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Columnistas | PUBLICADO EL 11 febrero 2021

Un Plan B para la reforma migratoria en EE.UU.

Por Jorge Ramosredaccion@elcolombiano.com.co

Eran las cinco de la mañana del 20 de enero del 2021 y Joe Biden y Kamala Harris todavía no tomaban posesión como presidente y vicepresidenta de Estados Unidos.

Pero la nueva Casa Blanca ya había publicado un ambicioso plan de reforma migratoria. Así Biden cumplía su promesa de enviar al Congreso, dentro de sus primeros 100 días como presidente, una propuesta para legalizar a unos 11 millones de inmigrantes indocumentados.

El temor es que esta puede ser otra burbuja que nos reviente en la cara.

Esto ya lo hemos visto muchas veces y es una historia de fracasos. Los senadores John McCain (Republicano) y Ted Kennedy (Demócrata) presentaron en el 2005 una propuesta que incluía la legalización de indocumentados. Pero no pasó nada. En el 2006 ambas cámaras del Congreso aprobaron reformas migratorias distintas y al final no se pusieron de acuerdo en ninguna de las dos.

La nueva propuesta de Biden incluye la residencia permanente (o green card) a los cinco años para los indocumentados que hayan pagado impuestos y no tengan antecedentes criminales. Y tres años después, si hablan inglés y cumplen otras condiciones, se podrían convertir en ciudadanos de Estados Unidos. “Es lo más amplio que yo he visto en todos mis años intentando lograr una reforma migratoria”, me dijo en una entrevista el senador Bob Menendez, quien va a patrocinar en el Senado el plan del presidente Biden.

Ahí es cuando todas las esperanzas pueden explotar.

La propuesta debe pasar en la Cámara de Representantes que tiene una clara mayoría Demócrata. Pero las arcaicas reglas del Senado requieren el apoyo de 60 senadores para terminar un debate e ir a votación. Y los Demócratas –que solo son 50 en el Senado– no tienen esos votos. En un país tan dividido y en medio de una pandemia resulta casi imposible que 10 Republicanos quieran ayudar a los Demócratas en un tema tan polémico.

Entonces ¿qué podemos hacer? Un Plan B.

Frank Sharry, fundador y director ejecutivo de America’s Voice, me dijo que “hay que ser realistas. El partido Republicano es el partido de Trump, del poder, de la plutocracia y del racismo... Los Demócratas tendrán que hacerlo solos si quieren producir cambios que cambien vidas”.

Lorella Praeli, presidenta de la organización Community Change Action y quien comenzó su carrera como activista indocumentada en Connecticut, me escribió en un correo electrónico: “Estamos dejando atrás la estrategia del todo o nada que no funcionó en el pasado... Ahora lo que parece más realista es utilizar un proceso de reconciliación presupuestaria para legalizar a la mayor cantidad de gente posible, incluyendo a trabajadores esenciales, Dreamers, gente con protección temporal (TPS) y campesinos”.

Esta es una estrategia similar a la que culminó en el 2012 con el programa conocido como DACA (Deferred Action for Childhood Arrivals) que protege a unos 700 mil jóvenes de la deportación y les permite trabajar. Cuando los Dreamers –a quienes sus padres trajeron ilegalmente a Estados Unidos cuando eran niños– se dieron cuenta que no había apoyo en el congreso para legalizarlos, presionaron duramente al presidente Barack Obama para que los protegiera con una acción ejecutiva que, hasta estos días, se mantiene vigente. Y su vida cambió radicalmente.

Ahora el Plan B de inmigración busca lo mismo: legalizar o proteger a la mayor cantidad posible de inmigrantes mientras se encuentran los votos necesarios en el Congreso. No es lo ideal pero es lo que hay.

En esta pandemia ha quedado demostrado el extraordinario valor de los inmigrantes, desde sus contribuciones a la ciencia y el cuidado de los enfermos de Covid-19 hasta en las peligrosas labores de limpieza. Mientras millones de personas están teletrabajando y protegidos en sus casas, campesinos extranjeros no dejan de cultivar para que todos comamos. Y el agradecimiento se siente. Un 34 por ciento de los estadounidenses quisiera ver más inmigrantes en el país, no menos. Esta es la cifra de apoyo más alta a favor de más inmigrantes desde 1965, según Gallup.

Los indocumentados crean empleos y pagan más de 11 mil millones de dólares al año en impuestos locales y estatales. Y muchos, incluyendo a los Dreamers, en realidad son estadounidenses pero no tienen un papel para demostrarlo. Por eso urge protegerlos

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