Es una lucha compleja con organizaciones de presencia histórica en los barrios, con controles territoriales, sociales y de circuitos económicos. Son estructuras a las cuales las pasadas administraciones municipales dejaron avanzar. Solo ahora cuando Federico Gutiérrez las relacionó y señaló en campaña, y ahora como alcalde, es que Medellín toma conciencia de la necesidad de desmontar una realidad criminal de tal magnitud.
Se trata de grupos financiados por un paquete millonario de rentas ilegales: extorsión, microtráfico y macrotráfico y otros delitos como el tráfico de armas y el hurto.
Por esa complejidad y poder económico es que se requiere que sean combatidas con gran coordinación, voluntad y participación institucional. Hoy los resultados no son los mejores, porque sigue faltando mayor unidad.
A partir de la desmovilización del bloque Cacique Nutibara de las AUC se debió buscar el desmantelamiento total de esas estructuras, pero eso no ocurrió y dio pervivencia a las organizaciones que hoy afectan la seguridad local.
No es bueno que el alcalde se dedique a perseguir delincuentes ni a contarlo en vivo y en directo por las redes sociales. Su papel debe ser menos protagónico en lo episódico y más visible en lo estructural.
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