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Columnistas | PUBLICADO EL 11 noviembre 2022

Prender Hidroituango

La garantía de un buen y confiable funcionamiento, no se consigue con los afanes de los ministros que opinan por lo que oyen de quienes tampoco conocen de estos temas.

Por Juan Gómez Martínez - redaccion@elcolombiano.com.co

Se habla de prender la central de Hidroituango como si fuera un interruptor que le hace llegar la corriente a un motor, un bombillo o cualquier elemento eléctrico. Arrancar un generador de trescientos megavatios es algo que se sale de la mente de cualquier desconocedor de la magnitud de lo que esto significa. Son cientos de toneladas que se ponen a girar con un chorro de agua que, con la gigantesca energía cinética que lleva, la convierte en energía mecánica en el rotor y esta se convierte en energía eléctrica para, de allí, llevarla a su destino final. No se trata de prender una cosita.

Se obliga a trasladar a la comunidad que vive aguas abajo de la central, para evitar el peligro que se pueda presentar si algo falla. Esa comunidad que habita a la orilla del río, no cumplió las normas de los retiros que se obligan y la irresponsable actitud de los administradores permitió el incumplimiento. Una irresponsabilidad compartida. A pesar del incumplimiento y violación de las normas, hay que proteger a esa comunidad por si algo llegare a pasar.

No es que el agua que va a generar la energía sea mayor a la que en este momento está pasando por el vertedero y por el río aguas abajo. Pero, de todas maneras, hay que tomar precauciones si, por cualquier imprevisto, algo extraño llegare a pasar. Pero no hay que ser fatalistas y aterrorizar a la comunidad.

Para evitar todo lo anterior, las autoridades nacionales deben permitir que los constructores, se tomen el tiempo necesario para hacer todos los chequeos y no obligarlos a poner al servicio la central antes de tener la plena seguridad de que algo raro pueda presentarse. Los refranes son sabios, “del afán, no queda sino el cansancio”.

Por otro lado, además de los poderes centrales que acosan, está el alcalde de Medellín que, con un absoluto desconocimiento, presiona para entregar a dedo la terminación del contrato. Algo de su tiempo vivido en Bogotá, se le quedó. Seguramente, de pequeño, lo llamaban “el chino Quintero”, como es de común uso ese apelativo en la capital. Así se siente, y quiere darle el contrato a los que le recuerdan ese trato capitalino.

Colombia necesita la energía que se generará en la megacentral que se construye y que, por un fenómeno que se presentó producto de la naturaleza, tuvo que retrasar su entrega para ponerse en funcionamiento al servicio de todos los colombianos. Las trabas y multas con las que se amenaza, serán las responsables de las demoras adicionales que aparezcan y que impidan gozar de la tranquilidad de un servicio suficiente para las necesidades del país.

La garantía de un buen y confiable funcionamiento, no se consigue con los afanes de los ministros que opinan por lo que oyen de quienes tampoco conocen de estos temas. El gobierno nacional y sus consultores deben buscar técnicos en la materia, expertos y no adivinos a larga distancia, para asesorarse.

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