Es evidente que Donald Trump desea y ha deseado siempre derrocar al presidente constitucional de Venezuela, Nicolás Maduro. Sin embargo, no debe confundirse el fin estratégico con los métodos tácticos. El derrocamiento de Maduro no es la meta final, el derrocamiento del chavismo hace tiempo que dejó de ser un fin estratégico para pasar a ser sólo el medio para reposicionar a Estados Unidos en puestos privilegiados económicamente para el aprovechamiento de los recursos minerales de Venezuela.
A Estados Unidos le urge estar a la par, o por encima, de sus rivales geopolíticos Rusia y China en cuanto a la explotación de los recursos minerales de nuestro país, ese es el fin estratégico, el derrocamiento de Maduro es sólo un medio táctico para ese fin, no es un fin en sí mismo. Esto es lo que Trump ha comenzado a entender y considerar, cuando se le acorta el tiempo para una victoria política en Venezuela, antes de las elecciones presidenciales.
Donald Trump es un astuto político, completamente desideologizado, pragmático y nacionalista. Trump ha padecido las derrotas en Venezuela cuando tuvo en sus manos una herramienta realmente efectiva para derrocar al poder madurista en Venezuela, que fracasó por culpa de una oposición inepta, fracasada y patética.
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