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Columnistas | PUBLICADO EL 28 octubre 2020

Resistencia, vehemencia y carnaval

Por arturo guerreroarturoguerreror@gmail.com

La derrota propiciada al Gobierno por la minga está cacareada de modo suficiente. Miles de indígenas, marchando como una persona, dejaron en cueros la dignidad de la alta dirigencia. Regresaron en sus chivas llevándose una victoria sembrada en la conciencia de la sociedad.

En contraste, es poco lo analizado en torno de su victoria histórica sobre los modos de los opositores que en las calles protestan contra lo injusto. Las noticias se refirieron a una sorpresa: nada de vandalismo ni vidrios en pedazos ni llamas de llantas y Cais. La prensa se quedó con los crespos hechos pues no hubo tropel que exhibir como trofeo de brutalidad y anzuelo para subir la audiencia.

En época de polarización exasperada los mingueros ajustaron cuentas con los políticos, enarbolando su altivez. Al mismo tiempo dieron lecciones a los reclamantes de siempre, desplegando su proceder sosegado. Se plantaron frente a la derecha insaciable y frente a la izquierda anquilosada.

Desde el comienzo advirtieron que su reclamo es político, pese a vestir su resistencia con colores de comparsa y flautas de carnaval. Protestan con fiesta para quitarle severidad a la política y seducir mayorías.

Dice el diccionario que protestar es manifestar disconformidad vehementemente. Este adverbio corresponde menos a la rabia con que el brazo desangra a un adversario o carboniza un bus, y más a la intensidad de una existencia. Cercano a su muerte en 1892, Walt Whitman abrió así su poema “¡Adiós!”: “Para terminar, yo anuncio lo que vendrá en pos de mí”.

Puso en fila cuatro adjetivos para calificar la clase de vida por venir: copiosa, vehemente, espiritual, audaz. Dibujó su visión: “Anuncio un esplendor y una majestuosidad tales, que harán insignificante a toda la política anterior de la tierra”. Precisó: “Anuncio una raza de espléndidos y vehementes ancianos”.

Es fácil entrever en esta conjetura la vehemencia exhibida por los indios del sur en su recorrido de país. Merced a ella, la población miscelánea de caminos y ciudades les dio una aprobación que niega a los manifestantes tempestuosos.

Es hora de que las izquierdas políticas reconsideren su tono de horda y deriven hacia un discurso que interrogue la miseria humana de asesinos y acaparadores, al tiempo que acoja la pluralidad de la nación doliente.

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