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Columnistas | PUBLICADO EL 15 febrero 2022

Otro mensaje

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Por Federico Hoyos Salazar - contacto@federicohoyos.com
Infográfico

Por estos días de campaña electoral se leen vallas publicitarias con mensajes que prometen cambio, progreso y renovación. Vemos caras sonrientes que miran al horizonte, acompañadas del logo de algún partido político y un número. Algunos presentan sus prioridades, como el caso de un candidato que propone un proyecto de ley para prohibir que las mascotas viajen en la bodega de los aviones. Otros, más discretos, se limitan a sonreír y solicitar el voto de los ciudadanos.

Construcción de infraestructura, fortalecimiento de programas sociales y llamados al optimismo son algunas de las frases que leemos en pasacalles, vallas e internet. Ha faltado otro mensaje, ese que habla sobre los valores, convicciones y filosofía que orientarán las decisiones de quienes legislarán durante los próximos cuatro años en Colombia. Parece que nos hemos acostumbrado a conocer el qué y no el por qué. ¿Qué es lo que motiva las propuestas de los candidatos? ¿Lo hacen por un genuino espíritu de búsqueda del bien común o solo para captar la atención de las personas?

No es claro que los abundantes planes propuestos por candidatos puedan ser ejecutados, lo cierto es que el carácter de cada una de las personas que integrarán el Congreso y cualquier cargo de responsabilidad pública será determinante para tomar las decisiones correctas o equivocadas. Serán los valores y virtudes de los próximos legisladores los que orientarán su actuación. ¿Los conocemos? ¿Sabemos qué motiva las acciones públicas de quienes hoy solicitan la confianza de los votantes? Pero, quizás más importante, como ciudadanos y votantes ¿nos interesamos por este rasgo personal de los dirigentes del país?

La profusión de propuestas materiales y la carencia de interés sobre el pensamiento y la vida interior de quienes pretenden gobernar no es un asunto exclusivo de la actual campaña, sino un rasgo de la democracia contemporánea. El historiador norteamericano Thomas E. Ricks narra, en su libro Primeros principios, que en los discursos y correspondencia registrada de los padres fundadores de Estados Unidos la palabra virtud aparece más de seis mil veces. Según Ricks, la acepción de la palabra virtud para la generación revolucionaria significaba “poner el bien común por encima de los intereses personales”. Para John Adams, segundo presidente de los Estados Unidos: “La virtud es la única base de las repúblicas”.

Vale la pena pedir a quienes tomarán decisiones trascendentales en la construcción de nuestro país que expongan su pensamiento, además de iniciativas. También que nos tomemos el tiempo para revisar perfiles de personas que tengan virtudes y valores sólidos que sean garantía de seriedad y búsqueda del bien común. Hacen falta voces éticas que, con su comportamiento, recuperen algo de la majestad de nuestras instituciones y, más importante aún, la confianza de los ciudadanos en ellas 

Federico Hoyos Salazar

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