficos tienden a ser un compendio de datos y entrevistas sobre el personaje escogido, cuando éste ya está muerto, o una hagiografía descarada cuando el retratado está vivo. Por fortuna para nosotros “Toro” no encaja en estas categorías, pues aunque Hernando Toro sigue haciendo retratos con un talento muy especial para sacar de sus modelos el gesto inmortal o la pose que los define mejor de lo que podrían hacerlo las palabras, la mirada de las dos directoras proviene de la certeza de que ellas no han terminado de conocerlo y que, por lo tanto, tampoco intentarán definirlo. Que lo acepten, que nos transmitan con la narración en off de Diana Wiswell que acompaña las imágenes tanto sus dudas como los aprendizajes que van teniendo a lo largo de los tres años de filmación, es un recurso que valida su mirada y que al mismo tiempo nos acerca emocionalmente tanto a ellas como a su protagonista, casi como si alguien nos presentara a un amigo de trato complicado, resaltando más sus cualidades que sus defectos para que nos caiga bien.
Bastarían las fotos de Toro para lograrlo. Sus retratos de la cárcel, que le granjearon exposiciones a las que no puso asistir y premios que no pudo reclamar, no han perdido potencia con los años, y siguen siendo el testimonio de la presencia de la belleza en medio de la obscuridad, una belleza que no cualquiera es capaz de ver y que Toro aprecia mejor que muchos, porque él ha sido parte de esas tinieblas. Las jóvenes directoras le agregan sentido a los testimonios y las fotografías con un uso brillante de la superposición de imágenes entre la actualidad de la cárcel Modelo, convertida en museo, y las fotos rebosantes de vida de Toro, que dan cuenta de un mundo particular y salvaje. Sus collages recuerdan el trabajo de la artista española Carmen Calvo alterando postales para agregar potencia y significado, con un simple recorte de revista puesto en el lugar justo de un paisaje.
Cuando termina “Toro” no podemos decir que sepamos perfectamente quién es. Pero gracias al estupendo trabajo de Bernal-Mor y Ortega sabemos un poco mejor cómo mirarlo a los ojos cuando nos encontremos con él.
CALIFICACIÓN:
GLOBAL: CUATRO ESTRELLAS Y MEDIA
Fotografía: 10/10
Música: 8/10
Testimonios: 9/10
Edición: 10/10
Dirección: 8/10