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Columnistas | PUBLICADO EL 18 mayo 2019

Nuestro lobo interior

Por ALDO CIVICOaldo@aldocivico.com

Una noche, un anciano Cherokee le contó a su nieto acerca de una batalla que se desarrolla al interior de todas las personas. Dijo: “Hijo mío, la batalla es entre dos lobos dentro de nosotros. Uno es el miedo. Lleva ansiedad, preocupación, incertidumbre, indecisión e inacción. El otro es la confianza. Trae calma, convicción, fe, entusiasmo, decisión, emoción y la acción”. El nieto lo pensó por un momento y luego le preguntó dócilmente a su abuelo: “¿Cuál lobo gana?”, el viejo Cherokee respondió: “El que tú alimentes”.

No solamente tenemos a los dos lobos en nuestro interior. Las organizaciones, las comunidades y las ciudades que habitamos también los cultivan en su interior. Porque la realidad compartida solo es un reflejo de la que vivimos en nuestro interior. Quizás vale entonces la pena pensar en cuál es el lobo que estamos nutriendo al interior de nuestras sociedades. Vale la pena reflexionar sobre cuál es el costo de alimentar a aquel lobo. Porque hoy son muchos los que alimentan al lobo del miedo. Por lo menos son los que más ruido hacen, los que logran canalizar más atención en los medios y las redes sociales. Alimentan al lobo del miedo y de la desconfianza, polarizando a la sociedad, promoviendo la confrontación, alimentando la enemistad, profundizando la desconfianza, deshumanizando al otro. Es un lobo que uno se encuentra hoy en formas de capitalismo rapaz, como pasa en el caso del proyecto de minería en el Suroeste (donde además el lobo se quiere presentar como oveja). Es un lobo que permea buena parte de las culturas políticas, en todas las esquinas ideológicas. Todas estas son realidades que se mueven desde un espacio energético del miedo y de la escasez. Son mentes pobres, porque para tener, les quitan a los demás. Estoy convencido que son una minoría, pero es una minoría ruidosa y, en algunos casos, poderosa.

Pero hay realidades que crean e innovan alimentando al lobo de la confianza. Son organizaciones y realidades que reconocen y se conectan con la abundancia que la vida ofrece, la que no es solamente económica y material, sino también la abundancia de oportunidades, talentos, creatividad, imaginación, caminos. La realidad antioqueña presenta una variedad de ejemplos. Pienso en organizaciones como Comfama y en empresas como Mattelsa. Pienso en procesos sociales y culturales como Crew Peligrosos o Sonbatá. Pienso en plataformas de innovación social como Mi Sangre. Pienso en proyectos urbanos como El Perpetuo Socorro, el barrio de los creadores de Medellín. Pienso en la plataforma de líderes y ciudadanos como el Laboratorio Social (el cual coordino junto a la emprendedora social Catalina Cock). En estas realidades encontramos los antídotos a la cultura del miedo.

Solo imaginemos esto: ¿Cómo se transformarían los barrios, las comunidades, y las empresas a la cuales pertenecemos si alimentáramos conjuntamente en nuestro interior al lobo de la confianza? ¿Cómo se transformaría Medellín? Es posible, porque ya está pasando. Pero podemos hacer más. El primer paso es que cada de uno de nosotros se pregunte: ¿Cuál es el lobo que estamos alimentando en nuestro interior?.

Aldo Civico

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