Su camisa de cuadros y su chaqueta color miel ocuparon espacios importantes en los medios de comunicación del mundo. Así estaba vestido Juvencio Samboní cuando declaró por primera vez frente a las cámaras, impecable, secándose el llanto con un papelito blanco, y diciendo: “60 años sería demasiado poquito para lo que le hizo a la hija mía”.
Ese 4 de diciembre, este hombre de ascendencia indígena, que abandonó su vida en el Cauca para probar suerte en la capital, se convertía en el padre de la protagonista de la historia de terror infantil más espeluznante jamás imaginada en un barrio de clase alta como Chapinero Alto, Bogotá . Yuliana Samboní. Secuestrada, violada y asesinada a sus 7 años.
Y sobran los detalles aberrantes de cómo Rafael Uribe Noguera usó aceite de cocina y hasta una prenda de color rojo en su afán por satisfacerse sexualmente a costa de la menor de edad, mostrando tal hielo en sus venas que asesinarla fue solo el último episodio de una faena brutal.
Y allí paró el sueño de la mejor vida que impulsó a la familia de Juvencio, un espejo de tantas que llegan a quedarse en un cuarto en cualquier sitio de la capital. Él ha tenido que leer la humillante historia del final de su hija descrita con el menor pudor en la prensa.
Y hoy, 51 años y 10 meses representan el peso de la justicia sobre la vida del asesino, que a sus 89 años volverá a sentir el viento en libertad.
El país se indignó. Juvencio reconoció el cadáver de su hija. Se conoció el asesino. Hubo castigo. ¿Y qué? Incluso circulan chistes en redes sociales sobre el tema. ¿Cuántas niñas más en las sombras habrán muerto sin llegar a ser titulares de prensa? ...
Y como siempre pasa en redes sociales, con las palabras nos despojamos de los pesos que no queremos cargar, como el de una sociedad incapaz de brindar seguridad a sus niños para que jueguen en paz en sus calles o lo que implica tener familias capaces de guardar con silencio oscuros secretos.
Cuatro meses después ¿Dónde estamos nosotros los muy indignados? Solo 15 personas estaban paradas frente al juzgado exigiendo con carteles lo que la justicia Colombiana no tiene: cadena perpetua. Y la película sigue en los medios de comunicación, que escurrieron en sus noticias incluso la gota de sangre que no derramó la niña. No fue nuestra hija, nuestra hermana o nuestra madre y, por lo tanto, la destinamos a ser recordada solo en las noticias. Como ocurre siempre. Nos queda más fácil continuar que revisar ¿cuál es nuestro problema para tener 187 homicidios de niñas menores de 14 años en menos de tres años?
La cifra es de medicina legal y es real, tan real como el ataúd blanco en el que fue enterrada Yuliana en el Cauca e igual que las flores que llenaron la entrada del edificio en el que ocurrió el crimen.
¿Acaso pensamos que todo terminó con la cárcel para Rafael Uribe Noguera? ¿Y quién responde por los otros asesinatos?