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Querido Gabriel,
Desde el neolítico, en el equinoccio de Otoño, la época de la cosecha, la gente se comienza a preparar para el siguiente ciclo. De la abundancia, escogen qué semillas guardar para la próxima Primavera, reservan una porción para comer durante los siguientes meses y guardan con cuidado lo necesario para el duro invierno. A partir de allí, los días se acortan, la temperatura baja y el miedo natural, casi biológico, aumenta día a día. Nuestros instintos nos dicen que, como la naturaleza decae, seguiremos el destino del sol, que se apaga lentamente. Nos preocupamos, sentimos que nos metemos en un hueco oscuro. Luego, el 21 de diciembre en el hemisferio norte, de junio en el sur, el sol parece detenerse (solsticio significa, en latín, sol sistere, sol quieto). Los siguientes días nada ocurre, y ello parece confirmar la muerte del astro padre. El 25, de pronto, un movimiento en la dirección contraria, solo perceptible para los más atentos, anuncia el milagro: ¡El sol vence a la muerte! Para los romanos, es el día del Sol Invicto. El mundo renace, seguimos acá, es el momento para celebrar.
Conversemos acerca de estas fechas, sobre nuestros rituales decembrinos, para qué sirven y cómo nos pueden iluminar el camino. Alguna vez leí que Benjamín Franklin, cuando esquematizaba su día sugería que, al final de la jornada cada uno hiciera su: “examination of the day”. Estas épocas, como los Ejercicios de San Ignacio, sirven, “para el hombre poderse aprovechar a sí mismo, para poder fructificar, ayudar y aprovechar a otros muchos”. Recordémosle, incluso a los que olvidan que somos parte de la naturaleza, que a todos nos afectan los ciclos astronómicos y ecológicos, que somos mamíferos y que miles de años de culturas humanas algo tendrán para decirnos. Esta época en que tenemos la sombra más larga del año y nuestras sombras parecen ser más largas que el año mismo, es un buen momento para, como dicen los mayas en su solsticio, estar en casa y “asear nuestra cabellera”. ¿Qué tal si limpiamos la mente, alistamos el alma, celebramos la nueva vida y preparamos el próximo ciclo?
Que estos sean días para no perder la esperanza y estar tranquilos; para mirar con confianza el futuro. También, como enseña el maestro Piti Parra, son momentos para “seleccionar bien qué queremos cortar, y así dejarlo atrás; para escoger qué queremos sembrar, con el fin de que florezca y dé frutos en nuestra vida”. Yo quisiera, por ejemplo, cultivar más abrazos del amigo que me dice kemosabe, y de otros que, como él, aman sin condiciones. Quisiera sembrar más trabajos que sirvan, que construyan un mundo mejor. Quisiera más silencios y meditación; perdonarme, reconocer mis sombras, pero no alimentarlas. Quisiera cortar con el odio y el miedo. Quisiera confiar en el vecino y en quien pasa por la calle. Quisiera leer más, bailar un poco, sembrar un jardín, caminar por el bosque, acoger en un abrazo profundo a mis amados. Quisiera guardar a un lado algunas semillas de gratitud para que nunca falte. ¿Qué quisieras sembrar tú, qué quieres cortar?
Posdata: Antes de despedirme para salir de viaje, por lo cual te dejaré de escribir cinco semanas y me dedicaré a mi diario, te agradezco tu compañía, tus cariñosas lecturas y ricas conversaciones. Me has enseñado que no hay más camino que el que buena y justamente recorremos, que somos lo que conversamos y que toda carta que escribimos, es una carta de amor.
* Director de Comfama