La deserción escolar en el país alcanza a unos dos millones de niños, cifra con tendencia a subir. En el caso de Antioquia tiene gran peso en el problema la situación económica de las familias, sobre todo las campesinas que se ven obligadas a poner a sus hijos a trabajar en minería o como recolectores de café, que es donde más emplean la mano de obra infantil. Así estos grupos logran equilibrar el sustento familiar.
Lo otro es que los muchachos no tienen la forma de sostenerse en las instituciones porque carecen de recursos para comprar útiles, uniformes y ni las familias ni las escuelas les garantizan la alimentación.
Para poder atraer a los niños a las aulas, el Gobierno debe mejorar los planes de alimentación y los restaurantes escolares. También hay que reconocer que la calidad de la educación pública está bajando, pero no es culpa del maestro. Esto tiene que ver con la falta de presupuesto para una buena educación.
En busca de una mejor calidad el Gobierno improvisó con una jornada única, pero no brindó las condiciones para que funcionara de manera adecuada. La meta era llevar el 45 % de los colegios del país a esa jornada y a hoy ni siquiera se llega al 12 %. En consecuencia, todo se reduce a la baja financiación de la educación.