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Después de cinco meses del gobierno del cambio, término que no supimos nunca de qué se trataba, que votaron por ese cambio gaseoso, nunca concretado y menos explicado, nos encontramos con que el cambio era hacia atrás, era la reversa del país sin el embrague necesario para poder hacerlo sin daño alguno.
Estamos en el gobierno del incumplimiento sin explicaciones y mucho menos excusas creíbles. El cambio en un gobierno que pretende vincular a delincuentes que pagan condenas y, según su pensamiento, pueden manejar el país mejor que quien está al mando. Y tal vez es cierto. Gobierno que apeló a los servicios de quien salió, mal salido, de un país amigo y que ahora lo reclama para ser juzgado por posibles actuaciones dañinas.
En otros aspectos, un cambio para volver al subdesarrollo, frenando todas las actividades que nos dan recursos para el mejoramiento de la calidad de vida. La riqueza del subsuelo la quiere dejar enterrada, no más exploraciones para buscar petróleo y gas. Prefiere que estos bienes se exploten en otros países y nosotros comprarlos a los precios que los productores nos impongan. Quiere que no se exploten otros bienes del subsuelo, que esa explotación se haga por fuera y que los beneficios sean para quienes sí piensan en el desarrollo de sus pueblos.
El cambio que ha predicado, de no más vías de comunicación, carreteras de acuerdo con las necesidades, porque esas vías, según él, son para que los ricos traigan los bienes del exterior. Es mejor seguir incomunicados y que todos seamos pobres, sin medios para exportar bienes e importar los que nos sean necesarios. El cambio que se ha implantado es para la primera dama. Ella es quien representa a los colombianos en el exterior y para que asista a los funerales de mandatarios, a los encuentros con el Santo Padre, a los actos oficiales en cualquier lugar del mundo. Los gastos se deben multiplicar por dos, porque no debe viajar sola, siempre acompañada de Eva Ferrer quien también tiene un alto cargo en el gobierno.
El cambio y los desafíos, agregaría yo. Es un mandatario que no solo habla del cambio, sino que plantea desafíos peligrosos. Se ha propuesto, por quienes no estamos de acuerdo con este mandatario, un paro general para el 14 de febrero. Sin ataques al comercio, sin lanzar piedras, sin atacar a la fuerza pública, sin capuchas para ocultar cobardemente la identidad.
El gobernante del cambio ha organizado unas marchas, coincidentes con el paro propuesto, seguramente con el propósito de atemorizar a los del paro general y con la idea de, si ese paro se lleva a efecto, tener la contraparte lista para desbaratar cualquier intento de protesta contra este exguerrillero que ahora tenemos de mandatario.
Los colombianos sabemos, desde el 10 de mayo de 1957, cuando se tumbó un gobierno dictatorial, que, con un paro general y pacífico, se tumban gobiernos sin ejercer violencia, sin heridos y mucho menos muertos. Cualquier tragedia el próximo 14 de febrero ya sabemos quién será el culpable.