Hay una sensación contradictoria: si bien Medellín ha logrado contener y manejar los márgenes de criminalidad, y bajar los homicidios, hay otros delitos que se mantienen.
El proceso de control y refuerzo institucional para la seguridad que se puso en marcha en la pasada alcaldía continúa. Siempre se debe celebrar que haya menos homicidios, que se salven vidas. Buen punto, buena noticia. La gestión gubernamental tiene exigencia de un nivel que ojalá no baje.
El pacto del fusil sigue, aunque se percibe como si pasara algo extraordinario con estructuras como “la Oficina” e incluso parte de “los Urabeños”, aunque el “paro armado” de la semana pasada dice otra cosa. Ello por la información sobre un posible diálogo y el comunicado de ellos mismos.
Hay que mirar cómo van los operativos de recuperación del espacio público y la confrontación a estructuras mafiosas que están tras parte del comercio informal. Si aguantan esas intervenciones o si confrontan a la fuerza pública.
Se debe estar atentos a cómo se manejará a grupos enemigos del proceso de paz, porque ha habido asesinatos recientes de líderes y el paro de “los Urabeños”. Detrás hay fuerzas políticas y sociales que empujan tales acciones. Se abre un campo de incertidumbre frente a los efectos que ello tenga sobre la ciudad.