viernes
0 y 6
0 y 6
Una vez más estamos encerrados, en el desesperado intento de frenar el tercer pico de esta pandemia. A pesar del aumento de camas en las unidades de cuidados intensivos y el sacrificio heroico del personal médico, nos cuesta un gran esfuerzo todavía enfrentar este insidioso virus. Hasta que la mayoría de personas no estén vacunadas y, sobre todo, hasta que no desarrollemos hábitos que refuercen nuestra energía vital y nuestro sistema inmune, es decir una cultura del bienestar, seguiremos teniendo esta dinámica de acordeón, abriendo y cerrando nuestra vida social. Es decir, seguiremos teniendo costos económicos, sociales, y de salud mental como consecuencia.
Confieso que cuando el miércoles escuché la noticia del nuevo toque de queda general me molesté; una vez más tuve que cancelar encuentros que tenía deseos de tener. Además, durante el último mes, había tenido la sensación de regresar a una cierta normalidad. Había tomado un vuelo después de más de un año de no salir de Medellín y me regalé unos días de vacaciones en las playas de Santa Marta. Había regresado a facilitar talleres presenciales, dejando finalmente al lado las reuniones en Zoom. “Estamos viviendo como si no hubiera covid”, le dije a un amigo, observando el deseo de normalidad de muchos. Por ende, este nuevo encierro fue como un baldado de agua fría que me recordó que la realidad es todavía frágil, que todavía no estamos fuera del túnel. Sentí dentro de mí resistencia y rebelión.
Hice entonces lo que generalmente hago cuando mi ego se molesta y se enoja; respiro para volver al presente, recordándome que, si no puedo controlar las condiciones externas, lo que sí puedo hacer es influenciarme a mí mismo y al sentido que le doy a mi experiencia. Me pregunté, ¿cómo este nuevo encierro puede ser un regalo para mi? Tuve que aquietar mi mente, y no fue natural, sino que requirió un esfuerzo de voluntad; no le gusta al ego permanecer quieto y en silencio. Poco a poco vi en estos días la oportunidad de volver a centrarme, de descansar un poco de las últimas dos semanas intensas, de poder leer más, y de seguir trabajando en un libro que empecé a escribir. Lentamente sentí un cambio en mi actitud y en mi estado interior. Sentí como mi respiración se hizo más calmada y profunda. Experimenté que enfocarme en la oportunidad que estaba frente a mí, en lugar de enfocarme en el encierro, me hacía experimentar emociones más expansivas, volviéndome no solo más tranquilo, sino también más creativo. Redescubrí una libertad interior que en nada estaba condicionada por acontecimientos fuera de mi control, que yo siempre tengo la elección de ser el autor de mi vida dando a mis experiencias el sentido que quiero darle. Le sonreí con compasión a mi ego que, por lo contrario, sí le gusta estar condicionado, poner resistencia, rebelarse, hacer pataleta, imponerse. Al fin y al cabo se trata de aceptar, lo que no es una actitud pasiva. Por el contrario, es una práctica consciente, activa, de voluntad. Así, sigo respirando