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Columnistas | PUBLICADO EL 15 marzo 2022

No era la izquierda, eran las materias primas

La propaganda de los gobiernos de aquellos años, que endiosa a los Lulas, Correas, Kirchners y demás personajes, ha ido legitimándose como narrativa. Entender la suerte que los mercados internacionales les ofrecieron es fundamental para juzgar sus méritos y responsabilidades morales.

No era la izquierda, eran las materias primas
Por Javier Mejía Cubillos - mejiaj@stanford.edu

La izquierda latinoamericana mira con orgullo, y algo de nostalgia, la primera década del siglo XXI. Durante esta década se vio el pico del éxito electoral de los partidos socialistas en la región, en lo que algunos han llamado la Marea Rosa. Estos fueron los días dorados de Lula, Chávez, Correa, etc. Una época, además, caracterizada por extraordinarios avances sociales. El ingreso per cápita de los países de la región creció a ritmos no vistos en las dos décadas previas, mientras la pobreza y la desigualdad se redujeron sustancial y sostenidamente.

Para muchos, aquellos avances sociales fueron un evidente triunfo de los gobiernos socialistas. Yo creo que esto es equivocado. Los avances sociales en la región durante este periodo estuvieron más que nada asociados al boom de las materias primas, y la ideología de los gobiernos de turno, tanto aquellos de izquierda como de derecha, tuvo bastante poco que ver con ello. En otras palabras, las condiciones de vida en América Latina no mejoraron porque los gobiernos fueran mejores, sino porque tuvimos la gran fortuna de tener una bonanza en los productos que exportábamos.

Para empezar, algo de contexto económico internacional. En los 2000, al boom chino se le sumó el auge de otros países del sudeste y el sur de Asia, como Vietnam e India. Este auge en Oriente trajo, entre otras cosas, la expansión de una gigantesca industria manufacturera y la consolidación de una muy amplia clase media urbana, lo que aumentó la demanda global por materias primas y, sumado a algunas otras fuerzas coyunturales, llevó a que los precios de estas se dispararan. El índice S&P Gsci, que promedia los precios de materias primas como el trigo, el azúcar, el café, el petróleo, el cobre, etc., pasó de cerca de 3.000 puntos en enero del 2000 a más de 10.600 en abril de 2008. Es decir, en promedio, las materias primas vieron sus precios más que triplicados en menos de diez años.

Esto fue una bendición para Latinoamérica. Algunas de las materias primas con mayores valorizaciones fueron, justamente, aquellas que eran parte de la canasta exportadora tradicional de muchos países de la región. Por ejemplo, el petróleo, fundamental en las economías de países como Venezuela, Ecuador, Colombia y Brasil, pasó de estar alrededor de los 25 dólares por barril a estar por encima de los 100 dólares (véase el gráfico 1).

Esto, además de generar un auge en los sectores productores de materias primas, generó una expansión en la inversión extranjera directa, apreció las monedas locales y mejoró profundamente la situación fiscal de los países de la región. Con ello se dinamizaron los aparatos productivos y se ofreció una fuente extraordinaria de recursos a los gobiernos, lo cual eventualmente redundó en mejoras en las condiciones de vida de las personas.

Aquí hay que aclarar que no se trata de que la política hubiese sido irrelevante en la mejora de los indicadores sociales. Todo lo contrario, este fue un periodo en el que la región inició la adopción masiva de políticas que han sido muy exitosas, como las transferencias directas a comunidades vulnerables. Pero esto lo hicieron tanto los gobiernos de izquierda como los de derecha. Por ejemplo, Familias en Acción, ícono de la política social colombiana, fue ampliado y convertido en permanente durante este periodo, bajo un gobierno de derecha. Entonces, sí, las políticas sí fueron importantes en este proceso. Lo que fue irrelevante fue la ideología política. Con un bolsillo lo suficientemente lleno, todo gobernante puede llegar a ofrecer resultados positivos.

Así las cosas, no debería sorprenderse uno al observar que los países donde se redujo más la pobreza fueron precisamente aquellos donde mejoraron más los términos de intercambio —es decir, donde el boom de materias primas fue mayor (véase el gráfico 2)—.

Es importante tener esto claro por razones de precisión histórica. La propaganda de los gobiernos de aquellos años, que endiosa a los Lulas, Correas, Kirchners y demás, poco a poco ha ido consolidándose como una narrativa aceptada. En ese contexto, entender la suerte que los mercados internacionales les ofrecieron es fundamental para juzgar los méritos y responsabilidades morales de estos personajes.

Además de ayudarnos a entender más precisamente nuestro pasado, tener esto claro también es esencial para prepararnos ante un futuro cercano en el que un nuevo ciclo global de alzas en los precios de las materias primas parece inevitable. Este ciclo vendrá con infinidad de consecuencias positivas sobre la calidad de vida de la población, y muchos gobernantes reclamarán como suyas aquellas victorias. Más grave aún, muchos esconderán el desperdicio de muchas de las oportunidades que también vendrán con una coyuntura de este tipo detrás de esas pocas inmerecidas victorias.

Por lo tanto, la opinión pública debe estar preparada para ajustar las expectativas y exigencias sobre sus gobernantes. Ante un contexto internacional favorable de las proporciones del boom de materias primas de comienzos del siglo, las economías latinoamericanas no solo deben mostrar mejoras sociales en el corto plazo, deben mostrar la creación de los cimientos necesarios para generar crecimiento económico en el largo plazo. Cualquier otro resultado debería ser interpretado como un fracaso. Tal como fue un fracaso la Marea Rosa, cuyos gobiernos, con unas pocas excepciones, no lograron que sus países continuaran creciendo una vez pasado el auge de las materias primas 

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Javier Mejía Cubillos

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