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Columnistas | PUBLICADO EL 05 abril 2022

Repensar la relación con China

China ha beneficiado de manera notable a Perú, está volviendo totalmente tributaria a Guyana y ha dejado por fuera de beneficios potenciales a Colombia.

Por Beatriz de Majo - beatrizdemajo@gmail.com

Saber interpretar la naturaleza de la incursión china en cada país de América Latina es uno de los más importantes retos para cualquier gobierno del entorno. Solo que ello resulta ser una tarea muy compleja. No puede ser el mismo el interés de China en promover su inserción en Chile que en Venezuela, no puede ser igual la motivación para entrar en Panamá que en Brasil, al tiempo que no mira con los mismos ojos ni arriesga igual en países pequeños como Guyana o lo que inicia en El Salvador.

Pero el caso es que China tiene ya establecidos tentáculos en cada uno y que tanto en el campo de las inversiones como en el del comercio se han establecido lazos estrechos de una “cooperación” bilateral que reviste formas diferentes de interacción, de inversión, de cogobierno, de colaboración a fondos perdidos o arreglos de reciprocidad. La construcción de viviendas, la extracción de materias primas básicas, el desarrollo de obras de infraestructura, el equipamiento industrial, la cesión de tecnologías de punta, la minería, la industria de material armamentista, la transmisión de conocimiento en sistemas, el desarrollo de telecomunicaciones, el comercio electrónico, el sector automotor, el agropecuario y el agroquímico, las energías renovables y hasta los servicios financieros son todas actividades que están presentes y se ahondan, se fortalecen y se tornan más dinámicas a medida que el tiempo avanza.

De cara a esta diversificación toca interrogarse cuál es el leitmotiv, la inspiración ideológica, la causa eficiente de la creciente presencia y de esta estrategia de penetración. O, al menos, conocer cuál es su común denominador con el fin de ajustar una respuesta conjunta e individual para extraer de ella el mayor beneficio.

Es claro que ha existido un marcado interés en Pekín por equilibrar el juego de poderes en el planeta, dada la importancia relativa mayor que juegan los Estados Unidos. Esto lleva a su administración, y particularmente a la de Xi Jinping, a detectar y poner en marcha estrategias de acercamiento a la medida de cada país sin olvidar el de al lado. Conseguir la fidelización del gobierno de turno, sin olvidar al vecino, es lo que está en el trasfondo de esta fórmula. Esa y no otra, igualmente, es la filosofía de la antigua y la nueva Ruta de la Seda y no hay nada de ilegítimo en ello. Lo que debe haber como respuesta, del otro lado de la ecuación, es la utilización de tal modo de interacción de manera que puedan salir favorecidos del bilateralismo. Así, mientras la relación ha beneficiado notablemente a Perú, está volviendo totalmente tributaria a Guyana y ha dejado por fuera de beneficios potenciales a Colombia.

Así, pues, es preciso inclinar el fiel de la balanza hacia un beneficio neto del más débil, que en este caso no es China. El nuevo reacomodo de las relaciones internacionales que será el resultado de las dos crisis en desarrollo —pandemia y guerra— es la oportunidad justa para hacer valer el peso específico de la región y la fortaleza relativa de su crecimiento, no como naciones o como espacios geográficos individuales, sino como unidad de peso global. Es que la masa poblacional de América Latina equivale a la mitad de los consumidores chinos 

Beatriz de Majo

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